- Tiempo Libre
- 17.11.2015
UNDER
Lucho Guedes: “Cada canción encarna una voz determinada, cierto punto de vista”
Acaba de editar un disco monumental, Soy una tarada, en el que la crema y nata de la canción de estos años -Lidia Borda, Soledad Villamil, Brian Chambouleiron y Juan Quintero, entre otros- le ponen voz a unas obras inclasificables, en las que la canción convencional le da paso a una suerte de relatos breves que pintan un entrañable universo contemporáneo de queribles perdedores. Lo presenta este jueves, en el CCK.
Lo primero que llama la atención de tus canciones es la forma que tienen, a veces más como cuentos o pequeñas obras de teatro que como canciones en sí. ¿De dónde viene esa forma de componer?
Son procesos que vas entendiendo a media de que los vas haciendo. Yo hice la carrera de Tango y Folclore en Avellaneda y me dedicaba a eso, a tocar música criolla, pero no componía. Cuando me puse a componer me pasó que no me salían las canciones en esos estilos, había algo en la propia poética del tango y del folclore que me parecía interesante, pero había algo de eso que me faltaba. Me di cuenta de que lo que estaba haciendo era tratar de escribir con referencia más a la literatura que yo leía que a la literatura propia de esa música.
¿A qué literatura te referís?
Soy un lector de literatura universal, pero especialmente la literatura francesa del siglo XIX, la literatura norteamericana del siglo pasado y principalmente me gusta mucho la literatura actual hecha en Argentina por gente de mi generación. La persona que a mí me inició en la literatura, que fue mi profesor en la secundaria, fue Miguel Vitagliano, que es quien escribe también el texto que acompaña al disco. Ya en tercer año de la secundaria leía las primeras novelas de él y ahí empecé a descubrir la toda la literatura de los 90, Fabián Casas, Santiago Llach y ese grupo. Y después la movida de todos estos años, Federico Falco, Luciano Lamberti, Fabio Martínez, Violeta Gorodischer. Me gusta ver cómo escribe la gente de mi generación, cercana e intenté empezar a robarles ideas de alguna forma y así, fracasando, fui aprendiendo el laburo, hasta que me terminé por hacer una especie de método de trabajo.
¿En qué consiste?
Primero resuelvo las cuestiones narrativas, una temática y un argumento. Después planteo un esquema de cómo voy a desarrollar el relato y después de eso viene el resto. Diseño un relato en una estructura de versos y después trabajo la música en función de una textura o ciertos climas como para llevar ese relato.
¿Siempre concebís primero la estructura narrativa y después la música, siempre es así?
Pasé por varias etapas, fue un aprendizaje lento. Si se escucha el disco anterior y este hay familias de canciones. Hay un primer grupo, de 2004, 2005, que es cuando yo volví de Tucumán a Buenos Aires y empecé a escribir, que tienen una especie de referencia a los recursos propios de la poética folclórica y tanguera, con la intención de utilizar esos recursos pero aplicados a la realidad cotidiana de ese momento.
La impresión que da es que tomás la cuerda más narrativa del tango, como la de Los cosos de al lao, por ejemplo, pero la llevás un paso más allá, rompés definitivamente la canción y armás otra cosa.
Todo eso, el tango y el folclore, están presente, es una tradición que yo escuché mucho y me encanta, lo que pasa es que uno tarda muchas veces de tomar conciencia de qué es lo que está haciendo y en el medio hacés un montón de cosas sin terminar de entenderlas del todo. La segunda camada de canciones, a diferencia de esas primeras de las que te hablaba recién, ya son muy prosaicas, en las que, lo que me pasaba, es que me costaba mucho la música, y se nota en las canciones. Hay como un exceso de texto al que cuesta darle forma. Para las canciones nuevas de este disco entendí que lo que me convenía era pensar primer la escritura en función de la palabra, diseñar una estructura de versos, trabajar la narración ahí y recién después musicalizar eso. En las canciones nuevas se nota que hay una lógica en la métrica del lenguaje. Después me di cuenta de que eso estaba también en el tango y en folclore. Empecé a dar unos talleres que se llaman De la narrativa a la canción, para los que me tuve que poner a estudiar y a analizar canciones y eso está. Agarrás a Cadícamo o a Fandermole y descubrís todo un laburo de diseño de la palabra.
Bueno, Fandermole hizo un trabajo tremendo con El limonero real, la novela de Saer, que ya es una novela que trabaja sobre el lenguaje.
A mí me gustó más la canción que el libro, voy a confesar.
¿Qué le pasa a los intérpretes con tus canciones?
La experiencia de este disco es la primera vez que la hago. Hubo antes otros intérpretes que decidieron abordar el repertorio por su cuenta pero esta vez el proyecto era jugar a ser director y acentuar esta cosa novelística, polifónica, en la que cada canción encarna una voz determinada, cierto punto de vista, como un mundo subjetivo de cada personaje y ponerle a cada uno de esos personajes una voz definida y orquestar cada historia con una coloratura propia.
¿Cómo decidís la mirada de los personajes para cada canción?
