Boedo luce renovado por sus teatros y bares

En el barrio de Boedo los viejos bares se renovaron y se instalaron salas y restaurantes que atraen un público nuevo de jóvenes y artistas; se consolida como un circuito artístico alternativo al de San Telmo y Palermo.

En la última década, la fisonomía de la Av. Boedo cambió y esa reconfiguración explotó hace tres años, con la apertura de nuevas salas de teatro y la mayor trascendencia que cobraron espacios como Timbre 4 o la nueva puesta de bares notables como Café Margot. Boedo pasó de ser un barrio de casas bajas y gente mayor a recibir a jóvenes y artistas de todas partes de la Ciudad de Buenos Aires.

La Fundación Pan y Arte, es un complejo ubicado entre las calles Carlos Calvo y Estados Unidos. En el año 2000 el lugar abrió como restaurante y una pequeña sala teatral con 40 localidades. Allí colgaban algunas muestras, se ofrecía a los clientes una pequeña biblioteca de arte y de vez en cuando se hacían presentaciones. Hace tres años, el lugar sumó una nueva sala para 80 personas. Entre las dos salas, hoy tienen en cartel diez obras que incluyen presentaciones para niños. Además, hay talleres y muestras todo el año.

“Pan y Arte tiene 15 años y el lugar, el público y la gente del barrio fueron cambiando. Antes venían de afuera a nuestros lugares. De alguna manera, el lugar se fue transformando y hay un movimiento barrial que acompaña eso porque en Boedo está sucediendo algo interesante a nivel cultural. Hay mucha gente trabajando en proyectos interesantes", asegura al diario La Nación Lucas Marín.

En diagonal, en la vereda de en frente, se encuentra el tradicional Café Margot fundado en 1904 en la esquina del Pasaje San Ignacio. Junto al Homero Manzi son los dos cafés de la avenida considerados bares notables por el Gobierno de la Ciudad.

“A las siete de la tarde, en Boedo ves un movimiento increíble. Negocios, gente caminando que va y viene, y se sienta a tomar un café. Eso no se da en todos los lados de la ciudad. Ha crecido bastante en los últimos años. El público de Margot siempre fue de barrio, mucho personaje porteño, mucho artista“, sostiene a La Nación Martín Paesch, a cargo de Café Margot.

Las noches de los viernes, sábados y domingos son las más concurridas porque coincide con las funciones de las obras o los espectáculos musicales que se dan dentro de los bares. El ritual del teatro y cena funciona a la perfección en esta zona, donde a lo largo de cinco cuadras se puede realizar todo y hasta disfrutar de un paseo de esculturas o de las placas que marcan los espacios emblemáticos vinculados al tango y al Grupo de Boedo.

Al lado del Café Margot está el teatro Boedo XXI. Funciona desde hace 14 años con la dirección de Concepción Natoli. Para ella, una mujer de 74 años, los cambios empezaron a notarse en los últimos tres años. “Algunos vienen y dicen que ahora se parece a París con todas las mesas en la calle que están hasta muy tarde, con la gente esperando mesas. Está muy bueno”, relata a La Nación.

La revalorización de Boedo está vinculada a la búsqueda de nuevas zonas que funcionen como centros de entretenimiento frente a opciones más difundidas como San Telmo o Palermo. Todas las personas consultadas coinciden en que el de boca en boca es el mejor y más eficaz convocante.

El Club Cultural La Minga está ubicado en una típica casa antigua reciclada en la calle Maza, entre San Juan y Humberto I. Con apenas dos años en el barrio, son los últimos en sumarse a la movida. Francisco Chibán está al frente de este proyecto que empezó como un pasatiempo de amigos y que en muy poco tiempo se convirtió en su principal interés.

“Nos instalamos en Boedo porque todos somos de ahí y hay una pertenencia fuerte con el barrio, pero también porque hay una movida cultural recontra interesante“, sostiene a La Nación. Además de talleres, presentación de bandas y muestras, La Minga recuperó la calle como lugar de encuentro y celebración barrial al organizar festivales en los que la cuadra queda cortada hasta la madrugada.

Pero no todo es color de rosa en el barrio de Boedo, el jueves pasado el Gobierno de la Ciudad realizó una nueva clausura, esta vez le tocó al Centro Cultural El Surco, que queda en Boedo 830.

El jueves pasado por la noche había una milonga en El Surco, una vez iniciada la actividad llegó un móvil de la Agencia Gubernamental de Control que fijó una faja de clausura en el ingreso al espacio cultural.

Según detallan integrantes del histórico local de la agrupación Seamos Libres, los inspectores "no se iban a ir sin pegar la faja naranja para intentar clausurar a la cultura popular. No es un problema legal, ni siquiera edilicio y mucho menos de seguridad. Es un problema político, es una forma de concebir a la cultura".

Las actividades de este centro cultural fueron reconocidas por la Legislatura porteña nombrándolas de Interés Cultural.


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