ANIVERSARIO

Semana Trágica: cómo comenzó la masacre de obreros más grande en la Ciudad

El presidente radical Hipólito Yrigoyen reprimió y asesinó alrededor de 700 trabajadores que ejercía su derecho a la huelga. Hubo decenas de desaparecidos -entre ellos gran cantidad de niños-, miles de heridos y detenidos. El gobierno nunca informó oficialmente sobre la represión, ni publicó la lista de muertos.

Hace 101 años, la Ciudad vivía la semana más trágica de su historia. El Gobierno utilizó sus fuerzas de seguridad, grupos parapoliciales y hasta los propios dueños de la fábrica para reprimir y asesinar a alrededor de 700 personas, en un intento por declinar la huelga que llevaban adelante desde el 2 de diciembre de 1918.

El sindicalismo argentino surgió a fines de la década de 1870 y había dos grandes corrientes sindicales: anarquistas y socialistas, a los que se sumó una tercera corriente en la década de 1900, el sindicalismo revolucionario. A partir de 1910, los sindicatos de la corriente anarquista –mayoritaria- estaban organizados en la FORA del V Congreso, mientras que la corriente sindicalista revolucionaria y los socialistas estaban organizados en la FORA del IX Congreso.

En 1916, es electo, sólo con el voto de los hombres, Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical (UCR). Su política sindical estaba orientada la apertura del dialogo con las corrientes gremiales, con el fin de diferenciarse de los gobiernos de facto contra los que luchaban desde el partido radical, cuestión que cambiaría en 1919. En esta década, la organización sindical tuvo una gran expansión cuantitativa y geográfica.

En este contexto de crecimiento, el 2 de diciembre de 1918 los trabajadores de la fábrica metalúrgica Talleres Vasena inician una huelga para mejorar sus condiciones laborales.El sindicato elaboró un petitorio que fue presentado a la empresa, pero Alfredo Vasena se negó a recibirlo y tratar con la delegación sindical, iniciándose así un juego de desgaste en el que la violencia fue creciendo.

Vasena comenzó a utilizar a rompehuelgas y civiles armados provistos por la Asociación Nacional del Trabajo, grupo de choque parapolicial creado ese año por el entonces también presidente de la Sociedad Rural Argentina Joaquín de Anchorena para combatir las huelgas mediante la violencia directa. Mientras que los trabajadores se defendían causando un daño económico a la empresa mediante piquetes que impidieran el transporte de materiales entre los dos principales establecimientos (la fábrica de San Cristóbal y los depósitos de Nueva Pompeya) y disuadir a los rompehuelgas. Además, comenzaron a ganarse el apoyo del barrio y de toros sindicatos como los marítimos y portuarios, quienes declararon su solidaridad con los huelguistas, negándose a transportar u operar materiales de los Talleres Vasena.

La solidaridad sindical y vecinal permitió a los huelguistas prolongar la huelga y obligó a los Vasena a responder garantizando que los rompehuelgas pudieran llegar a la fábrica y realizar el transporte entre los establecimientos de San Cristóbal y Pompeya. Para ello les entregaron a los rompehuelgas armas de fuego, con autorizaciones concedidas por el gobierno radical.

Si bien, la Semana Trágica comenzó un 7 de enero, los hechos de violencia empezaron mucho antes. Desde el 13 de diciembre, cuando dos policías y el chófer de un auto de la empresa dispararon contra una casa de familia sobre la avenida Alcorta, hasta el 6 de enero, un día antes de la primera masacre de a Semana Trágica la violencia fue en aumento. Los rompehuelgas y hasta el propio Vasena dispararon a trabajadores y vecinos que apoyaban la lucha.

El 19 de diciembre el gobierno de Yrigoyen le pidió la renuncia renunció el jefe de Policía, debido a su postura favorable a endurecer la represión contra los huelguistas, siendo reemplazado por Miguel Luis Denovi. Unos días después, el 23 de diciembre, se produce la primera muerte. Manuel Rodríguez, un rompehuelga, se arrojó al Riachuelo para evadir el piquete de trabajadores que lo enfrenta y murió ahogado.

