El populismo, el plasma y la ciudadanía en peligro

Nada afianza más al sistema democrático que el bienestar creciente de esas mayorías.

Las sociedades progresaron materialmente, pero muchas evidencias indican que las instituciones y el concepto de ciudadanía sufrieron retrocesos (…) Se trata, en realidad, del populismo al gobierno y del plasma al poder"
Eduardo Fidanza
En un interesante artículo publicado en La Nación, el sociólogo Eduardo Fidanza hace un análisis de época a partir de la conversación que mantuvo con un joven taxista. El joven confiesa no saber mucho de política aunque sospecha, como tantos otros, que “son todos corruptos”. Menciona que trabaja junto a su padre en el taxi y que eso le permite un nivel de vida razonable. Comenta que planea irse a vivir con su novia y que ha podido comprarse un plasma de 40 pulgadas, además de suscribirse a un sistema de televisión satelital que le permitirá acceder a 200 canales y a algunas maravillas tecnológicas más.

Esta breve charla le alcanza a Fidanza para estructurar el pensamiento del taxista pero, también, el de una época. El afán de mejoramiento personal cohabitaría así con una notable fascinación por el consumo y un cierto desprecio por la política.

El taxista sería, retomando las palabras de Fidanza, “un miembro típico de lo que se denomina "la nueva clase media latinoamericana", impulsada por la excepcional situación económica que vivió la región en la primera década del siglo.” (dicho sea de paso, la “excepcional situación económica” no parece ser mérito de decisiones políticas acertadas sino más bien de factores externos favorables.)

Luego de constatar la mejora material de millones de ciudadanos que se beneficiaron de una curva social ascendente hacia la clase media, Fidanza advierte que “muchas evidencias indican que las instituciones y el concepto de ciudadanía sufrieron retrocesos” aunque no considera útil mencionar algunas de esas evidencias.

Ese bienestar material generaría también un “voto conservador”, según Fidanza, ya que las mayoría latinoamericanas premiarían con la continuidad a los gobiernos que las beneficiaron.

La nota de Fidanza genera, cómo mínimo, algunos asombros. El primero es la asimilación que hace entre populismo y consumo. En efecto, fue la Constitución de 1994, votada con amplio consenso en plena luna de miel neoliberal, la que incorporó en su artículo 42 al consumidor como sujeto de derechos, no un DNU de Néstor Kirchner o CFK.

La segunda cuestión que asombra es la de considerar que el hecho de que las mayorías voten por la continuidad de un gobierno que las favoreció es una característica de época. ¿No es acaso una norma elemental, acá o en cualquier otra democracia de masas?.

En tercer lugar, es esa advertencia, casi calvinista, sobre el riesgo latente que subyacería en el hedonismo de las nuevas clases medias. El consumo de las elites no le habría generado una preocupación similar: los viajes a Europa, las casas de fin de semana o los consumos suntuarios no conllevarían los mismos peligros para la calidad ciudadana o de las instituciones que la compra de un electrodoméstico de alta gama.

Por último, la supuesta ignorancia política del joven taxista que Fidanza asimila a esta nueva clase media creciente, no difiere mucho de la que profesan con entusiasmo muchos miembros de nuestras élites. Basta con prestar atención a quienes manifiestan periódicamente contra este gobierno nazi y stalinista, y se indignan frente a calamidades tan inminentes como imaginarias al grito de “son todos chorros”.

El transfondo de la nota apunta a advertirnos sobre la supuesta destrucción de nuestras instituciones de la mano de un populismo que avanza sin freno, gracias a las condiciones económicas excepcionales que le permitieron incentivar el consumo popular.

El análisis de Fidanza omite un dato central: históricamente, lo que en la Argentina y la región ha atentado con mayor éxito contra las instituciones y el concepto de ciudadanía fue la miseria de las mayorías, como lo vimos en el 2001.

Por el contrario, nada afianza más al sistema democrático que el bienestar creciente de esas mayorías.


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