- Archivo
- 28.05.2015
Dios los cría: “Cuando la música se vuelve un laburo de oficina, no funciona”
Por Sebastián Scigliano
Con 20 años de carrera a cuestas y seis discos en su haber, la banda de Mar del plata decidió dar un golpe de timón y dejar de editar discos físicos, para pasar a ofrecer su música sólo mediante descarga on line. “el formato se volvió muy tirano”, dice Pato Duhalde, voz del grupo. Presentan “El sonido de lo inevitable” hoy, en The Roxy.
Presentan este disco como “una vuelta superadora a los inicios”. ¿En qué sentido dicen eso?
Dios los cría tuvo muchas etapas. En el comienzo fuimos muy guitarreros, bastante grunge, que era la lo sonaba, por el ´95. Había mucho formato a partir de eso, de cierto espíritu grunge en el medio. Después entramos en varias facetas más que nada experimentales, a partir del resultado de lo que fue el primer álbum, de entrar a un estudio y no conocer las posibilidades que eso te deba. Ahí empezamos, paralelamente a los compositivo, a tratar de decodificar ese ambiente hostil y hacerlo amigable, para que a la hora de encarar un laburo se pudiera aprovechar. Había un contenido de frescura que, con el tiempo y mientas vas profesionalizándote, eso se pierde un poco. Este disco tiene un espíritu más de sala de ensayo, que es volver un poco a donde todo comenzó. La idea fue entrar en un estudio y grabarlo todo junto, como se hacía en los ´70, buscar la mejor toma pero que todo estuviese tocado junto y que se entendiese eso, y que el concepto del álbum, si lo escuchás detenidamente, es casi un concepto de vivo, en el que la viola está siempre en el mismo lugar, medio como cuando escuchás Zeppelin III, en el que Page está siempre del mismo lado. En esa época se hacía de esa forma. Hoy, capaz que la tecnología te permite que todo sea tan perfecto que se termina volviendo imperfecto.
¿Por qué decidieron ese retorno?
Porque dimos una vuelta. Nuestro segundo álbum fue Dios.com y usamos la misma producción de ese disco, encabezada por el Negro Herrera, que fue el ingeniero de los Redondos de siempre, y del primer disco del El Indio, porque necesitábamos un sonido que fuera más rockero. Los siguientes discos, como el Álbum blanco, fueron más experimentales porque, por ejemplo, habíamos comprado un sistema de Pro Tools y queríamos descular qué se podía hacer con todo eso, e hicimos ese disco en base a ese sonido. Después, Justo cuando nos estábamos quedando sordos ya es un álbum más de estudio y este, por la concepción que tenían las canciones, era más de sala. Y verdaderamente pasó eso, se grabó en tres días. Creo que le imprimió eso también un carácter de frescura que se nota también en el vivo.
En general, las bandas que deciden esquivar la edición de discos físicos y van por lo digital son bandas más jóvenes, tal vez más criadas en ese clima que una banda como ustedes. ¿Cómo es que llegaron casi a militar contra el disco físico?
