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- 18.06.2015
La política es una carrera de fondo
Estos tres días, 16, 17 y 18 de junio de 2015, tardarán en borrarse de la mente de todos aquellos a los que nos fascina la política de este ancho, hermoso y a veces enloquecedor país.
Como en las carreras de atletismo de fondo, aquellas en las que todos los corredores transcurren los primeros mil o dos mil metros tranquilamente hasta que dos o tres de ellos (casi siempre keniatas o etíopes o somalíes) súbitamente alargan el tranco, cambian de ritmo y se recortan del resto, en estos días el peronismo, que venía hasta ahora bastante manso y tranquilo decidió que ya estaba bien de campaña común y corriente y sacudió el tablero. Ayer Daniel Scioli anunció que el secretario legal y técnico de la presidencia, Carlos Zannini, sería su candidato a vicepresidente; ayer Florencio Randazzo estuvo reunido en la residencia de Olivos con la presidenta y hoy a la mañana se supo que renunciaba tanto a ser candidato a la Presidencia en las PASO del FPV como a buscar ser el sucesor de Scioli en la provincia de Buenos Aires. El peronismo es así, intenso. Y, como en el fondo, los demás corredores están tratando de alcanzarlos a los resoplidos.
Este proceso tienen dos grandes ganadores y uno que hizo walk-over. El primer ganador es por supuesto Daniel Scioli. Daniel Scioli hoy está más cerca de la presidencia argentina de lo que nunca estuvo. Scioli mostró dos cosas: que el peronismo premia la lealtad pero no el seguidismo, y que no hay valor político mayor que la paciencia.
Aquí decíamos con Santiago Rodríguez Rey hace meses que Scioli puede decir “soy el más leal del kirchnerismo” y “no soy el kirchnerismo” y ambas cosas serían ciertas. Scioli (y también Florencio Randazzo) mostraron que el peronismo es un partido que premia la lealtad pero no se enamora de “continuadores”. Tanto Scioli como Randazzo llegaron más lejos que los otros corredores de fondo (gente capaz y con experiencia como Aníbal Fernández, Jorge Taiana y Sergio Uribarri) porque por una parte nunca rompieron con el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner (hasta hoy, al menos, en el caso de Randazzo) pero sin embargo siempre se mostraron como “algo más” que la simple continuidad del modelo. Y la propia Cristina Fernández de Kirchner mostró que es, como dijo ayer “argentina, mujer y peronista” ante todo y el peronismo premia la ambición y el desparpajo.
Por otra parte, Scioli es la muestra de que, en Argentina, nunca hay que irse del peronismo. (Esto, por supuesto, sólo corre para los y las que están dentro de ese movimiento. Para quienes construyen poder desde otro lugar son otros los condicionantes.) Sergio Massa, quien tenía hasta el 2013 un perfil no tan distinto al de Scioli, eligió irse no sólo del gobierno sino del peronismo, y hoy cabe preguntarse qué hará de su futuro político. Efectivamente, la elección de octubre la ganará quien logre ocupar la ancha avenida del medio: el problema de Massa es que hoy por hoy quien va corriendo por ese carril es Scioli. En la Argentina de hoy, es decir, en un país que no vivió el derrumbe catastrófico del gobierno kirchnerista, hay espacio para un candidato/a que represente una continuidad (relativa) y un candidato que represente un cambio (relativo). No hay mucho más.
Finalmente, Daniel Scioli demuestra la virtud cardinal de la paciencia. Andrés Malamud y Ernesto Calvo demostraron en esta nota de hace un año y medio que la mejor estrategia para Scioli era continuar como venía, sin prisa pero sin pausa. Y Scioli lo hizo. Desde hace por lo menos ocho años hubo quienes trataron de que Scioli hiciera cosas: rompiera con el gobierno, anunciara su candidatura anticipada, hiciera demostraciones de kirchnerismo ultra, se aliara con Massa, se aliara con Macri, convocará a Axel Kicillof, llamara a un gran frente opositor ... y Scioli no hizo nada de todo eso. Scioli probó que la hiperreacción frente a la coyuntura (un mal al que son muy proclives los políticos y políticas de la Argentina) no es nunca una buena estrategia.
La otra ganadora de este proceso es Cristina Fernández de Kirchner. La presidenta no sólo llegará a diciembre con relativa tranquilidad, sino que cada vez se ve más probable que logre, no sólo ponerle la banda a otro peronista, sino negociar las condiciones de cierta promesa de continuidad. Eso, y retirarse del gobierno con cifras mucho más positivas que las que logró Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De La Rúa o Eduardo Duhalde. Eso siendo una expresidente joven. Todavía le puede quedar mucho por hacer, si quiere.
Finalmente, llegamos al que entregó el partido sin participar: Florencio Randazzo. Es cierto: Randazzo tiene razones para sentirse decepcionado; después de todo, luego de un año y medio (por lo menos) de ofrecerse como la continuidad kirchnerista el gobierno fue y arregló con Scioli. Pero no es poco lo que construyó Randazzo en este tiempo: se ganó un lugar relativamente importante dentro del peronismo a fuerza de gestión y audacia. Ahora que se bajo de todo, salvo de su ministerio (hasta diciembre), Randazzo apuesta a todo o nada: construir sólo (si le perdonan no haber seguido los deseos de la conductora del movimiento) o desaparecer políticamente . Necesitaremos tiempo para ver cómo resulta esto, y paciencia. Después de todo, Scioli muestra que ésta es la mejor estrategia.
