- Política
- 04.04.2016
CIUDAD
Uber: el lobbysta que negocia con el Gobierno porteño
Se trata del estadounidense Carl Meacham, quien fue asesor jefe en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado hasta 2013 fue asesor.
Meacham es, desde finales de 2015, el gerente de Asuntos Públicos para todo el Cono Sur de esta empresa fundada por el canadiense Garrett Camp y el estadounidense Travis Kalanick, que tiene un valor de mercado de 60.000 millones de dólares. Y que pretende recalar próximamente en Buenos Aires, donde causó un rechazo masivo entre los taxistas, que ven amenazado su negocio.
Este hombre dijo a La Nación que se encarga "del desarrollo de las conversaciones con los gobiernos de las principales ciudades de Chile, la Argentina y Uruguay", y que considera necesario crear "un ambiente propicio para lograr la reglamentación de un servicio como el de Uber, cuya característica principal es la innovación, ya que es importante tener el apoyo del gobierno en ese proceso".
Sin embargo, las negociaciones entre Uber y los funcionarios porteños son bastante inciertas todavía. Comenzaron sin Meacham, una figura respetada en el ambiente político de los Estados Unidos. Otro emisario abrió camino con la Ciudad y causó cierto "espanto" por la ofensiva poco dialoguista que, según la apreciación de una fuente oficial, mostró la compañía que busca imponer una aplicación móvil para conectar conductores particulares que ofrecen sus autos al servicio de viajeros. Hoy, ya funciona en 400 ciudades de más de 66 países.
"Nosotros somos libres y venimos a Buenos Aires para hacer esto", habría dicho, según fuentes oficiales, Gonzalo Araujo, el colombiano que mantuvo la primera reunión con el secretario de Transporte porteño, Juan José Méndez, y dos de sus asesores. Fue el 17 de diciembre pasado en la oficina del funcionario, en el piso 12 de Maipú 255. Ocurrió una semana después de que Méndez asumiera el cargo, ya con Horacio Rodríguez Larreta como jefe de gobierno.
"Cambió el gobierno y vinieron corriendo. Quedamos algo sorprendidos, porque la reunión fue prácticamente un monólogo de su parte: la empresa informó qué era lo que pretende hacer en Buenos Aires y, además, adelantó que iba a empezar a funcionar lo antes posible. Es más: no entendimos por qué se sentó con nosotros si ya tenía todo planeado", reveló una fuente oficial.
Uber, para entonces, había llegado a las portadas de los diarios por disímiles razones: en China, al admitir en su último balance pérdidas por 1000 millones de dólares, y en Estados Unidos, al alcanzar el mayor reconocimiento en su industria tras ganar su primer premio Crunchie, el Oscar de Silicon Valley.
El segundo encuentro entre los funcionarios porteños y los representantes de la firma se repitió en la Secretaría de Transporte, el 22 de enero pasado. El nexo entre las partes fue una consultora de comunicación, Edelman. Pero esta vez se realizó en una mesa más grande: Uber llevó a dos especialistas en negociación; además de Araujo, estuvieron presentes el mexicano Juan de Dios Batiz y Meacham, el estadounidense estrella, quien tomaría un rol más protagónico en este acercamiento.
El cónclave estuvo signado por un tono mucho más conciliador, según dos fuentes consultadas. La charla duró 55 minutos. "La segunda vez no plantearon aquello de «Nosotros somos libres y hacemos lo que queremos», sino que más bien se sentaron a dialogar", contó uno de los participantes.
Entonces, la Ciudad informó los requerimientos legales que debía cumplir la firma para funcionar. Los emisarios se llevaron un dossier, con la promesa de "estudiar" la normativa porteña. Sin embargo, la inquietud sobre cuál sería la jugada de Uber seguía siendo incierta. "Nosotros queremos arrancar y después nos ajustamos a las reglas, no se preocupen", habría dicho uno de los emisarios. Los funcionarios porteños menearon la cabeza. "Así no funciona. Pero la seguimos." Se pararon, se saludaron y se fueron.
El tercer encuentro ocurrió fuera de agenda. Meacham y Méndez se reunieron a fines de febrero en el Alvear Art Hotel, en Suipacha y Santa Fe. El gerente de Asuntos Públicos de Uber habría intentado generar un acercamiento más estrecho con el gobierno porteño, acaso para que el aterrizaje de Uber en la ciudad sea lo menos conflictivo posible. Meacham dijo sobre estos encuentros: "El equipo de Asuntos Públicos de la compañía han mantenido una serie de reuniones puntuales con distintas autoridades y otras organizaciones públicas y privadas en las que se exploraron y analizaron las distintas formas de adecuación al marco normativo vigente".
Luego, emisarios de la firma se interesaron en conocer las normativas porteñas sobre los vehículos de transporte de pasajeros, por ejemplo, cómo funciona la VTV o la tramitación de licencias de conducir, entre otras consultas. Inquietudes que llevan a pensar a los funcionarios porteños si Uber no podría desplegar algún otro negocio, tal vez con taxis y remises.
Hoy, los funcionarios porteños siguen jugando a las adivinanzas. Desde aquel encuentro, la Ciudad no supo nada más sobre Uber. Hasta el miércoles 23 de marzo. En una reunión de empresarios en la Rural en ocasión de la visita de Barack Obama, Meacham se encontró allí de casualidad con Méndez. El estadounidense no habría querido acercarse a la mesa del secretario de Transporte para mantener "cierta discrecionalidad", según confió un emisario.
Entonces, el funcionario se dirigió hacia donde estaba el representante de Uber para saludarlo. "Fue raro lo que se vio; uno quería hablar y el otro no", definió un testigo del encuentro. Meacham desmintió que no haya querido dialogar con Méndez. Y aseguró: "Como compañía norteamericana apoyamos el relanzamiento de las relaciones bilaterales entre la Argentina y los Estados Unidos. Ante esta situación, y con el contexto de la visita del presidente Barack Obama, creímos importante poder ser parte del evento de la Rural, donde tuve el honor de compartir tiempo valioso no sólo con autoridades del gobierno de la ciudad, sino también nacionales".
La Ciudad aún no sabe cómo responderá si Uber no se ajusta a las normativas que rigen en el transporte de pasajeros, si aplicará multas y si los dejará funcionar. Mientras, la estrategia comunicacional de Uber es una sola: asegura querer complementar la red de transporte público ya existente, con un servicio innovador. Y los taxistas, que ven amenazado su negocio, no le creen.
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