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- 18.06.2015
Mataderos, el barrio del Mercado de Hacienda
En el barrio de Mataderos los vecinos se quejan del tránsito de 300 camiones que ingresan por día al Mercado de Hacienda para la compra y venta de ganado; otros, en cambio, sostienen que es una fuente de trabajo.
En la intersección de la Av. Eva Perón y Lisandro de la Torre se encuentra el ingreso al Mercado de Hacienda de Liniers, en el corazón del barrio de Mataderos. Todas las mañana el movimiento alrededor del predio es intenso. El predio recibe cerca de 300 camiones por día que trasladan vacas y novillos. El de Buenos Aires es el mercado de hacienda más grande del mundo: comercializa cerca de 140.000 cabezas por mes.
Pero en torno a este predio de 34 hectáreas delimitado por el Club Nueva Chicago, la Av. Lisandro de la Torre, la Av. Eva Perón y la calle Murguiondo, hay un barrio que está dividido por una polémica: su ubicación despierta el malestar de los vecinos. El microclima de campo, despierta mucha oposición. Para otros, es una fuente de trabajo.
Una ley de 2001 de la Legislatura de la Ciudad dispone que el emblemático mercado porteño debe ser mudado a San Vicente, provincia de Buenos Aires. Sin embargo, a través de acuerdos políticos entre el directorio de la institución y el gobierno porteño, ese traslado se viene postergando año tras año.
Allegados al Jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, sostienen al diario La Nación que hay una intención de la Ciudad de buscar un lugar alternativo para el Mercado de Hacienda, porque "no tiene sentido esta actividad en medio de la ciudad". De ser así, el gobierno porteño debería coordinar ese traslado con el gobierno nacional, propietario del terreno en Mataderos.
A unos pocos metros del predio se alzan Ciudad Oculta y el barrio de monoblocks Los Perales. Algunos vecinos de la zona están cansados del tránsito que genera el mercado vacuno y, también, de los olores que emanan continuamente. Otros, en cambio, están contentos porque el mercado genera empleo.
"Tenemos gente a favor y en contra desde siempre. Hay vecinos que viven del mercado y otros que preferirían que acá hubiera un shopping. No todo el mundo está contento", dice Ignacio Gómez Álzaga a La Nación, consignatario y ex vicepresidente de la institución.
"Es ilógico que tengamos un mercado de hacienda en medio del barrio. Entiendo que es tradición, pero entre los camiones y el olor se vuelve insoportable estar acá", comentó Alfredo Casano a La Nación, un vecino que vive sobre Lisandro de la Torre.
El mercado es propietario de 360 hectáreas en San Vicente, provincia de Buenos Aires. Ése sería el destino si se decidiera trasladarlo, aunque no hay indicios de que esto suceda en lo inmediato. "Si mueven el mercado a la provincia de Buenos Aires, toda esta zona corre el riesgo de ser ocupada por la gente de Ciudad Oculta. Además, los vecinos tampoco queremos un centro comercial acá", dijo Amelia, una vecina que defiende la permanencia del mercado en el barrio.
Este lugar emplea a más de 2000 personas, de las cuales 450 son gauchos a caballo. En el predio operan a diario 55 firmas consignatarias y 550 compradores. A eso de las 9 de la mañana, más de 40 compradores se agolpan en los pasillos aéreos de cemento del predio, donde hay más de 2000 corrales.
Un gaucho con la piel curtida y boina recorre el pasillo entre los corrales a caballo; al lado, un carrito blanco con ruedas traslada al representante de la empresa consignataria que vende en ese momento. Antes de que arranque el remate, suena un clásico folklórico de fondo; los compradores toman café y preparan sus listas. Allí está, por ejemplo, Mingo Chinia que tiene 95 años y es el comprador con más historia; trabaja desde 1933 y es empleado Alberto Samid. Chinia es uno de los férreos defensores de la permanencia del mercado.
El perímetro del predio tiene alambre de púa sobre los paredones, y en todas las avenidas linderas hay fábricas, frigoríficos, chacinados y curtiembres. Al movimiento de camiones propio del mercado se suma el transporte de los comercios linderos, que alimenta las quejas de los vecinos en contra del lugar en cuestión.
El primer mito en torno al mercado es que allí se faena la hacienda: en realidad sólo se realiza el remate. Así, los camiones entran y salen con el ganado a pie, cuyo destino final será el frigorífico. Una vez que las cabezas son rematadas, el gaucho a caballo les imprime un sello blanco con el número que las identifica. Con un golpe seco, les deja la marca en el cuero. Luego, agita una bolsa de nylon: el ruido las asusta y, tras abrir las puertas del corral, se agolpan para escapar en fila.
Dentro del terreno están los corrales, las pequeñas viviendas de algunos empleados, tres restaurantes y dos bancos. Hay, además, un predio lindero al mercado que fue de su propiedad hasta 2006, y que luego cedió al gobierno para la construcción de una escuela. Ese terreno está abandonado desde entonces y hay agentes de la Policía Metropolitana que vigilan que el lugar no sea usurpado.
Para los urbanistas, la existencia de un predio con hacienda en medio de la ciudad es insólito. "Un mercado de hacienda no forma parte del orden actual de una ciudad. El movimiento de camiones, la comercialización, la distribución; todo eso requiere otro ambiente. Hay siempre una especie de resistencia al cambio por parte de los ciudadanos", explica el arquitecto Roberto Converti a La Nación.