Es una cuestión de supervivencia, básicamente. Los últimos álbums que hicimos físicos los hicimos para la EMI. Cuando llegás a firmar un contrato con una multinacional y no lográs un buen resultado, es como que llegaste al punto que debería ser y no es, por un montón de cuestiones que, por ahí, en ese entonces no se visualizaban. Nosotros salimos de la EMI en el 2006, básicamente porque no podían apostar a desarrollarnos, básicamente porque la compañía no vendía discos. La función que siempre tuvo una discográfica fue la de desarrollar artistas. Obviamente, si no vendían álbumes, no podían invertir en eso. Se empezó a generar un cuello de embudo. Salimos de ahí porque estábamos en un lugar en el que no podíamos conseguir lo que queríamos y, por suerte, también pudimos salir airosos de eso. Empezamos a entender que había un camino que estaba siendo distinto y que no era una cuestión arbitraria de que la gente empezaba a descargar música porque estaba gratis en internet, sino que había un cambio de mentalidad de cómo la gente entendía ese proceso. Obviamente, nosotros después de haber estado 15 años adentro de la industria, habíamos vivido muchas cosas y, por lógica, debíamos de alguna manera plasmar ese conocimiento en cosas que no estaban bien, como por ejemplo la renovación cultural. Hace más de diez años que el rock no se renueva, sigue girando siempre sobre lo mismo y hasta tiende a extinguirse. Porque lo que pasa en todo eso es no tiene una forma de volver a decir cosas que sean importantes. La industria, por la necesidad de vender, te empujaba cada vez más a que hicieras jingles, que las canciones sean de tres minutos, que los estribillos sean pegadizos, etc. Había una receta, y hoy un disco como El lado oscuro de la luna no se podría hacer; o un tema como Riders on the storm, de Doors, tampoco. Y ahí hay un gran problema. Y eso no quiere decir que tengas que hacer cosas que ya se hicieron, pero si quisieras hacer una canción de 7 minutos, hoy no te la edita nadie. Y las bandas nuevas que salen hoy salen así, dependen de la autogestión y es ahí donde la cuestión de la independencia vuelve a tomar fuerza. Toda esa movida, sola, no funciona. Si uno empieza a generar un nuevo panorama, también la gente empieza a entender que el CD y el vinilo era un ordenador natural, para el consumidor también. Hoy ya no pasa eso, la música se presenta en multiplataforma y se consume del mismo modo. Hay gente a la que ya directamente no le interesa tener las cosas. Hoy, lo más importante de la música pasa en Youtube y a las generaciones nuevas no les interesa tener una pieza llena de CDs.
¿Cómo incide esa nueva mirada tanto en la música que hacen como en el hecho, por ejemplo, de concebir un disco como una obra integral?
Es que el formato se volvió muy tirano también. Cuando estaba el vinilo, podías hacer 8 o 10 temas, no más. Y debías pensar la concepción de una obra en un cierto tiempo de duración, porque si no, no se podía hacer. El CD tiene un condicionante también. Pero cuando cambiás el formato, sacás lo molecular y lo volvés binario, si hacés tres temas y están buenos ya está, no necesitás rellenar el resto. Le das otra libertad creativa a la cuestión.
¿Qué están escuchando, qué les resulta atractivo de la escena actual?
En lo personal, con el tiempo las cosas te sorprenden menos y se van reciclando más. Mucho de lo que está dando vueltas en la escena hoy se parecen a cosas que pasaron hace 20, 30 años. Cosas novedosas, no sé si hay tantas. Sí hay bandas talentosas, como Muse, por ejemplo, que realmente son bandas muy talentosas, aunque no sé si compositivamente, sino más bien en cuanto a la concepción de la banda. Pero se repiten cosas, es muy difícil que algo te sorprenda como antes. Y es que hay como una contención que no permite muchas de esas experimentaciones porque la mayoría sabe que cuanto más experimente, menos posibilidades de salir tiene.
Aparecía antes el tema de que el rock perdió la capacidad de decir cosas nuevas. ¿Qué dicen las canciones de Dios los cría?
Siempre digo que Dios los cría le ha puesto mucho énfasis a sus líricas y me parece que muchas cosa de entender, es leer, porque las letras tiene hasta un sentido de catarsis, a veces, viscerales, íntimas, que no son fáciles de hablar en una mesa, por ejemplo. Tiene hasta cierta parte de psicoanálisis, y muchas cosas no van a que una canción suene “linda”, y ese es el punto. Una canción debe sonar como un impacto, para utilizar el arte como una herramienta de cambio, no de confort. Y la música en el último tiempo se ha vuelto confortable, radiofónica, para que el ama de casa la pueda escuchar cuando lava los platos.
¿Qué significa Buenos Aires para ustedes?
