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- 16.04.2015
Santiago expresa su amor por Buenos Aires en "El cielo del Centauro"
“La película narra el encuentro del protagonista, que viene de otro mundo, con esa ciudad tal como yo la veo, que es muy singular y particular”, afirmó Santiago hace un año, meses después de terminar el rodaje.
“La película narra el encuentro del protagonista, que viene de otro mundo, con esa ciudad tal como yo la veo, que es muy singular y particular”, afirmó Santiago hace un año, meses después de terminar el rodaje.
El cineasta argentino Hugo Santiago, radicado en Francia hace más de 40 años, volvió a expresar su amor y pasión por Buenos Aires, sus barrios y la cultura porteña en “El cielo del Centauro”, una película de tono cómico-fantástico que estrenó anoche en la inauguración del 17 Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, Bafici.
“La película narra el encuentro del protagonista, que viene de otro mundo, con esa ciudad tal como yo la veo, que es muy singular y particular”, afirmó Santiago hace un año, meses después de terminar el rodaje, en una entrevista telefónica con la agencia Télam desde París.
¿Por qué pasó 43 años sin volver a filmar en Buenos Aires?
Porque no tenía un proyecto preciso para regresar. Estuve preparando desde 2006 una película muy vasta llamada “Adiós”, la tercera parte de la trilogía que completan “Invasión” y “Las veredas de Saturno”, pero se me ocurrió hacer otra de dimensiones más reducidas. Tenía ganas de contar un cuento fantástico.
Usted dijo que la película expresa su amor por Buenos Aires, ¿en qué sentido?
Soy un porteño de París, no por el hecho de estar lejos de Buenos Aires soy menos porteño. Creo que ese amor se expresa en todo, es muy difícil de transmitir fuera de la película, es un cuento fantástico, con mucho humor.
¿Qué tipo de Buenos Aires registra la película?
Es una Buenos Aires fuera del tiempo. No es muy realista, es posible también que otros porteños no se reconozcan en esa Buenos Aires, que es una Buenos Aires tal como la quiero ver yo. No practico el género realista, nunca lo hice y en esta película tampoco.
¿En qué línea del cine fantástico se mueve el filme?
En la línea de los grandes cuentistas fantásticos argentinos como Bioy Casares, Jorge Luis Borges y Macedonio Fernández. Pero creo que tiene que ver más con Bustos Domec, un autor que inventaron juntos Borges y Bioy, ya que pasa a través del humor y la ironía. Este filme tiene que ver con ese aspecto de narración fantástica argentina. Probablemente este filme sea pariente del primer Domec, el de los cuentos de Isidro Parodi.
¿Es la primera vez que trabaja con elementos de humor?
La segunda. Antes lo había hecho en 1967 en mi segundo corto, “Los Taitas”, y desde entonces nunca volví a recorrer el humor. Es un humor particular, que espero que se pueda percibir bien en la película. No sabría definirlo, más que practicarlo, pero creo que es un humor muy porteño. Es una mirada más bien con humor de los elementos narrativos, de los espacios y de los personajes.
¿Cómo fue filmar con un equipo acostumbrado a realizar filmes independientes?
La filmación fue espléndida, me sentí muy cómodo. La gente en Buenos Aires es magnífica, la calidez de los porteños es intransferible y no se encuentra en tantos otros sitios del mundo. El equipo estaba formado por jóvenes profesionales y fue un gran placer trabajar con ellos. Fue un esfuerzo descomunal, porque es una película muy ambiciosa y espero que su ambición se verifique en la pantalla.
¿Cambió algún elemento del guión en el transcurso del rodaje?
En general mis guiones no cambian en ningún momento en toda su elaboración. Me acerco cada vez más al primer propósito, no se modifica sino que se trabaja mucho y se va afinando cada vez más el propósito.
¿Cuáles son las constantes de su cine que podrían rastrearse en este filme?
Soy un narrador de historias, lo que después pase, es el rol de la película misma. Contar cuentos es lo que hice siempre y lo que seguiré haciendo. Pero es un trabajo muy arduo con la materia audiovisual, porque es contar cierto tipo de historias con cierto tipo de materia cinematográfica específica.
¿Y cuál sería esa materia específica?