Como en las carreras de atletismo de fondo, aquellas en las que todos los corredores transcurren los primeros mil o dos mil metros tranquilamente hasta que dos o tres de ellos (casi siempre keniatas o etíopes o somalíes) súbitamente alargan el tranco, cambian de ritmo y se recortan del resto, en estos días el peronismo, que venía hasta ahora bastante manso y tranquilo decidió que ya estaba bien de campaña común y corriente y sacudió el tablero. Ayer Daniel Scioli anunció que el secretario legal y técnico de la presidencia, Carlos Zannini, sería su candidato a vicepresidente; ayer Florencio Randazzo estuvo reunido en la residencia de Olivos con la presidenta y hoy a la mañana se supo que renunciaba tanto a ser candidato a la Presidencia en las PASO del FPV como a buscar ser el sucesor de Scioli en la provincia de Buenos Aires. El peronismo es así, intenso. Y, como en el fondo, los demás corredores están tratando de alcanzarlos a los resoplidos.
Este proceso tienen dos grandes ganadores y uno que hizo walk-over. El primer ganador es por supuesto Daniel Scioli. Daniel Scioli hoy está más cerca de la presidencia argentina de lo que nunca estuvo. Scioli mostró dos cosas: que el peronismo premia la lealtad pero no el seguidismo, y que no hay valor político mayor que la paciencia.
Aquí decíamos con Santiago Rodríguez Rey hace meses que Scioli puede decir “soy el más leal del kirchnerismo” y “no soy el kirchnerismo” y ambas cosas serían ciertas. Scioli (y también Florencio Randazzo) mostraron que el peronismo es un partido que premia la lealtad pero no se enamora de “continuadores”. Tanto Scioli como Randazzo llegaron más lejos que los otros corredores de fondo (gente capaz y con experiencia como Aníbal Fernández, Jorge Taiana y Sergio Uribarri) porque por una parte nunca rompieron con el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner (hasta hoy, al menos, en el caso de Randazzo) pero sin embargo siempre se mostraron como “algo más” que la simple continuidad del modelo. Y la propia Cristina Fernández de Kirchner mostró que es, como dijo ayer “argentina, mujer y peronista” ante todo y el peronismo premia la ambición y el desparpajo.
Por otra parte, Scioli es la muestra de que, en Argentina, nunca hay que irse del peronismo. (Esto, por supuesto, sólo corre para los y las que están dentro de ese movimiento. Para quienes construyen poder desde otro lugar son otros los condicionantes.) Sergio Massa, quien tenía hasta el 2013 un perfil no tan distinto al de Scioli, eligió irse no sólo del gobierno sino del peronismo, y hoy cabe preguntarse qué hará de su futuro político. Efectivamente, la elección de octubre la ganará quien logre ocupar la ancha avenida del medio: el problema de Massa es que hoy por hoy quien va corriendo por ese carril es Scioli. En la Argentina de hoy, es decir, en un país que no vivió el derrumbe catastrófico del gobierno kirchnerista, hay espacio para un candidato/a que represente una continuidad (relativa) y un candidato que represente un cambio (relativo). No hay mucho más.
Finalmente, Daniel Scioli demuestra la virtud cardinal de la paciencia. Andrés Malamud y Ernesto Calvo demostraron en esta nota de hace un año y medio que la mejor estrategia para Scioli era continuar como venía, sin prisa pero sin pausa. Y Scioli lo hizo. Desde hace por lo menos ocho años hubo quienes trataron de que Scioli hiciera cosas: rompiera con el gobierno, anunciara su candidatura anticipada, hiciera demostraciones de kirchnerismo ultra, se aliara con Massa, se aliara con Macri, convocará a Axel Kicillof, llamara a un gran frente opositor ... y Scioli no hizo nada de todo eso. Scioli probó que la hiperreacción frente a la coyuntura (un mal al que son muy proclives los políticos y políticas de la Argentina) no es nunca una buena estrategia.
La otra ganadora de este proceso es Cristina Fernández de Kirchner. La presidenta no sólo llegará a diciembre con relativa tranquilidad, sino que cada vez se ve más probable que logre, no sólo ponerle la banda a otro peronista, sino negociar las condiciones de cierta promesa de continuidad. Eso, y retirarse del gobierno con cifras mucho más positivas que las que logró Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De La Rúa o Eduardo Duhalde. Eso siendo una expresidente joven. Todavía le puede quedar mucho por hacer, si quiere.
Finalmente, llegamos al que entregó el partido sin participar: Florencio Randazzo. Es cierto: Randazzo tiene razones para sentirse decepcionado; después de todo, luego de un año y medio (por lo menos) de ofrecerse como la continuidad kirchnerista el gobierno fue y arregló con Scioli. Pero no es poco lo que construyó Randazzo en este tiempo: se ganó un lugar relativamente importante dentro del peronismo a fuerza de gestión y audacia. Ahora que se bajo de todo, salvo de su ministerio (hasta diciembre), Randazzo apuesta a todo o nada: construir sólo (si le perdonan no haber seguido los deseos de la conductora del movimiento) o desaparecer políticamente . Necesitaremos tiempo para ver cómo resulta esto, y paciencia. Después de todo, Scioli muestra que ésta es la mejor estrategia.
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