En cuanto a lo musical puede ser una cita obligada, pero en cuanto a la forma de vida, no sé si es la ciudad que elegiríamos para vivir. De hecho, nuestra música tiene otro tiempo, otro olor, olor a mar, ciertos condimentos que hacen que la música sea también parte de donde ha sido compuesta. En cierta manera nos pasa eso, por el hecho de tener la posibilidad de hacer las cosas de otra manera. Buenos Aires es un poco más tirana en eso, la ciudad te impone la forma. Cuando salís de ese foco, la cosa empieza a funcionar de otra manera, porque podés parar con algo, dejarlo estacionar, esperar y volverlo a ver. Más con estos procesos de producción en los que ya no dependés de los tiempos de otro. Por ejemplo, cuando mezclamos este álbum lo hicimos hasta el momento en que estábamos seguros de que lo queríamos así. Lo colgamos y ya al otro día hubo 1000 descargas, es instantáneo. Antes, cuando vos le entregabas el disco a la compañía, a la gente le llegaba al año y medio. Ya empezaba a correrse el foco de lo que a vos te pasaba respecto de lo que pasaba a la gente con eso. Ya estabas en otra cosa. A nosotros, ahora, en vivo nos está pasando con esa música lo mismo que le pasa al público que lo escucha.
¿A dónde van como banda, que proyectan?
Dios los cría siempre pagó un determinado precio por no seguir ciertas fórmulas. Cuando hicimos Dios.com la gente esperaba que el siguiente sea una continuación, y no fue así. La música siempre fue para nosotros un lugar no confortable. Entendemos que las bandas, cuando consiguen su fórmula, es esa fórmula la que los termina condenando. Por eso es que es muy difícil mantenerse tanto tiempo. Y eso tiene precio, y nosotros sabemos que lo pagamos. Pero en el fondo siempre fuimos consecuentes con lo que pensábamos, que no necesariamente las bandas deben ser mega bandas.
Habría que ver si las mega bandas eligen serlo.
Cuando nosotros hicimos la apertura de Chilli Peppers, en 2002, en la prueba de sonido vi que, en la batería, de Chad Smith tenía pegadas las fotos de los hijos, como si fuera su oficina. Cuando terminamos de hacer la prueba me lo encuentro, yo estaba con mi hija en brazos, que tenía un año. Y me dijo: “¿no me prestás a tu hija?”, porque tenía una igual a la mía y hacía seis meses que no la veía. Y estuvo una hora con la pendeja en brazos, dando vueltas por el estadio. En ese momento, yo tuve un crack, porque pensás que eso es lo más, y no siempre es así. Más allá de todo, vos tenés una vida, y parte de hacer eso es que lo disfrutes. Y cuando la música se vuelve un laburo de oficina, no funciona.
Con 20 años de carrera a cuestas y seis discos en su haber, la banda de Mar del plata decidió dar un golpe de timón y dejar de editar discos físicos, para pasar a ofrecer su música sólo mediante descarga on line. “el formato se volvió muy tirano”, dice Pato Duhalde, voz del grupo. Presentan “El sonido de lo inevitable” hoy, en The Roxy.
Presentan este disco como “una vuelta superadora a los inicios”. ¿En qué sentido dicen eso?
Dios los cría tuvo muchas etapas. En el comienzo fuimos muy guitarreros, bastante grunge, que era la lo sonaba, por el ´95. Había mucho formato a partir de eso, de cierto espíritu grunge en el medio. Después entramos en varias facetas más que nada experimentales, a partir del resultado de lo que fue el primer álbum, de entrar a un estudio y no conocer las posibilidades que eso te deba. Ahí empezamos, paralelamente a los compositivo, a tratar de decodificar ese ambiente hostil y hacerlo amigable, para que a la hora de encarar un laburo se pudiera aprovechar. Había un contenido de frescura que, con el tiempo y mientas vas profesionalizándote, eso se pierde un poco. Este disco tiene un espíritu más de sala de ensayo, que es volver un poco a donde todo comenzó. La idea fue entrar en un estudio y grabarlo todo junto, como se hacía en los ´70, buscar la mejor toma pero que todo estuviese tocado junto y que se entendiese eso, y que el concepto del álbum, si lo escuchás detenidamente, es casi un concepto de vivo, en el que la viola está siempre en el mismo lugar, medio como cuando escuchás Zeppelin III, en el que Page está siempre del mismo lado. En esa época se hacía de esa forma. Hoy, capaz que la tecnología te permite que todo sea tan perfecto que se termina volviendo imperfecto.
¿Por qué decidieron ese retorno?
