- Sociedad
- 18.11.2016
ABUSO SEXUAL INFANTIL
Cada 16 horas un menor de edad es víctima de abuso sexual en la Ciudad
Según un informe oficial, 6 de cada 10 abusos a menores de edad ocurren en las viviendas. Y en el 50% de los casos el agresor es un familiar.
“Hablemos de abuso sexual infantil”, así se llama la campaña que lanzará hoy el Estado junto a UNICEF en el marco del Día Internacional de Prevención del Abuso Sexual contra las Niñas, Niños y Adolescentes. Los números son escalofriantes: 6 de cada 10 abusos ocurren en las propias casas.
“Es un silencio ominoso porque la gran mayoría de los abusos es intrafamiliar: padres, abuelos, tíos, primos, hermanos. Es un secreto de familia. Recordemos que el abuso es un delito, lo cometiera quien lo cometiese, pero denunciarlo significa un conflicto familiar muy severo, por eso es ínfima la cantidad de denuncias que hay”, explica a Clarín Eva Giberti, coordinadora del Programa Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
Giberti asegura que de cada cinco mujeres que van a la comisaría a denunciar que uno de sus hijos fue abusado, tres dan marcha atrás cuando les explican que se abrirá una causa penal y que el denunciado podría ir a juicio y terminar preso.
Sólo en la Ciudad de Buenos Aires, las víctimas fueron 5.239 en los últimos diez años: 9 de cada 10 son niñas o adolescentes, en 5 de cada 10 casos el agresor es un familiar y 3 de cada 10 un conocido (amigo, vecino), es decir, 8 de cada 10 víctimas conoce bien a su abusador, y 4 de cada 10 niñas y adolescentes no sólo ha sido manoseada, tocada, sino también violada. En 7 de cada 10 casos quien denuncia es la mamá.
“Sigue siendo tabú porque a veces no se puede creer que una persona reconocida socialmente sea un abusador, entonces continúa el prejuicio de que el niño miente”, dice a Clarín Sabrina Viola, del Equipo de Protección de UNICEF. “Es que en general los abusadores suelen ser personas encantadoras, muy simpáticas y muchas veces incluso dedicadas al cuidado de niños. Los primeros en no creer son los jueces. Pero los niños no mienten, sus dibujos son clarísimos”, expone Giberti.
“Si la madre no le cree o hace que no le cree el chico sufre una revictimización. Se da cuenta que no hay nadie en el mundo en quien confiar. El chico aprende de golpe que ese ideal que le enseñaron y que quiso se desbarata, psíquicamente es una situación delicada. Muchos de esos chicos terminan hablando en la escuela, y por eso es tan importante el rol de las docentes. En la clase alta esto es mucho peor, el silencio es mayor por lo vergonzante. Lo único que repara es saber que el juez escuchó, le creyó y dicta una sentencia como corresponde”, dice Giberti.
“La idea es que hablemos de esto porque el no hablar de esto que nos cuesta tanto hace que haya muchas más víctimas. La ausencia de datos también genera que no haya visibilización”, dice a Clarín María Fernanda Rodríguez, subsecretaria de Acceso a la Justicia. También enumera las múltiples dificultades para quienes sí llegan a denunciar: “En las comisarías y en el poder judicial se sigue tratando a las madres como fabuladoras seriales. Todo está mal. Las pericias a los niños abusados hoy se hacen en la morgue. Todo ocurre por la mañana. Es decir, el chico tiene que faltar a la escuela un montón de veces, ir a lugares y cruzarse con personas complicadas. Estas madres también terminan dañadas y llegan a los juicios mal, como ‘locas’, y deben enfrentarse a un perverso que está de lo más tranquilo. Todo el sistema es revictimizante”.
Rodríguez asegura que se está delineando un plan para que las cosas cambien: “Hay que dar respuesta desde todos los ministerios, de Justicia, Salud, Educación, Desarrollo Social”. También buscan que haya estadísticas y que puedan estar centralizadas.
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