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- 05.02.2015
Mauricio Macri y Elisa Carrió: una extraña pareja
Mauricio Macri, jefe de gobierno porteño y la diputada Elisa Carrió anunciaron hace pocos días un acuerdo político. Este acuerdo, comunicado de manera muy moderna en las redes sociales de manera simultánea, promete que Macri y Carrió “competirán en las elecciones primarias” sin dar mayores precisiones.Es posible inferir que Carrió y Macri competirán entre sí como precandidatos a la presidencia.
Mauricio Macri, jefe de gobierno porteño y la diputada Elisa Carrió anunciaron hace pocos días un acuerdo político. Este acuerdo, comunicado de manera muy moderna en las redes sociales de manera simultánea, promete que Macri y Carrió “competirán en las elecciones primarias” sin dar mayores precisiones.Es posible inferir que Carrió y Macri competirán entre sí como precandidatos a la presidencia. (No queda claro, sin embargo, si esto se traducirá en una alianza más amplia entre el PRO y la Coalición Cívica en caso de ganar las elecciones.)
Primero y principal: si el acuerdo entre Carrió y Macri se circunscribe a que Mauricio Macri y Elisa Carrió compitan por la candidatura a presidente (o presidenta), no cabe ninguna duda de que Elisa Carrió está hoy aceptando ir a una derrota asegurada. No existe la menor posibilidad de que Carrió ganar o empatar Macri, que disfruta de las ventajas de un cargo ejecutivo y tiene un partido de alcance nacional, ganará sin dudas esas PASO.
Esto no significa, sin embargo, que el acuerdo no tenga su propia racionalidad. Nada de eso, antes bien, es un acuerdo que puede resultar sumamente beneficioso para ambas partes. Por el lado de Macri, además de la ventaja de acercar al PRO a votantes cercanos al perfil radical que ha decidido cortejar, este acuerdo tiene la ventaja de agregarle interés a las PASO del PRO. Vemos que tanto Macri como Massa tratan o han tratado de conseguir un “sparring” que accediera a presentarse contra ellos en las primarias, ya que el riesgo es que la competitiva interna del FPV, donde se van a enfrentar varios candidatos para los cuáles el resultado no está puesto de antemano capture un porcentaje mayor de los votantes que las PASO de sus respectivas fuerzas (ya qué el votante puede pensar para qué va a ir votar en la primaria de un partido que lleva un sólo candidato). Sin embargo, por supuesto, la clave es encontrar un “sparring” que no amenace la victoria del candidato natural; por eso Sergio Massa intentó lograr que José Manuel De La Sota fuera el suyo y Mauricio Macri convocó a Carrió.
Mauricio Macri lograría ampliar su coalición de apoyo dar más interés a las PASO pero Elisa Carrió también ganaría. No las PASO, por supuesto, pero sí podría traducir este apoyo en un eventual futuro cargo en un gobierno nacional macrista, o un cargo en el próximo gobierno de Gabriela Michetti u Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad, y si no al menos conseguir lugares para gente de su cercanía en las listas de diputados o legisladores que competirán en octubre. Además, Carrió puede mostrarse amigable, disminuir la imagen de que “se pelea con todo el mundo” (Mirtha Legrand dixit) y poner presión a los dirigentes de la UCR para acordar con el “pluralista” PRO. Como final de este arreglo, perfectamente podría la UCR poner a Ernesto Sanz como vicepresidente en la fórmula Macrista y cerrar así todo con un moño.
Este acuerdo es racional para ambas partes. Sin embargo, queda sólo un elemento que hace dudar de que se mantenga en el tiempo: este elemento es la trayectoria política de Elisa Carrió. Al decir “trayectoria” no intenta señalarse una cuestión ideológica o programática, ya que esas cuestiones, como sabemos, son flexibles para Carrió: ella ha sido radical, luego centroizquierdista y luego (hoy) centroderechista liberal “occidental”; a Carrió nunca le molestó explicar sus cambios de posición ideológica a sus seguidores, lo hizo de manera entusiasta y articulada y tampoco parece haber sufrido políticamente por ellos. A diferencia de los radicales, la "coherencia programática" no forma parte de su contrato con su votante.
Elisa Carrió nunca, hasta ahora, se ha expuesto a una competencia partidaria en donde su figura de líder única y visionaria se vea amenazada. Su costumbre de clausurar un partido para luego fundar otro (como hizo con el ARI para crear la CC) está acompañada de la aparente incapacidad de coexistir dentro de una estructura con otras figuras que pudieran en un futuro hacerle sombra: tanto Graciela Ocaña como, más recientemente, Adrián Pérez eran dirigentes intermedios en espacios creados de Carrió que fueron poco menos que arrojados fuera del partido. Carrió no tiene problemas, pareciera ser, en “ir a perder” a la elección general, justamente porque la prioridad central para ella siempre ha sido conservar su propia fuerza política. Desde el momento en que se fue de la UCR, Carrió siempre ha preferido un partido “pequeño” y más homogéneo a ser más competitiva electoralmente.
