Diez máximas para el analista político

Cuáles son las máximas para ser un buen analista político (o, al menos, siguiendo el criterio médico de primo non nocere, al menos no ser un analista político espantoso).

Comienza el fin de año. El calor comienza a sentirse y el próximo fin de clases pone contentos a los niños y niñas. En estos días tampoco hubo demasiadas novedades políticas, ninguna alianza se formó ni se rompio y el dólar se mantuvo quieto, asi que podemos, por que no, avanzar hacia temas más fundamentales y estructurales, temas sobre los cuales no llegamos a escribir cuando apremia la coyuntura. Como, por ejemplo, cuáles son las máximas para ser un buen analista político (o, al menos, siguiendo el criterio médico de primo non nocere, al menos no ser un analista político espantoso).

1. Saber de qué se habla.

La primera máxima es la más obvia, pero no por eso más frecuentemente violentada. Para escribir de algo, hay que saber. Para escribir sobre la política de un país, hay que saber sobre ese país; para escribir sobre la política de una provincia, hay que saber de la política de esa provincia; para escribir sobre política del Congreso, hay que saber sobre como funciona el Congreso, y así. Si no se sabe, o se sabe solo algo de esa pequeña porción sobre la que una va a escribir, eso se notará. Aunque no haya errores factuales (seguramente los habrá, por otra parte), la nota será tímida, defensiva, temerosa de meter la pata (o será directamente una nota engañosa, pero supongamos que nuestro analista es honesto y bienintencionado). Agrego: hay que saber sobre el caso de más. Hay que saber, no sólo la política de esa nación o esa provincia o ese congreso. Hay que saber su historia, sus claves culturales, sus anécdotas. Ese conocimiento contextual es lo que da riqueza y textura a un análisis.

2. Procrastinar.

De la máxima uno se deduce que el deber de un buen analista no es sólo estudiar sino también es procrastinar. Es necesario leer cinco o más diarios, leer twitter, ver cine y series, seguir al menos una decena de blogs. Hay que leer sobre política pero también sobre literatura, sobre migraciones, sobre cocina, sobre fútbol. También es necesario salir al mundo, caminar, hablar con la gente. Es imposible comprender la política patagónica sin comprender el el mundo del petróleo. Es imposible explicar el proceso legislativo si uno no conoce las redes informales que se ponen en juego para hacer entrar un proyecto en comisión. Es imposible comprender la política sin conocer a los empresarios de un país. Y así sucesivamente. Uno nunca sabe de donde saldrán las claves para comprender un determinado fenómeno.

3. No enojarse con la realidad.

Esta máxima es importante. El analista indignado con lo que pasa es una figura mítica y atractiva, pero la indignación no produce, en general, análisis certeros. La indignación ciudadana es, por supuesto, válida y aceptable, pero el análisis debería dentro de lo posible tratar con datos y evidencia. Si no no es análisis, es autoexpresión.

4. Lo nuevo no es nuevo ni lo viejo tan viejo.

Cada vez que queramos lanzarnos a un teclado para explicar tal o cual “nuevo” proceso político, recapacitemos. Los seres humanos somos en general poco originales, y la historia se maneja con patrones. La gran mayoría de las veces lo que hoy parece novedosisimo no lo será tanto, y probablemente revisando la historia política encontremos hechos similares del pasado. Recuperar esos patrones y esos paralelos y comprender que hay de nuevo y que no es más interesante que gritar “vean ustedes la novedad” a los cuatro vientos.

5. Comprender los límites de la inducción histórica.

Dicho lo anterior, hay que señalar que en la historia política los eventos nunca se repiten tal cual. Nunca jamas el hoy es sólo repitencia del ayer. Por lo tanto, aun cuando algo del presente nos tiente a la simple y rápida comparación histórica, el analista tiene una obligación de ir más allá de esa primera impresión. Nada es nuevo, pero nada es, tampoco, completamente viejo.

6. Inscribir la política en la sociedad, la economía, la cultura.

Aunque amemos la política, no podemos reificarla. La política no es un sistema cerrado sino que se nutre de y reacciona a cambios en la sociedad, la economía, la cultura (y al mismo tiempo también causa estos cambios). No es lo mismo un sistema político en tiempos de bonanza económica que en tiempos de crisis. No sera lo mismo un partido de masas que opere en una sociedad más homogénea socialmente que en una más heterogénea. Explicar estas relaciones es una de las tareas más útiles que el análisis político puede hacer.

7. Diferenciar comprender de explicar de predecir.

A veces el análisis querrá describir un fenómeno político en toda su riqueza, a veces buscará explicarlo (o sea, determinar por qué causas este fenómeno es así y no de otra manera) y a veces el análisis intentará predecir (señalar cuáles serán los resultados más probables en el futuro). Es muy raro que podamos hacer las tres cosas juntas en una pieza que no sea un libro de gran extensión, y esta bien que así sea.

8. No psicologizar el análisis.

Las personalidades son importantes en la política, pero no lo son todo. Muchas veces el análisis político se lee como una interminable obra de teatro en donde todo se explica por los amores y odios, o las patologías, de un elenco político. Esta es la política reducida a una telenovela de la tarde: “¿Con quién se quedará Fulana?” “¿Odia Mengano a tal otro?” Pero la política se trata de tomar decisiones en contextos de severas restricciones a la voluntad, y, como nos enseña la teoría de la acción racional, en determinados contextos y frente a ciertos incentivos ciertas elecciones serán más probables que otras.

9. Desconfiar de las teorías conspirativas.

La “Navaja de Hanlon” establece que nunca hay que explicar un acto por malicia si el mismo puede explicarse adecuadamente por la estupidez. La importancia de este principio para el análisis político no puede ser enfatizada lo suficiente

10. Disfrutar la política.

El análisis político debe ser algo más que explicar la rosca política del dia a dia; sin embargo, si no te gusta entender esa rosa no podrás ser, sin duda, un buen analista político. Si no te quedaste alguna vez hasta la madrugada discutiendo un cierre de listas o esperando los resultados electorales es dudoso que debas escribir sobre política. La política, esa actividad que es una apuesta a resolver los conflictos que aparecen entre los seres humanos de una manera que no se apoye en la pura violencia, o en la tradición, o en el poder de un Sumo Sacerdote o un libro sagrado, puede ser absurda, caótica, irracional y hasta un poco ridícula. No hay que olvidar, sin embargo, que sólo en y mediante la política se expresa el ideal humano de la autonomía, o sea, la invención del propio destino en libertad.


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