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- 15.05.2015
El mercado boliviano en Liniers ofrece sus sabores
Los fines de semana el barrio de Liniers ofrece los sabores y aromas de Bolivia.
Los fines de semana la esquina de José León Suárez e Ibarrola en Liniers se viste de los colores del ají, las hierbas y la papalisa. A quien quiera acercarse a Bolivia, el mercado de Liniers lo espera con sus aromas y sabores.
El mercado está en todo su esplendor los fines de semana, con mucha gente y muchos puestos en la calle. A mediados de los años 80 cerraron el antiguo mercado de frutas y verduras de Liniers y en los 90 fue convertido en shopping. A cien metros se encuentra la estación de micros de larga distancia en donde terminan su recorrido los que viajan de Bolivia a Buenos Aires. En las cuatro cuadras cercanas, los inmigrantes replicaron los infinitos mercados bolivianos. Así, a la venta de frutas y verduras de antaño se les agregaron los típicos ingredientes de la dieta andina.
Las grandes protagonistas son las diferentes variedades de papas. La papalisa, que resalta por su color fucsia, se usa para hacer sopa o se mezcla con tomate y ají picante como acompañamiento. La clientela boliviana también busca el chuño, la papa deshidratada al sol tal como lo hacían los antiguos aymaras para conservarla por años. Se la puede distinguir por su color negro. Se usa para el fricasé: cerdo hervido en caldo condimentado con ají y ajo. También se llevan el ají amarillo disecado que es el verdadero sabor de la comida boliviana. En cuanto a la fruta, se puede conseguir gran variedad proveniente de Brasil como el mango, la papaya o la carambola.
Otro producto muy apreciado son las especias. El tomillo, romero y estragón en el mercado de Liniers es mucho más barato. El ají molido se vende a $24 el kilo. También hay clavo de olor, canela, comino puro, anís y todo tipo de pimientas. Hay varios locales grandes que venden productos secos a granel. Muchos clientes porteños llevan lo que comprarían en las dietéticas o tiendas naturistas pero mucho más barato. La quinoa, cereal muy valorado por su contenido proteico, se puede conseguir a $110 el kilo.
También se puede disfrutar de los restaurantes de la comunidad boliviana. Las porciones son muy generosas. Se puede empezar con un caldo de pollo bien especiado. Para los que se animan más, pueden comer el Pique Macho, lleva carne, papa, tomate, chorizo, una salsa especial y mucho locoto que lo hace bien picante. Otro plato muy vendido es el pollo broaster. Javier, dueño del restaurant Copacabana, cuenta a Diario Z que él vende el mejor: crocante por fuera y tierno por dentro. “Es un plato norteamericano pero con un secreto boliviano”.
En la esquina de José León Suárez e Ibarrola se acomodan los puestos de comida. Usan changuitos de supermercado en donde ponen las brasas y arriba quizás una sartén con chicharrón o salchipapas, típica comida rápida de La Paz. También se venden ricas y jugosísimas “salteñas” o empanadas de pollo cuyo secreto es la gelatina natural de pata de vaca que las hace muy sabrosas.
No todos los locales son de comida. Hay muchos que venden insumos para fiestas de quince, cumpleaños o casamientos, como piñatas, tarjetas y souvenirs. Varias confiterías venden tortas decoradas con colores fuertes.
Se puede consultar un curandero o yatiri que en aymara significa “el que sabe”. Ellos ofrecen hacer los “warmi munachi”. Los piden los hombres, sobre todo, para que la mujer que aman los corresponda. La otra opción es comprar uno mismo un “coa”, una especie de kit ya preparado como sacrificio a la Pachamama con piezas pequeñas que representan los pedidos: una casa, un auto o clientela. Lleva la hoja sagrada de coca; la coa, que es un vegetal andino, y una serpentina plateada que representa el dinero. Eso se debe quemar y el humo de la coa elevará el pedido al cielo.
Los fines de semana la esquina de José León Suárez e Ibarrola en Liniers se viste de los colores del ají, las hierbas y la papalisa. A quien quiera acercarse a Bolivia, el mercado de Liniers lo espera con sus aromas y sabores.
El mercado está en todo su esplendor los fines de semana, con mucha gente y muchos puestos en la calle. A mediados de los años 80 cerraron el antiguo mercado de frutas y verduras de Liniers y en los 90 fue convertido en shopping. A cien metros se encuentra la estación de micros de larga distancia en donde terminan su recorrido los que viajan de Bolivia a Buenos Aires. En las cuatro cuadras cercanas, los inmigrantes replicaron los infinitos mercados bolivianos. Así, a la venta de frutas y verduras de antaño se les agregaron los típicos ingredientes de la dieta andina.
Las grandes protagonistas son las diferentes variedades de papas. La papalisa, que resalta por su color fucsia, se usa para hacer sopa o se mezcla con tomate y ají picante como acompañamiento. La clientela boliviana también busca el chuño, la papa deshidratada al sol tal como lo hacían los antiguos aymaras para conservarla por años. Se la puede distinguir por su color negro. Se usa para el fricasé: cerdo hervido en caldo condimentado con ají y ajo. También se llevan el ají amarillo disecado que es el verdadero sabor de la comida boliviana. En cuanto a la fruta, se puede conseguir gran variedad proveniente de Brasil como el mango, la papaya o la carambola.
Otro producto muy apreciado son las especias. El tomillo, romero y estragón en el mercado de Liniers es mucho más barato. El ají molido se vende a $24 el kilo. También hay clavo de olor, canela, comino puro, anís y todo tipo de pimientas. Hay varios locales grandes que venden productos secos a granel. Muchos clientes porteños llevan lo que comprarían en las dietéticas o tiendas naturistas pero mucho más barato. La quinoa, cereal muy valorado por su contenido proteico, se puede conseguir a $110 el kilo.
También se puede disfrutar de los restaurantes de la comunidad boliviana. Las porciones son muy generosas. Se puede empezar con un caldo de pollo bien especiado. Para los que se animan más, pueden comer el Pique Macho, lleva carne, papa, tomate, chorizo, una salsa especial y mucho locoto que lo hace bien picante. Otro plato muy vendido es el pollo broaster. Javier, dueño del restaurant Copacabana, cuenta a Diario Z que él vende el mejor: crocante por fuera y tierno por dentro. “Es un plato norteamericano pero con un secreto boliviano”.
En la esquina de José León Suárez e Ibarrola se acomodan los puestos de comida. Usan changuitos de supermercado en donde ponen las brasas y arriba quizás una sartén con chicharrón o salchipapas, típica comida rápida de La Paz. También se venden ricas y jugosísimas “salteñas” o empanadas de pollo cuyo secreto es la gelatina natural de pata de vaca que las hace muy sabrosas.
No todos los locales son de comida. Hay muchos que venden insumos para fiestas de quince, cumpleaños o casamientos, como piñatas, tarjetas y souvenirs. Varias confiterías venden tortas decoradas con colores fuertes.
Se puede consultar un curandero o yatiri que en aymara significa “el que sabe”. Ellos ofrecen hacer los “warmi munachi”. Los piden los hombres, sobre todo, para que la mujer que aman los corresponda. La otra opción es comprar uno mismo un “coa”, una especie de kit ya preparado como sacrificio a la Pachamama con piezas pequeñas que representan los pedidos: una casa, un auto o clientela. Lleva la hoja sagrada de coca; la coa, que es un vegetal andino, y una serpentina plateada que representa el dinero. Eso se debe quemar y el humo de la coa elevará el pedido al cielo.
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