El kirchnerismo: parte de la ciudad

En la primera columna para Nueva Ciudad decía yo que el PRO se había revelado como un partido mucho más estructurado y disciplinado de lo que muchos habían creído, y que era indudable que el partido de Mauricio Macri sería la principal fuerza política de la Ciudad de Buenos Aires en los años venideros.

En la primera columna para Nueva Ciudad decía yo que el PRO se había revelado como un partido mucho más estructurado y disciplinado de lo que muchos habían creído, y que era indudable que el partido de Mauricio Macri sería la principal fuerza política de la Ciudad de Buenos Aires en los años venideros.

Sin embargo, así como hay que reconocer la consolidación partidaria del PRO también hay que reconocer otro dato, complementario del anterior: el hecho de que kirchnerismo es hoy la segunda fuerza política de la ciudad. Más aún, es más que probable que también continúe siendo un factor de peso en la política local en el futuro. (Otra columna, tal vez, debería analizar la persistencia de la alianza de izquierda, que a esta altura del partido es ya parte del ecosistema político de la CABA.)

Recapitulemos. La CABA ha sido un distrito históricamente antipático para el peronismo. El propio Perón fue rechazado en general en la ciudad. En los diez años de gobierno de Carlos Menem el peronismo sólo ganó una elección, en 1993. El kirchnerismo no tuvo mucha mejor suerte y nunca pudo imponerse.

Sin embargo, focalizar solamente en los datos electorales puede hacer ignorar algunos factores importantes. Para empezar, si bien el kirchnerismo (es decir, el Frente para la Victoria, o sea el PJ mas organizaciones y partidos remanentes de centroizquierda) no es dominante en el distrito, los resultados han ido creciendo, comparados con la base histórica del peronismo en el distrito. Así, en el año 2011 los candidatos a diputados lograron la hazaña (ayudado por el ejemplo arrastre de la fórmula encabezada por Cristina Fernández) de ser los más votados en la ciudad. En 2013, si bien el kirchnerismo salió tercero, hay que señalar que logró un nada despreciable 23 por ciento para senadores.

Segundo, el kirchnerismo tiene hoy el segundo bloque más numeroso en la Legislatura porteña, detrás del PRO. Además, ha demostrado un éxito bastante importante en mantener una cierta disciplina en su bloque, mientras que las demás fuerzas opositoras provenientes de los espacios de la Coalición Cívica, el radicalismo y la centroizquierda se fragmentaron en un conjunto de pequeños bloques una vez en sus bancas. Es por esto que el kirchnerismo se ha transformado en el sparring del macrismo en la ciudad, pero también (y esto es igualmente o más importante para la subsistencia del kirchnerismo) en su partenaire de negociación principal. Más allá de lo que pueda opinarse sobre si negociar está bien o mal desde un punto de vista normativo, que un bloque legislativo tenga la capacidad de oponerse y al mismo tiempo no sólo establecer canales de negociación sino también disciplinar a sus propios legisladores para cumplir los compromisos asumidos redunda en su mayor profesionalización.

Tercero, el kirchnerismo (y tal vez lo principal) ha constituido algunos lazos relevantes de implantación en la sociedad civil del distrito. Esto se debió probablemente a un cambio en la estrategia de la conducción kirchnerista, que pasó de una primera fase caracterizada por una especie de enojado rechazo a competir en la ciudad (algo así como “si los porteños no nos quieren, que se arreglen entre ellos”) a tomar una postura mucho más decidida e invertir tiempo, recursos y planificación en un distrito esquivo. Organizaciones como La Cámpora, Evita, Kolina, la Jauretche y otras abrieron Unidades Básicas, centros culturales y locales en los barrios porteños, que en muchos casos se ubican a pocos metros de los locales del PRO. Como parte de esta estrategia, el kirchnerismo ganó elecciones de representantes vecinales en villas de la ciudad. Este capilaridad social, sobre todo en los barrios más pobres, constituye un enraizamiento que otorga, lo sabemos, solidez en el tiempo a las organizaciones partidarias.

Igualmente sucede con la juventud. El kirchnerismo en general ha tenido una estrategia de apelar y movilizar a los sectores juveniles, sobre todo en las clases medias urbanas. Esta estrategia es naturalmente importante en la CABA, que es un espacio en donde lo juvenil ha sido históricamente relevante, desde la Coordinadora radical o aún antes. Por ejemplo, varios de los funcionarios de La Cámpora viven en la ciudad y, lógicamente, realizan allí su actividad política. Agrupaciones ligadas al kirchnerismo y disputan electoralmente en los centros de estudiantes de algunas universidades y colegios secundarios importantes. Pero también existen otras formas de militancia juvenil menos sistemáticas.

Por supuesto, puede contestarse a todo lo anterior que todas estas formas de fortalecimiento partidario son completamente artificiales, por cuanto dependen de recursos que provienen del manejo del estado nacional y que es esperable que una vez que el kirchnerismo no esté en el gobierno y no tenga esos recursos esta identidad partidaria se desvanezca en el aire. Sin embargo, considero que tal escenario no está garantizado, por dos razones.

La primera es que, si el macrismo continúa gobernando la ciudad, es esperable que surja o siga existiendo una oposición. Esto es tal vez una regla simple de la política: es un rol disponible, y alguien sin duda lo ocupará. Es posible pensar, inclusive, que las organizaciones kirchneristas ya “aliviadas” de tener que tener un rol reivindicativo constante a la gestión del gobierno nacional puedan focalizarse aún más en la política territorial de la CABA.

La segunda razón es de otro tipo. Mediante las formas de socialización política sabemos que la forma en que los sujetos advienen a la política tiene una importancia fundamental. La vía por donde los jóvenes “entran” a la política es, no determinante, pero sí fundamental para sus años de adultez política. Muchos (no todos) de los jóvenes que ingresaron a la política en los setenta convocados por las organizaciones juveniles peronistas continuaron dentro de ese movimiento como adultos (como Néstor Kirchner y la actual presidenta, sin ir más lejos); muchos (no todos) de los jóvenes que se acercaron al partido radical en los ochenta seducidos por el liderazgo alfonsinista son hoy hombres y mujeres del partido (como Ernesto Sanz).

Así como es esperable que una parte importante de los jóvenes que entraron a la política con el macrismo desde el mundo de la universidad privada o la empresa sean los herederos de la generación de los Macris y Michettis, igualmente es esperable que muchos de los hoy jóvenes kirchneristas sigan haciendo política en la Ciudad de Buenos Aires.

 


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