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- 30.09.2014
Adoptar adolescentes: un desafío posible
Cada vez son más los adolescentes adoptados, los miedos y tabúes ya no detienen a aquellos que solo quieren dar amor.
Por Leila Lobos
“Usted no puede tener hijos”, decreta un médico. Ahí nacen las opciones, allí nace la oportunidad de un niño. Quienes enfrentan la difícil tarea de iniciar un proceso de adopción lo hacen pensando en un futuro bebé en sus brazos. Pero según las estadísticas del Registro Único de Aspirantes con fines de Guarda Adoptiva (RUAGA), dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el 80% de los menores que ya están en calidad de ser adoptados son mayores de 4 años. Lo más agravante es que a medida que el niño crece las posibilidades de ser adoptado disminuyen en proporción, llegada la adolescencia las chances son mínimas. Por suerte, cada vez son más aquellos que no le temen a los desafíos y deciden aventurarse en la difícil tarea de adoptar un adolescente.
Cuando una persona, ya sea en pareja o de manera individual, afronta la situación de reconocerse incapaz de concebir hijos, suele recurrir a la adopción como otro camino donde volcar su amor paternal o maternal. Y en ese deseo de ser padres o madres se encuentran limitaciones. “La decisión de adoptar está muy ligada a la idea de que sea lo más parecido a un hijo concebido; entonces, aparecen restricciones como la edad o que no tenga una historia familiar de origen”, explica la licenciada Beatriz Gelman, directora de la ONG Adoptare. La demanda de niños menores a los 3 años es tan grande que los postulantes deben esperar durante años para ser llamados con la posibilidad de la adopción.
El RUAGA es parte de un listado nacional, que responde a la ley 25.854, donde toda aquella persona que busca adoptar se anota a la espera de ser llamado y comenzar los trámites correspondientes para obtener la guarda. Por otro lado, para que un chico pueda llegar al “estado de adoptabilidad” debe transitar un proceso legal que debe agotar todas las instancias para que el menor esté bajo la tutela de su familia de origen. Es por eso que, según las estadísticas del RUAGA, el 80% de niños en situación de adopción son preadolescentes que enfrentaron dificultades familiares y poseen un grupo de hermanos. Esos son los casos en los que este listado deposita su mayor interés. Pero a su vez, son los casos que más aterran a quienes van en busca de un hijo adoptivo. Es por eso que el tiempo de espera está ligado directamente a las condiciones que exprese el aspirante y al modelo de familia que proyecte. “Uno puede tener sueños, pero si no se presta a concretar ese sueño en base a lo que ofrece la realidad, se queda soñando toda la vida”, explica la licenciada Gelman.
En una primera entrevista los psicólogos y asistentes sociales del RUAGA preguntan de forma directa: "¿Usted por qué quiere adoptar?" De esa charla surgen las necesidades del adulto que fue en busca de su futuro hijo, pero el RUAGA prioriza las necesidades del niño. Según su director, Santiago Lemos, su objetivo no es conseguir hijos a los aspirantes sino padres a los niños en adopción.
Es por eso que en la primera entrevista se intenta persuadir al aspirante para que cambie su visión con respecto a la edad del niño. También se llevan adelante talleres de acompañamiento destinados a reflexionar con los postulantes sus inquietudes durante el proceso y se intenta sensibilizar con respecto a la situación de los niños. Esto muchas veces trae como consecuencia la modificación en la postulación originalmente realizada. Posicionarse en el lugar de los niños que esperan ser adoptados es el cambio de paradigma que propone el RUAGA desde hace ya algunos años.
Este nuevo posicionamiento trajo sus frutos, la cantidad de adolescentes adoptados fue en aumento. Según el RUAGA de 76 menores que fueron dados en guarda preadoptiva a personas inscriptas en el Registro en lo que va del año, 58 son preadolescentes. La lista de aspirantes a guarda con fines adoptivos contó en 2013 con 1200 postulantes, de los cuales 314 se encontraban en condiciones de adoptar adolescentes. Esta cifra se viene manteniendo a lo largo de los años. Y en lo que transcurrió del 2014 ya hay 89 adultos que quieren adoptar adolescentes y 5 de ellos ya tienen su propia familia.