Por supuesto, la fórmula encontrada para el acuerdo con Macri para las PASO, estrictamente hablando, no amenaza el control de Carrió sobre la CC ya que no hay planificada una fusión partidaria con el PRO. Ella podría marcar su autonomía discursiva del PRO, perder en las PASO y volver a manejar la CC luego de las elecciones. Podría sin duda hacerlo y sería una buena estrategia. Sin embargo, no suena del todo como la Carrió que conocemos del 2001 hasta aquí.
Primero y principal: si el acuerdo entre Carrió y Macri se circunscribe a que Mauricio Macri y Elisa Carrió compitan por la candidatura a presidente (o presidenta), no cabe ninguna duda de que Elisa Carrió está hoy aceptando ir a una derrota asegurada. No existe la menor posibilidad de que Carrió ganar o empatar Macri, que disfruta de las ventajas de un cargo ejecutivo y tiene un partido de alcance nacional, ganará sin dudas esas PASO.
Esto no significa, sin embargo, que el acuerdo no tenga su propia racionalidad. Nada de eso, antes bien, es un acuerdo que puede resultar sumamente beneficioso para ambas partes. Por el lado de Macri, además de la ventaja de acercar al PRO a votantes cercanos al perfil radical que ha decidido cortejar, este acuerdo tiene la ventaja de agregarle interés a las PASO del PRO. Vemos que tanto Macri como Massa tratan o han tratado de conseguir un “sparring” que accediera a presentarse contra ellos en las primarias, ya que el riesgo es que la competitiva interna del FPV, donde se van a enfrentar varios candidatos para los cuáles el resultado no está puesto de antemano capture un porcentaje mayor de los votantes que las PASO de sus respectivas fuerzas (ya qué el votante puede pensar para qué va a ir votar en la primaria de un partido que lleva un sólo candidato). Sin embargo, por supuesto, la clave es encontrar un “sparring” que no amenace la victoria del candidato natural; por eso Sergio Massa intentó lograr que José Manuel De La Sota fuera el suyo y Mauricio Macri convocó a Carrió.
Mauricio Macri lograría ampliar su coalición de apoyo dar más interés a las PASO pero Elisa Carrió también ganaría. No las PASO, por supuesto, pero sí podría traducir este apoyo en un eventual futuro cargo en un gobierno nacional macrista, o un cargo en el próximo gobierno de Gabriela Michetti u Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad, y si no al menos conseguir lugares para gente de su cercanía en las listas de diputados o legisladores que competirán en octubre. Además, Carrió puede mostrarse amigable, disminuir la imagen de que “se pelea con todo el mundo” (Mirtha Legrand dixit) y poner presión a los dirigentes de la UCR para acordar con el “pluralista” PRO. Como final de este arreglo, perfectamente podría la UCR poner a Ernesto Sanz como vicepresidente en la fórmula Macrista y cerrar así todo con un moño.
Este acuerdo es racional para ambas partes. Sin embargo, queda sólo un elemento que hace dudar de que se mantenga en el tiempo: este elemento es la trayectoria política de Elisa Carrió. Al decir “trayectoria” no intenta señalarse una cuestión ideológica o programática, ya que esas cuestiones, como sabemos, son flexibles para Carrió: ella ha sido radical, luego centroizquierdista y luego (hoy) centroderechista liberal “occidental”; a Carrió nunca le molestó explicar sus cambios de posición ideológica a sus seguidores, lo hizo de manera entusiasta y articulada y tampoco parece haber sufrido políticamente por ellos. A diferencia de los radicales, la "coherencia programática" no forma parte de su contrato con su votante.
Elisa Carrió nunca, hasta ahora, se ha expuesto a una competencia partidaria en donde su figura de líder única y visionaria se vea amenazada. Su costumbre de clausurar un partido para luego fundar otro (como hizo con el ARI para crear la CC) está acompañada de la aparente incapacidad de coexistir dentro de una estructura con otras figuras que pudieran en un futuro hacerle sombra: tanto Graciela Ocaña como, más recientemente, Adrián Pérez eran dirigentes intermedios en espacios creados de Carrió que fueron poco menos que arrojados fuera del partido. Carrió no tiene problemas, pareciera ser, en “ir a perder” a la elección general, justamente porque la prioridad central para ella siempre ha sido conservar su propia fuerza política. Desde el momento en que se fue de la UCR, Carrió siempre ha preferido un partido “pequeño” y más homogéneo a ser más competitiva electoralmente.
Por supuesto, la fórmula encontrada para el acuerdo con Macri para las PASO, estrictamente hablando, no amenaza el control de Carrió sobre la CC ya que no hay planificada una fusión partidaria con el PRO. Ella podría marcar su autonomía discursiva del PRO, perder en las PASO y volver a manejar la CC luego de las elecciones. Podría sin duda hacerlo y sería una buena estrategia. Sin embargo, no suena del todo como la Carrió que conocemos del 2001 hasta aquí.
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