Sergio Wolf presenta en el Bafici los juguetes cinematográficos de Ransenberg

Se trata de tres cortos titulados “La materia fantasma” y que tiene un apoyo teórico en textos del libro “Una juguetería filosófica”, de David Oubiña.

Se trata de tres cortos titulados “La materia fantasma” y que tiene un apoyo teórico en textos del libro “Una juguetería filosófica”, de David Oubiña.

Una de las sorpresas del 17mo. Bafici es, sin dudas, la asombrosa muestra de juguetes cinematográficos fabricados por Federico Ransenberg, quien evoca las investigaciones previas a la creación del cine con invenciones corpóreas que registran la descomposición del movimiento y que fueron retratadas por el cineasta Sergio Wolf en tres cortos institucionales del certamen porteño.

Tras haber estudiado Física en la UBA, Ransenberg fue alumno de Wolf en el Cyevic, de donde egresó como director de fotografía, y luego viajó a Barcelona, España, donde se convirtió en especialista en efectos especiales, adoptando una técnica artesanal en la que mezcla creativamente sus conocimientos técnicos, científicos y cinematográficos.

Instaladas en la sala 10 del Centro Cultural Recoleta, donde pueden visitarse gratuitamente hasta el término del Bafici, estas magníficas máquinas de ilusión óptica fabricadas por Ransenberg fueron retratadas por el ex director del festival porteño en tres cortos titulados “La materia fantasma” y que tiene un apoyo teórico en textos del libro “Una juguetería filosófica”, de David Oubiña.



“Son juguetes que reutilizan objetos y técnicas, y se apropian de cosas para usos para los cuales no fueron creadas. Cada componente de estos juguetes son hackeos. Brazos de discos rígidos, amplificadores de audio o tocadiscos viejos vuelven a vivir de otra forma. La reencarnación de la materia”, explicó Ransenberg en diálogo con la agencia Télam.

Y añadió: “El antiguo juguete óptico zootropo es reformulado en forma corpórea. Su construcción comienza en un paseo por jugueterías y cotillón de la zona de Once, donde busco a mis posibles actores. Generalmente son muñequitos capaces de contar una historia, susceptibles a deformaciones y embalsamamiento”.

Dos de esos juguetes tienen a la luz y a un chorro de agua como protagonistas, y gracias a la combinación de un LED que parpadea a altas frecuencias y un brazo por donde sale el líquido (que recibe una vibración sonora), lo que el ojo humano percibe son pequeñas gotas suspendidas en el aire o, incluso, que parecen ir hacia atrás.

En los otros cuatro, como si fuera un especialista en animación de "stop-motion", Ransenberg cuenta pequeñas historias (una rana que salta, un ave de papel que mueve sus alas, un hombre que corre, un grupo de bebés que se pasan una cabeza de mano en mano, entre otras) reinventando con un disco de música, un tocadiscos y varios leds parpadeantes la técnica del antiguo “zootropo”.

Ese juguete pre cinematográfico descomponía el movimiento de un personaje en varios momentos privilegiados (que en el caso de los juguetes de Ransenberg son 16 y están distribuidos uno junto al otro, sobre el disco de música), para que luego el ojo del espectador pudiera reconstruir su acción gracias al movimiento circular y al efecto óptico de la persistencia retiniana.

Para Wolf, que filmó la obra de Ransenberg en tres cortos que se exhiben en el Bafici antes de cada función, “estos juguetes -indicó- pertenecen a un momento donde la ciencia, el arte y la filosofía confluían, una época previa al cinematógrafo donde la invención y la técnica se sumaban para capturar el movimiento, pero también la reflexión sobre el mismo hecho de capturar esas imágenes”.

“Mis cortos buscan reproducir el efecto hipnótico que tenía el espectador primitivo, porque los propios juguetes producen esa hipnosis gracias a esos aparatos tan extraños y al mismo tiempo tan fascinantes”, señaló el ex director del Bafici en relación a sus tres cortos “La materia fantasma I, II y II”.

Wolf sostuvo que quería que esos trabajos “tuvieran algo lúdico para que no produjeran hastío después de verlos muchas veces, y también que estuvieran relacionados directamente con la idea de experimentación, reflexión teórica, placer y juego, algo del disfrute y del cine como espacio de reflexión, algo que los juguetes mismos suponían”.

“Pero también quería descubrir a través de estos pequeños documentales a un personaje, un mago desconocido, que es muy conocido por su trabajo de realizador de efectos especiales, algo del cine industrial que está en las antípodas de este trabajo, mucho más mágico y artesanal”, dijo Wolf.

Y recordó que “la idea era que los cortos estuvieran en diálogo con los juguetes reales que se pueden ver en vivo en el Centro Cultural Recoleta, porque me parecía que era una buena retroalimentación. Cuando vi los juguetes de Ransenberg inmediatamente me acordé del libro de Oubiña y por eso incluí textos que cerraran cada escena con un sentido teórico”.

“En estos juguetes hay mucha taxidermia, alambres, agujas, lupa y una precisión que lo es todo. Es un trabajo manual, milimétrico e intenso, en el que como un director uso muñecos que me puedan contar una historia y que generalmente encuentro en tiendas de la zona de Once”, detalló Ransenberg, para quien “la clave de estos objetos está en la obturación lumínica”.

“Para mi el secreto del cine no es el movimiento si no la obturación. Es el principio técnico fundante del cine, lo que lo hace funcionar. La ausencia de imagen se vuelve tan importante como la presencia, sin ella no habría cine”, consignó el inventor de estos juguetes que apelan a ilusiones ópticas y a la persistencia retiniana del ojo humano.


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