El temor de los aspirantes en relación con la adopción de los adolescentes responde a las dificultades que conlleva conformar esta nueva familia. Estas complicaciones se entienden, según la licenciada Gelman, en tres niveles: la propia situación del adolescente, su relación con los padres adoptivos y los miedos de éstos frente al adolescente adoptado. En esta etapa comienza la formación de la identidad, y un adolescente adoptado las manifiesta a través de la contraposición de la actitud de sus padres adoptivos y su familia de origen. Así lo vivieron Héctor Ávila y su mujer, Teresita, cuando adoptaron a Milagros, de 11 años. La niña había sido golpeada por su padre biológico. Una tarde jugando una guerra de almohadas con Héctor, su papá adoptivo, Milagros recibe un leve golpe de parte de Héctor. Comienza a llorar y le grita que es igual que su “otro” papá. Héctor, con lágrimas, recuerda: “Yo no me di cuenta de lo que había vivido Mili hasta ese momento y supe que necesitábamos ayuda profesional para que ella pueda superar su historia”. La licenciada Gelman hace hincapié en la necesidad de una contención profesional tanto como para los chicos como sus padres adoptivos.
Las dificultades que pueda presentar el adolescente adoptado no difieren de las de cualquier otro chico que atraviese esta etapa. “Hay que estimular a los padres adoptantes desde el Estado porque existe mucho miedo y falta información sobre cómo llevar adelante el proceso de adaptación de una nueva familia”, declara Antonio Romeo, quien adoptó a Estefanía, de 13 años, y su hermana Gimena, de 5 años. En los últimos años, la interacción del RUAGA y la Justicia fue en aumento y gracias a su trabajo en conjunto se logró aumentar la cantidad de adolescentes adoptados.
Adultos que sueñan con convertirse en padres, adolescentes que esperan ser aceptados por una familia y un sistema estatal que los contienen son los elementos fundamentales para una de las fórmulas de la felicidad. Con el tiempo las mentes se vuelven amplias, los temores se disipan y se logra conformar nuevas familias que trasciendan a los prejuicios.
Por Leila Lobos
“Usted no puede tener hijos”, decreta un médico. Ahí nacen las opciones, allí nace la oportunidad de un niño. Quienes enfrentan la difícil tarea de iniciar un proceso de adopción lo hacen pensando en un futuro bebé en sus brazos. Pero según las estadísticas del Registro Único de Aspirantes con fines de Guarda Adoptiva (RUAGA), dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el 80% de los menores que ya están en calidad de ser adoptados son mayores de 4 años. Lo más agravante es que a medida que el niño crece las posibilidades de ser adoptado disminuyen en proporción, llegada la adolescencia las chances son mínimas. Por suerte, cada vez son más aquellos que no le temen a los desafíos y deciden aventurarse en la difícil tarea de adoptar un adolescente.
Cuando una persona, ya sea en pareja o de manera individual, afronta la situación de reconocerse incapaz de concebir hijos, suele recurrir a la adopción como otro camino donde volcar su amor paternal o maternal. Y en ese deseo de ser padres o madres se encuentran limitaciones. “La decisión de adoptar está muy ligada a la idea de que sea lo más parecido a un hijo concebido; entonces, aparecen restricciones como la edad o que no tenga una historia familiar de origen”, explica la licenciada Beatriz Gelman, directora de la ONG Adoptare. La demanda de niños menores a los 3 años es tan grande que los postulantes deben esperar durante años para ser llamados con la posibilidad de la adopción.
El RUAGA es parte de un listado nacional, que responde a la ley 25.854, donde toda aquella persona que busca adoptar se anota a la espera de ser llamado y comenzar los trámites correspondientes para obtener la guarda. Por otro lado, para que un chico pueda llegar al “estado de adoptabilidad” debe transitar un proceso legal que debe agotar todas las instancias para que el menor esté bajo la tutela de su familia de origen. Es por eso que, según las estadísticas del RUAGA, el 80% de niños en situación de adopción son preadolescentes que enfrentaron dificultades familiares y poseen un grupo de hermanos. Esos son los casos en los que este listado deposita su mayor interés. Pero a su vez, son los casos que más aterran a quienes van en busca de un hijo adoptivo. Es por eso que el tiempo de espera está ligado directamente a las condiciones que exprese el aspirante y al modelo de familia que proyecte. “Uno puede tener sueños, pero si no se presta a concretar ese sueño en base a lo que ofrece la realidad, se queda soñando toda la vida”, explica la licenciada Gelman.
