DIA DE TODOS LOS MUERTOS

La comunidad boliviana celebró el Día de los Muertos

El Día de Todos los Muertos fue festejado por la comunidad boliviana en el cementerio de Flores.


Miles de personas concurrieron el domingo al cementerio de Flores a rezar por sus familiares y dejarles ofrendas, que incluyeron flores, masas dulces, frutas, y las golosinas que "más le gustaban a los angelitos".
 
"Los angelitos son los más pequeños, los niños", explicó a Télam Helena Orellanda, quien estaba en la tumba de su hermana, recordando también a otros familiares que fallecieron en Bolivia y estaban presentes a través de sus fotos.
 
"Aquí me siento cerca de mi hermana. Cada año recordamos a los seres queridos que hemos perdido. Nuestra costumbre es, con las ofrendas, rezar para el despacho de las almas, y ofrecer lo que les gustaba comer", continuó Helena.
 
A diferencia del resto del año, el domingo era particularmente difícil circular por el cementerio de Flores, ya que el ritmo de sus calles estaba marcado por una multitud que avanzaba despacio; lo mismo ocurría en los accesos, donde en las primeras horas de la tarde había una fila de al menos 200 metros.
 
Las colas para entrar eran lentas debido a los controles que realizaban las fuerzas de seguridad para evitar, principalmente, el ingreso con bebidas alcohólicas, decisión que molestó a algunos de los asistentes porque el consumo de la chicha, entre otras bebidas, es parte de la tradición.
 
Sobre las tumbas, cubiertas con mantas típicas del altiplano, se podían ver masas dulces con diferentes formas, cada una con un significado: escaleras para subir al cielo, formas humanas en representación del alma, caballitos que llevan las ofrendas, cruces y coronas. Algunas familias no ofrecían comida, pero sí cubrían las tumbas con flores que plantaban en un montículo de tierra.
 
Según la tradición, el 1º de noviembre a la noche, en el Día de Todos los Santos, Dios abrió las puertas del cielo para que bajaran las almas, que se quedan hasta el día siguiente con sus seres queridos.
 
Los grupos de familiares asistentes, en general numerosos, incluían a todas las generaciones, desde los abuelos hasta los más pequeños. Además, una banda musical recorría las tumbas a pedido de los familiares de los muertos.
 
"Esta tradición no es exclusivamente boliviana, es de todo el altiplano", explicó por su parte el gerente operativo del cementerio, Pablo Sellei, quien estimó que la celebración en Flores se realiza "hace más de cinco años".
 
"Esta conmemoración se realiza en Flores porque la mayor parte de la comunidad boliviana entierra a sus familiares aquí, ya que viven en la zona sur de la ciudad, y además, los que viven en algunas localidades del conurbano bonaerense, como Lanús o Avellaneda, piden ser exhumados aquí, donde están sus allegados", explicó Sellei.
 
En una de las calles principales del cementerio, la organización Simbiosis Cultural levantó un altar con ofrendas dedicadas a aquellas personas cuyas muertes aún no han sido esclarecidas, como las nueve personas que fallecieron en marzo de 2006 en el incendio del taller textil clandestino de la calle Luis Viale, o los dos niños que murieron en abril de este año en otro taller clandestino, el de la calle Páez.
 
"Lo que intentamos hacer aquí es visibilizar todos los casos no resueltos y continuar con el pedido de justicia", afirmó Juan Vázquez, integrante de la organización.


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