En diciembre próximo, la Ciudad definiría si el mercado finalmente se despedirá de Mataderos.
En la intersección de la Av. Eva Perón y Lisandro de la Torre se encuentra el ingreso al Mercado de Hacienda de Liniers, en el corazón del barrio de Mataderos. Todas las mañana el movimiento alrededor del predio es intenso. El predio recibe cerca de 300 camiones por día que trasladan vacas y novillos. El de Buenos Aires es el mercado de hacienda más grande del mundo: comercializa cerca de 140.000 cabezas por mes.
Pero en torno a este predio de 34 hectáreas delimitado por el Club Nueva Chicago, la Av. Lisandro de la Torre, la Av. Eva Perón y la calle Murguiondo, hay un barrio que está dividido por una polémica: su ubicación despierta el malestar de los vecinos. El microclima de campo, despierta mucha oposición. Para otros, es una fuente de trabajo.
Una ley de 2001 de la Legislatura de la Ciudad dispone que el emblemático mercado porteño debe ser mudado a San Vicente, provincia de Buenos Aires. Sin embargo, a través de acuerdos políticos entre el directorio de la institución y el gobierno porteño, ese traslado se viene postergando año tras año.
Allegados al Jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, sostienen al diario La Nación que hay una intención de la Ciudad de buscar un lugar alternativo para el Mercado de Hacienda, porque "no tiene sentido esta actividad en medio de la ciudad". De ser así, el gobierno porteño debería coordinar ese traslado con el gobierno nacional, propietario del terreno en Mataderos.
A unos pocos metros del predio se alzan Ciudad Oculta y el barrio de monoblocks Los Perales. Algunos vecinos de la zona están cansados del tránsito que genera el mercado vacuno y, también, de los olores que emanan continuamente. Otros, en cambio, están contentos porque el mercado genera empleo.
"Tenemos gente a favor y en contra desde siempre. Hay vecinos que viven del mercado y otros que preferirían que acá hubiera un shopping. No todo el mundo está contento", dice Ignacio Gómez Álzaga a La Nación, consignatario y ex vicepresidente de la institución.
"Es ilógico que tengamos un mercado de hacienda en medio del barrio. Entiendo que es tradición, pero entre los camiones y el olor se vuelve insoportable estar acá", comentó Alfredo Casano a La Nación, un vecino que vive sobre Lisandro de la Torre.
El mercado es propietario de 360 hectáreas en San Vicente, provincia de Buenos Aires. Ése sería el destino si se decidiera trasladarlo, aunque no hay indicios de que esto suceda en lo inmediato. "Si mueven el mercado a la provincia de Buenos Aires, toda esta zona corre el riesgo de ser ocupada por la gente de Ciudad Oculta. Además, los vecinos tampoco queremos un centro comercial acá", dijo Amelia, una vecina que defiende la permanencia del mercado en el barrio.
Este lugar emplea a más de 2000 personas, de las cuales 450 son gauchos a caballo. En el predio operan a diario 55 firmas consignatarias y 550 compradores. A eso de las 9 de la mañana, más de 40 compradores se agolpan en los pasillos aéreos de cemento del predio, donde hay más de 2000 corrales.
Un gaucho con la piel curtida y boina recorre el pasillo entre los corrales a caballo; al lado, un carrito blanco con ruedas traslada al representante de la empresa consignataria que vende en ese momento. Antes de que arranque el remate, suena un clásico folklórico de fondo; los compradores toman café y preparan sus listas. Allí está, por ejemplo, Mingo Chinia que tiene 95 años y es el comprador con más historia; trabaja desde 1933 y es empleado Alberto Samid. Chinia es uno de los férreos defensores de la permanencia del mercado.
El perímetro del predio tiene alambre de púa sobre los paredones, y en todas las avenidas linderas hay fábricas, frigoríficos, chacinados y curtiembres. Al movimiento de camiones propio del mercado se suma el transporte de los comercios linderos, que alimenta las quejas de los vecinos en contra del lugar en cuestión.
El primer mito en torno al mercado es que allí se faena la hacienda: en realidad sólo se realiza el remate. Así, los camiones entran y salen con el ganado a pie, cuyo destino final será el frigorífico. Una vez que las cabezas son rematadas, el gaucho a caballo les imprime un sello blanco con el número que las identifica. Con un golpe seco, les deja la marca en el cuero. Luego, agita una bolsa de nylon: el ruido las asusta y, tras abrir las puertas del corral, se agolpan para escapar en fila.
Dentro del terreno están los corrales, las pequeñas viviendas de algunos empleados, tres restaurantes y dos bancos. Hay, además, un predio lindero al mercado que fue de su propiedad hasta 2006, y que luego cedió al gobierno para la construcción de una escuela. Ese terreno está abandonado desde entonces y hay agentes de la Policía Metropolitana que vigilan que el lugar no sea usurpado.
Para los urbanistas, la existencia de un predio con hacienda en medio de la ciudad es insólito. "Un mercado de hacienda no forma parte del orden actual de una ciudad. El movimiento de camiones, la comercialización, la distribución; todo eso requiere otro ambiente. Hay siempre una especie de resistencia al cambio por parte de los ciudadanos", explica el arquitecto Roberto Converti a La Nación.
En diciembre próximo, la Ciudad definiría si el mercado finalmente se despedirá de Mataderos.
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