Porque dimos una vuelta. Nuestro segundo álbum fue Dios.com y usamos la misma producción de ese disco, encabezada por el Negro Herrera, que fue el ingeniero de los Redondos de siempre, y del primer disco del El Indio, porque necesitábamos un sonido que fuera más rockero. Los siguientes discos, como el Álbum blanco, fueron más experimentales porque, por ejemplo, habíamos comprado un sistema de Pro Tools y queríamos descular qué se podía hacer con todo eso, e hicimos ese disco en base a ese sonido. Después, Justo cuando nos estábamos quedando sordos ya es un álbum más de estudio y este, por la concepción que tenían las canciones, era más de sala. Y verdaderamente pasó eso, se grabó en tres días. Creo que le imprimió eso también un carácter de frescura que se nota también en el vivo.
En general, las bandas que deciden esquivar la edición de discos físicos y van por lo digital son bandas más jóvenes, tal vez más criadas en ese clima que una banda como ustedes. ¿Cómo es que llegaron casi a militar contra el disco físico?
Es una cuestión de supervivencia, básicamente. Los últimos álbums que hicimos físicos los hicimos para la EMI. Cuando llegás a firmar un contrato con una multinacional y no lográs un buen resultado, es como que llegaste al punto que debería ser y no es, por un montón de cuestiones que, por ahí, en ese entonces no se visualizaban. Nosotros salimos de la EMI en el 2006, básicamente porque no podían apostar a desarrollarnos, básicamente porque la compañía no vendía discos. La función que siempre tuvo una discográfica fue la de desarrollar artistas. Obviamente, si no vendían álbumes, no podían invertir en eso. Se empezó a generar un cuello de embudo. Salimos de ahí porque estábamos en un lugar en el que no podíamos conseguir lo que queríamos y, por suerte, también pudimos salir airosos de eso. Empezamos a entender que había un camino que estaba siendo distinto y que no era una cuestión arbitraria de que la gente empezaba a descargar música porque estaba gratis en internet, sino que había un cambio de mentalidad de cómo la gente entendía ese proceso. Obviamente, nosotros después de haber estado 15 años adentro de la industria, habíamos vivido muchas cosas y, por lógica, debíamos de alguna manera plasmar ese conocimiento en cosas que no estaban bien, como por ejemplo la renovación cultural. Hace más de diez años que el rock no se renueva, sigue girando siempre sobre lo mismo y hasta tiende a extinguirse. Porque lo que pasa en todo eso es no tiene una forma de volver a decir cosas que sean importantes. La industria, por la necesidad de vender, te empujaba cada vez más a que hicieras jingles, que las canciones sean de tres minutos, que los estribillos sean pegadizos, etc. Había una receta, y hoy un disco como El lado oscuro de la luna no se podría hacer; o un tema como Riders on the storm, de Doors, tampoco. Y ahí hay un gran problema. Y eso no quiere decir que tengas que hacer cosas que ya se hicieron, pero si quisieras hacer una canción de 7 minutos, hoy no te la edita nadie. Y las bandas nuevas que salen hoy salen así, dependen de la autogestión y es ahí donde la cuestión de la independencia vuelve a tomar fuerza. Toda esa movida, sola, no funciona. Si uno empieza a generar un nuevo panorama, también la gente empieza a entender que el CD y el vinilo era un ordenador natural, para el consumidor también. Hoy ya no pasa eso, la música se presenta en multiplataforma y se consume del mismo modo. Hay gente a la que ya directamente no le interesa tener las cosas. Hoy, lo más importante de la música pasa en Youtube y a las generaciones nuevas no les interesa tener una pieza llena de CDs.
¿Cómo incide esa nueva mirada tanto en la música que hacen como en el hecho, por ejemplo, de concebir un disco como una obra integral?
Es que el formato se volvió muy tirano también. Cuando estaba el vinilo, podías hacer 8 o 10 temas, no más. Y debías pensar la concepción de una obra en un cierto tiempo de duración, porque si no, no se podía hacer. El CD tiene un condicionante también. Pero cuando cambiás el formato, sacás lo molecular y lo volvés binario, si hacés tres temas y están buenos ya está, no necesitás rellenar el resto. Le das otra libertad creativa a la cuestión.
¿Qué están escuchando, qué les resulta atractivo de la escena actual?