Porque algunas son en primera persona y otras no, es alguien que cuenta una historia de otro. Soy una tarada, por ejemplo, es claramente un diálogo y está escrito en estilo directo. En ese caso, Soledad Villamil me venía bárbaro, además, por su dominio de la actuación y porque el personaje es ese, una mina de treinta y pico de clase media alta de zona norte. Luis y Beti, en cambio, por ejemplo, si bien es una historia actual, es también muy tanguera, porque tiene esta idea del inmigrante que está hecho mierda en Buenos Aires. La música es un tango, aunque, como en todas las canciones, los géneros no aparecen tan claros. El clima de la canción es muy tanguero y ahí la voz de Lidia Borda me pareció ideal. Lo que me pareció es que todos los que participaron entendieron que la cosa no era solamente venir y cantar, sino que había que meterse dentro de esa voz necesaria para narrar esa historia. Noto que todos en el disco tiene algo diferente a cuando cantan sus cosas. Se adaptaron muy bien al concepto.
Pensaba en la dificultad que supone cantar una canción en la que sabés que no vas a pasar nunca por el mismo lugar. ¿Ese problema se presentó?
Me parece que todos los que están en el disco, algunos son grandes cantantes, claro, pero en general son todos, primero, intérpretes. Son gente que, aunque no compongan, tienen una mirada siempre sobre el repertorio que eligen cantar, dan su opinión sobre ese repertorio, entienden el texto. O casos como el de Fandermole, que no es principalmente un cantante, pero que lo primero que hizo, claro, fue entender el texto. Es toda gente que tiene un tratamiento de la canción desde la palabra muy consciente. En ese sentido creo que todos entendieron eso y lo resolvieron muy bien.
¿Y qué les pasa a los que escuchan tus canciones?
Hay algo en mis canciones que es un poco impredecible en cuanto a lo que le pasa al público y eso es bastante intenso. Me ha pasado de todo. Sí me parece que lo que sucede siempre es que la canción te exige comprometerte con lo que está pasando en ese momento. No es algo que pueda estar pasando desapercibido, te obliga a meterte y a asumirlo o a rechazarlo. Me ha pasado en conciertos de gente que se molesta y se va o me han pasado cosas como que, cuando vivía en San Martín, por ejemplo, el municipio me llevaba a tocar para grupos de jubilados, ponele, y yo me armaba cuatro a cinco tangos, no sé, Palomita blanca, como para que les cayera bien, y después metía un tema mío. Y me ha pasado de estar rodeado de tipos grandes, bien de barrio y que la flashearan y me pidieran más temas.
¿Cómo fue hacer el disco?
Fue un laburo enorme y largo. Lo empecé a planificar en 2013, cuando presenté el proyecto en la oficina de Mecenazgo. Me lo aprobaron, pero no conseguía ninguna empresa que se interesara. Pasó un año y medio y, cuando ya me estaba dando por vencido, apareció la gente del Banco Itaú, que ellos mismos se interesaron en el proyecto y me financiaron el disco. Cuando lo empezamos a hacer, que fue todo un tema de organización, cuando estábamos grabando Martín Telechansky, que fue el técnico de grabación me hizo notar que no iba a entrar todo en un solo disco. Así que era o dejar la mitad de los temas afuera, que para mí era inconcebible, o ver cómo hacíamos. Ahí armé el proyecto en Ideame y con eso lo terminé de fabricar. El asunto también era cómo presentar este disco, que implica 15 músicos en escena, más todos los invitados, más una sala grande con buena técnica y buenos operadores y ahí surgió lo del CCK y acá estamos. Gracias a ellos puedo armar la presentación.
¿Y ahora?
Yo estoy tratando de disfrutar, hay 30 mil millones de razones para volverme loco pero ya estoy tratando de concentrarme en disfrutar. Y todo a todo el mundo le viene pasando lo mismo. Es cierto que no es un proyecto para cualquier tipo de músico o de cantor, ni siquiera para cualquier operador. Es gente que cuando se suma a un proyecto es porque hay un interés, un gusto. Alan Plachta, por ejemplo, que fue el director de la parte orquestal, fue mucho más que eso. Se encargó de coordinar los ensayos, de convocar a los músicos, escribimos todos los arreglos a cuatro manos. Es todo un equipo de gente que está porque le interesa el proyecto, no estoy tan solo.
¿Qué sigue para tu carrera?
Bueno, ahora presentar este disco en gira, en La Plata, Rosario, Chaco y Misiones. Y en cuanto a proyectos, ya tengo la idea para hacer otro disco doble, aunque todavía ni quiero pensar cómo voy a hacer o de dónde voy a sacar la plata. Me metí en un proyecto bastante raro, pero que me encanta, que consiste en hace adaptaciones de novelas de los últimos diez años escritas acá, o cerca. Lo que trato de hacer es, en la medida de lo posible, es respetar el tono o el clima de cada uno de los escritores y está buenísimo, porque es meterte en el mundo de cada escritor. Cada uno tiene su mundillo no solo en cuanto a las temáticas, sino también a la forma de escribir, y yo trato de respetar eso, porque es el gustito de la escritura de cada uno. Tengo ganas de hace algo más “mugroso”; soy bastante fanático de Tom Waits y nunca fui por ese lado; me parece que este es un buen momento.
"Soy una tarada" - Video promocional
- SECCIÓN
- Tiempo Libre
COMENTARIOS