CIUDAD

"Larreta también reprime", por Werner Pertot

La violenta represión en Jujuy del compañero de aventuras de Larreta quizás dejó tapado un desalojo que afectó a víctimas de violencia de género.

Mientras en Jujuy veíamos un sinfín de violaciones a los derechos humanos, en la Ciudad hubo también represión, pero fue quizás menos televisada. Se trata del desalojo de un hogar que albergaba a mujeres y familias que fueron víctimas de violencia de género. Sus integrantes intentaron dialogar con el Gobierno porteño para que evitara el sinsentido de dejar en la calle a mujeres que buscaban protección de varones violentos, cuando el accionar del Estado debería ser el opuesto. No hubo oreja que escuchara. Las desalojaron con camión de mudanzas incluído para sacar todas sus pertecencias de la Casa Pringles. En el medio, como ya es habitual, se llevaron puestas a algunas legisladoras porteñas.

Fue durante el fin de semana largo. Como si no tuviéramos suficiente con las imágenes de Jujuy, Larreta demostró que también puede reprimir. Y lo hizo en un desalojo a una casa donde vivían víctimas de violencia de género.

La Policía de la Ciudad de Buenos Aires avanzó sin importarle lo que tenía adelante, ya fuera una legisladora porteña, diputadas nacionales o auditores porteños que respaldaban a un grupo de mujeres en medio del desalojo de una vivienda que habitan con sus hijos e hijas luego de haber quedado en la calle al escapar de situaciones de violencia de género. Nadie consiguió que las autoridades entraran en razón.

Entre otras, estaban Ofelia Fernández, María Bielli y Berenice Iañez, del Frente de Todos, junto al Auditor de la Ciudad de Buenos Aires, Lisandro Teszkiewicz.

Las mujeres que habitaban la Casa Pringles ATR (Autónoma, Territorial y Reparadora), ubicada en Pringles 343, contaron a quien quisiera escucharlas el sinfín de intentos que hicieron de conversar con funcionarios porteños para que entendieran que estaban desalojando un lugar con víctimas de la violencia machista, cuando el Estado tendría que darles refugio, no arrojarlas de nuevo a la calle o a las viviendas de sus golpeadores.

Pero nadie pareció escuchar. La Policía de la Ciudad apareció pertrechada con más de cien agentes y hubo forcejeos y empujones mientras tres camiones con los muebles y objetos de las mujeres desalojadas (quedaron en un depósito y ya fueron intimadas para que las retiren). Terminaron en hoteles (una solución, de mínima, transitoria, con condiciones por debajo de lo mínimo, como la ausencia de agua caliente en invierno) y se quedaron esperando una mesa de trabajo prometida por el Gobierno porteño.

Y aquí viene lo más llamativo de todo: el mismo gobierno que intentó siete veces rematar en inmueble en vez de apoyar el trabajo que allí se hacía ahora dice que va a hacer en el lugar un “Centro para madres en situación de violencia de género". Entonces, ¿para qué el desalojo? ¿Para qué sumar violencia a la violencia?

En el mismo lugar, también solía funcionar un jardín y los vecinos y vecinas de Almagro pedían que allí se hiciera una Escuela Infantil para dar solución a la falta de vacantes de la Comuna 5. Adivinen si los escucharon.

Como dijo alguna vez Larreta, incluso antes de ser jefe de Gobierno, “despacito y en silencio los desalojos se van efectuando”.

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