En lo personal, con el tiempo las cosas te sorprenden menos y se van reciclando más. Mucho de lo que está dando vueltas en la escena hoy se parecen a cosas que pasaron hace 20, 30 años. Cosas novedosas, no sé si hay tantas. Sí hay bandas talentosas, como Muse, por ejemplo, que realmente son bandas muy talentosas, aunque no sé si compositivamente, sino más bien en cuanto a la concepción de la banda. Pero se repiten cosas, es muy difícil que algo te sorprenda como antes. Y es que hay como una contención que no permite muchas de esas experimentaciones porque la mayoría sabe que cuanto más experimente, menos posibilidades de salir tiene.
Aparecía antes el tema de que el rock perdió la capacidad de decir cosas nuevas. ¿Qué dicen las canciones de Dios los cría?
Siempre digo que Dios los cría le ha puesto mucho énfasis a sus líricas y me parece que muchas cosa de entender, es leer, porque las letras tiene hasta un sentido de catarsis, a veces, viscerales, íntimas, que no son fáciles de hablar en una mesa, por ejemplo. Tiene hasta cierta parte de psicoanálisis, y muchas cosas no van a que una canción suene “linda”, y ese es el punto. Una canción debe sonar como un impacto, para utilizar el arte como una herramienta de cambio, no de confort. Y la música en el último tiempo se ha vuelto confortable, radiofónica, para que el ama de casa la pueda escuchar cuando lava los platos.
¿Qué significa Buenos Aires para ustedes?
En cuanto a lo musical puede ser una cita obligada, pero en cuanto a la forma de vida, no sé si es la ciudad que elegiríamos para vivir. De hecho, nuestra música tiene otro tiempo, otro olor, olor a mar, ciertos condimentos que hacen que la música sea también parte de donde ha sido compuesta. En cierta manera nos pasa eso, por el hecho de tener la posibilidad de hacer las cosas de otra manera. Buenos Aires es un poco más tirana en eso, la ciudad te impone la forma. Cuando salís de ese foco, la cosa empieza a funcionar de otra manera, porque podés parar con algo, dejarlo estacionar, esperar y volverlo a ver. Más con estos procesos de producción en los que ya no dependés de los tiempos de otro. Por ejemplo, cuando mezclamos este álbum lo hicimos hasta el momento en que estábamos seguros de que lo queríamos así. Lo colgamos y ya al otro día hubo 1000 descargas, es instantáneo. Antes, cuando vos le entregabas el disco a la compañía, a la gente le llegaba al año y medio. Ya empezaba a correrse el foco de lo que a vos te pasaba respecto de lo que pasaba a la gente con eso. Ya estabas en otra cosa. A nosotros, ahora, en vivo nos está pasando con esa música lo mismo que le pasa al público que lo escucha.
¿A dónde van como banda, que proyectan?
Dios los cría siempre pagó un determinado precio por no seguir ciertas fórmulas. Cuando hicimos Dios.com la gente esperaba que el siguiente sea una continuación, y no fue así. La música siempre fue para nosotros un lugar no confortable. Entendemos que las bandas, cuando consiguen su fórmula, es esa fórmula la que los termina condenando. Por eso es que es muy difícil mantenerse tanto tiempo. Y eso tiene precio, y nosotros sabemos que lo pagamos. Pero en el fondo siempre fuimos consecuentes con lo que pensábamos, que no necesariamente las bandas deben ser mega bandas.
Habría que ver si las mega bandas eligen serlo.
Cuando nosotros hicimos la apertura de Chilli Peppers, en 2002, en la prueba de sonido vi que, en la batería, de Chad Smith tenía pegadas las fotos de los hijos, como si fuera su oficina. Cuando terminamos de hacer la prueba me lo encuentro, yo estaba con mi hija en brazos, que tenía un año. Y me dijo: “¿no me prestás a tu hija?”, porque tenía una igual a la mía y hacía seis meses que no la veía. Y estuvo una hora con la pendeja en brazos, dando vueltas por el estadio. En ese momento, yo tuve un crack, porque pensás que eso es lo más, y no siempre es así. Más allá de todo, vos tenés una vida, y parte de hacer eso es que lo disfrutes. Y cuando la música se vuelve un laburo de oficina, no funciona.
- SECCIÓN
- Archivo
COMENTARIOS