Cada uno de mis proyectos tiene que adherir a mis preocupaciones audiovisuales, si no, no lo hago. En ellos hay siempre una cierta preocupación por la especificidad misma del lenguaje cinematográfico, una especie de concentración en la obtención de una materia cinematográfica autónoma.
El cineasta argentino Hugo Santiago, radicado en Francia hace más de 40 años, volvió a expresar su amor y pasión por Buenos Aires, sus barrios y la cultura porteña en “El cielo del Centauro”, una película de tono cómico-fantástico que estrenó anoche en la inauguración del 17 Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, Bafici.
“La película narra el encuentro del protagonista, que viene de otro mundo, con esa ciudad tal como yo la veo, que es muy singular y particular”, afirmó Santiago hace un año, meses después de terminar el rodaje, en una entrevista telefónica con la agencia Télam desde París.
¿Por qué pasó 43 años sin volver a filmar en Buenos Aires?
Porque no tenía un proyecto preciso para regresar. Estuve preparando desde 2006 una película muy vasta llamada “Adiós”, la tercera parte de la trilogía que completan “Invasión” y “Las veredas de Saturno”, pero se me ocurrió hacer otra de dimensiones más reducidas. Tenía ganas de contar un cuento fantástico.
Usted dijo que la película expresa su amor por Buenos Aires, ¿en qué sentido?
Soy un porteño de París, no por el hecho de estar lejos de Buenos Aires soy menos porteño. Creo que ese amor se expresa en todo, es muy difícil de transmitir fuera de la película, es un cuento fantástico, con mucho humor.
¿Qué tipo de Buenos Aires registra la película?
Es una Buenos Aires fuera del tiempo. No es muy realista, es posible también que otros porteños no se reconozcan en esa Buenos Aires, que es una Buenos Aires tal como la quiero ver yo. No practico el género realista, nunca lo hice y en esta película tampoco.
¿En qué línea del cine fantástico se mueve el filme?
En la línea de los grandes cuentistas fantásticos argentinos como Bioy Casares, Jorge Luis Borges y Macedonio Fernández. Pero creo que tiene que ver más con Bustos Domec, un autor que inventaron juntos Borges y Bioy, ya que pasa a través del humor y la ironía. Este filme tiene que ver con ese aspecto de narración fantástica argentina. Probablemente este filme sea pariente del primer Domec, el de los cuentos de Isidro Parodi.
¿Es la primera vez que trabaja con elementos de humor?
La segunda. Antes lo había hecho en 1967 en mi segundo corto, “Los Taitas”, y desde entonces nunca volví a recorrer el humor. Es un humor particular, que espero que se pueda percibir bien en la película. No sabría definirlo, más que practicarlo, pero creo que es un humor muy porteño. Es una mirada más bien con humor de los elementos narrativos, de los espacios y de los personajes.
¿Cómo fue filmar con un equipo acostumbrado a realizar filmes independientes?
La filmación fue espléndida, me sentí muy cómodo. La gente en Buenos Aires es magnífica, la calidez de los porteños es intransferible y no se encuentra en tantos otros sitios del mundo. El equipo estaba formado por jóvenes profesionales y fue un gran placer trabajar con ellos. Fue un esfuerzo descomunal, porque es una película muy ambiciosa y espero que su ambición se verifique en la pantalla.
¿Cambió algún elemento del guión en el transcurso del rodaje?
En general mis guiones no cambian en ningún momento en toda su elaboración. Me acerco cada vez más al primer propósito, no se modifica sino que se trabaja mucho y se va afinando cada vez más el propósito.
¿Cuáles son las constantes de su cine que podrían rastrearse en este filme?
Soy un narrador de historias, lo que después pase, es el rol de la película misma. Contar cuentos es lo que hice siempre y lo que seguiré haciendo. Pero es un trabajo muy arduo con la materia audiovisual, porque es contar cierto tipo de historias con cierto tipo de materia cinematográfica específica.
¿Y cuál sería esa materia específica?
Cada uno de mis proyectos tiene que adherir a mis preocupaciones audiovisuales, si no, no lo hago. En ellos hay siempre una cierta preocupación por la especificidad misma del lenguaje cinematográfico, una especie de concentración en la obtención de una materia cinematográfica autónoma.
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