Los enfrentamientos entre rompehuelgas y trabajadores aumentan. En medio de este conflicto, los Vasena intentaron corromper al delegado Boratto y al rechazar la coima, intentaron asesinarlo en dos oportunidades pero fracasaron. El 30 de diciembre de 1918, el obrero pintor Domingo Castro, cuando se dirigía hacía uno de los locales anarquistas, fue baleado a sangre fría en la calle por el policía Oscar Ropts, muriendo al día siguiente.

La violencia continuaba pero la resistencia obrera se mantenía firme y en unidad con los vecinos del barrio. El 3 de enero de 1919, la policía se involucra por primera vez en los enfrentamientos armados y participa de una balacera generalizada frente al local sindical de Amancio Alcorta y Pepirí, resultando gravemente herida la vecina Flora Santos, así como Juan Balestrassi y Vicente Velatti, que se encontraban en el área jugando a las bochas.

Al día siguiente, se produjo un nuevo ataque pero esta vez se logró levantar una barricada y se rompieron los caños de agua para inundar las calles. Los huelguistas y vecinos obligaron a la policía a retirarse. En el enfrentamiento fue gravemente herido el cabo Vicente Chávez, que moriría al día siguiente. El enfrentamiento ocupó la primera plana de todos los diarios con el título de "la huelga sangrienta".

El diario anarquista La Protesta apoyó la movilización popular y la acción armada de los huelguistas en estos términos: “El pueblo colabora con los huelguistas. ¡El lema es vencer o morir! Siempre así, camaradas. Meta bala a los cosacos. ¡Hurra por los que saben emplear la acción!”.

El 6 de enero, el teniente de la Guardia de Caballería Augusto Troncoso, ante la presencia de las más altas autoridades policiales y de la empresa, prometió en nombre de la fuerza policial, "vengar" la muerte del cabo Chávez. Ese mismo día todos los capataces de la Casa Vasena se plegaron formalmente a la huelga.

Con este clima de tensión y violencia, el 7 de enero de 1919 más de cien policías y bomberos armados con fusiles Mauser, apoyados por rompehuelgas armados con fusiles y carabinas Winchester y hasta el propio Emilio Vasena, dispararon contra las casas de madera, los huelguistas y los vecinos. Durante casi dos horas se dispararon cerca de dos mil proyectiles.

El cronista del diario socialista La Vanguardia describió el panorama con el que se encontró al llegar al lugar, con estas palabras: “Hay que ver cómo están las paredes, puertas, vidrieras y el interior de las casas. Unos obreros nos dijeron que para librar a sus hijos de las balas, los hicieron esconderse en el piso debajo de las camas. Casi todas las paredes de esas construcciones son de madera, de modo que las balas las atraviesan con facilidad. Con mayor razón si los disparos se hacían de pocos metros de distancia. En una casa frente a la escuela, una bala atravesó tres paredes, rompió el espejo de un ropero, atravesó las ropas y se incrustó en la pared. Hay habitaciones interiores en esas casas que tienen balas incrustadas a 50 cm del piso, lo que probaría que esos proyectiles se han disparado desde la azotea de la escuela”.

Como resultado del ataque murieron Toribio Barrios, español de 50 años, asesinado a sablazos en la calle; Santiago Gómez, argentino de 32 años, asesinado dentro de una fonda; Juan Fiorini, argentino de 18 años, asesinado en su casa mientras tomaba mate con su madre; Miguel Britos, argentino de 32 años; y Eduardo Basualdo, de 42 años, que moriría al día siguiente. Ninguno de ellos era empleado de Vasena. Las personas heridas de bala superaron las treinta, entre ellas Irene Orso o Curso, italiana de 55 años; Segundo Radice, italiano de 54 años; Basilio o Cecilio Arce, argentino de 48 años; Miguel Ala, turco de 19 años; José Salgueiro, argentino de 18 años; Pedro Velardi, italiano de 29 años; Martín Pérez, español de 48 años; Humberto Pérez, argentino de 22 años; José Ladotta, italiano de 55 años; José Santos, portugués de 46 años; y Gabino Díaz, argentino de 40 años.

El parte policial informó que sólo tres policías habían recibido lesiones mínimas (dos golpes y un mordisco) y que uno solo había sufrido una herida de cierta consideración, al recibir una cuchillada.

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