En una primera entrevista los psicólogos y asistentes sociales del RUAGA preguntan de forma directa: "¿Usted por qué quiere adoptar?" De esa charla surgen las necesidades del adulto que fue en busca de su futuro hijo, pero el RUAGA prioriza las necesidades del niño. Según su director, Santiago Lemos, su objetivo no es conseguir hijos a los aspirantes sino padres a los niños en adopción.
Es por eso que en la primera entrevista se intenta persuadir al aspirante para que cambie su visión con respecto a la edad del niño. También se llevan adelante talleres de acompañamiento destinados a reflexionar con los postulantes sus inquietudes durante el proceso y se intenta sensibilizar con respecto a la situación de los niños. Esto muchas veces trae como consecuencia la modificación en la postulación originalmente realizada. Posicionarse en el lugar de los niños que esperan ser adoptados es el cambio de paradigma que propone el RUAGA desde hace ya algunos años.
Este nuevo posicionamiento trajo sus frutos, la cantidad de adolescentes adoptados fue en aumento. Según el RUAGA de 76 menores que fueron dados en guarda preadoptiva a personas inscriptas en el Registro en lo que va del año, 58 son preadolescentes. La lista de aspirantes a guarda con fines adoptivos contó en 2013 con 1200 postulantes, de los cuales 314 se encontraban en condiciones de adoptar adolescentes. Esta cifra se viene manteniendo a lo largo de los años. Y en lo que transcurrió del 2014 ya hay 89 adultos que quieren adoptar adolescentes y 5 de ellos ya tienen su propia familia.
El temor de los aspirantes en relación con la adopción de los adolescentes responde a las dificultades que conlleva conformar esta nueva familia. Estas complicaciones se entienden, según la licenciada Gelman, en tres niveles: la propia situación del adolescente, su relación con los padres adoptivos y los miedos de éstos frente al adolescente adoptado. En esta etapa comienza la formación de la identidad, y un adolescente adoptado las manifiesta a través de la contraposición de la actitud de sus padres adoptivos y su familia de origen. Así lo vivieron Héctor Ávila y su mujer, Teresita, cuando adoptaron a Milagros, de 11 años. La niña había sido golpeada por su padre biológico. Una tarde jugando una guerra de almohadas con Héctor, su papá adoptivo, Milagros recibe un leve golpe de parte de Héctor. Comienza a llorar y le grita que es igual que su “otro” papá. Héctor, con lágrimas, recuerda: “Yo no me di cuenta de lo que había vivido Mili hasta ese momento y supe que necesitábamos ayuda profesional para que ella pueda superar su historia”. La licenciada Gelman hace hincapié en la necesidad de una contención profesional tanto como para los chicos como sus padres adoptivos.
Las dificultades que pueda presentar el adolescente adoptado no difieren de las de cualquier otro chico que atraviese esta etapa. “Hay que estimular a los padres adoptantes desde el Estado porque existe mucho miedo y falta información sobre cómo llevar adelante el proceso de adaptación de una nueva familia”, declara Antonio Romeo, quien adoptó a Estefanía, de 13 años, y su hermana Gimena, de 5 años. En los últimos años, la interacción del RUAGA y la Justicia fue en aumento y gracias a su trabajo en conjunto se logró aumentar la cantidad de adolescentes adoptados.
Adultos que sueñan con convertirse en padres, adolescentes que esperan ser aceptados por una familia y un sistema estatal que los contienen son los elementos fundamentales para una de las fórmulas de la felicidad. Con el tiempo las mentes se vuelven amplias, los temores se disipan y se logra conformar nuevas familias que trasciendan a los prejuicios.
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