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- 27.08.2014
Ian Ramil y María Pien: “Hacemos música porque lo necesitamos”
Por Sebastián Scigliano
Historias distintas, linajes distintos, pero un camino común que los identifica. Además del festival Indies del Sur, que los reúne en su segunda edición, Ian Ramil y María Pien tienen más en común de lo que, a primera vista, parece. Él, hijo de Vitor Ramil, referencia de la música de Porto Alegre, ella, integrante de Elefante en la habitación, un colectivo de artistas de creatividad solidaria, han enhebrado sus historias musicales como artesanías, pieza a pieza, y a Nueva Ciudad le contaron cómo es que lo lograron.
En relación con el nombre del festival que los reúne, ¿qué quiere decir para ustedes ser “indie”?
Ian Ramil: es una idea amplia, ligada con la independencia, en principio.
María Pien: históricamente, creo que tiene que ver más con un status frente a la industria de la música, y no tanto con un sonido en especial. Tiene que ver con ser “lo otro” que no está en una discográfica mainstream, y asociado también con el under, me imagino. De alguna manera se fue transformando en el modo de llamar a cierto tipo de música, que también es difícil de definir, porque para alguna gente tiene que ver con el folk acústico, pero para otros no.
Alguien puede pensar en bandas que suenan como Sonic Youth, por ejemplo.
MP: en este caso específico tiene que ver con lo emergente, con gente que está transitando un camino que es difícil que llame la atención de los medios masivos. A veces, porque recién están empezando, a veces porque el tipo de música que hacemos no está en ese plan, por ahí tenemos otras búsquedas.
Y Ese ir por los costados del mercado, ¿con qué tiene que ver, con una estética, con una decisión de cómo encarar sus carreras?
IR: tiene que ver más con que la industria discográfica, por lo menos en Brasil, y acá me parece que también, está un poco decadente. Entonces está muy restringida, y ya no existe el mismo espacio que existía en los ´80, por ejemplo. Desde que apareció internet y las cosas están disponibles y gratis para todo el mundo, la industria hasta hoy no sabe qué hacer con este mercado, que ya no depende de ellos.
MP: eso se puede interpretar así y tomarlo como una libertad, al mismo tiempo, de encarar tu creación sin un corcet o sin un presupuesto de que tiene que ser de cierta manera para que le guste a la gente. No estamos haciendo canciones para que “la peguen”.
IR: lo que se ve en la industria es que no existen más artistas, o son poquísimos. La gente que está adentro de la industria, o al menos la mayoría, son productos construidos por la industria, hacen entretenimiento, y para mía la distinción entre entretenimiento y arte, es importante. Nosotros no hacemos música para que le guste a alguien, lo hacemos como una necesidad de comunicación, algo que tenemos que sacar afuera.
MP: que exista gente como Bjork en ese contexto de la industria, me parece un milagro, por ejemplo. Lo bueno es también compartir lo que hacemos, y que se sume más gente, pero el objetivo, claro, no es llegar a cientos de miles.
IR: a mí me encanta un pensamiento de Allan Moore, el que escribió V de venganza, que dice algo así como que si el público supiera lo que quiere ver de un artista, no sería el público, sería el artista. Y eso es genial, porque el artista para mí es el que crea a través de los caminos que no son los obvios, que da una mirada distinta acerca de las cosas, y no veo gente así en las compañías, o hay muy pocos. Los artistas hoy son todos como indios, están todos a fuera del mercado.
MP: acá hay artistas como Lisandro Aristimuño, que hizo una experiencia zarpada de independencia, que tiene que ver justamente con esa libertad de poder producir su música, de poder presentar lo que él quiere y no estar atado a las condiciones de nadie. Ese es un camino que se transita con muchas peripecias, que no es fácil, pero es posible. Para nosotros hay una gran necesidad de hacer lo que hacemos; si no hago canciones me muero. Cerrarlo dentro de un paquete para que le guste a alguien no se puede.
¿Qué música de la que escucharon les suena cuando componen?
IR: La verdad es que generalmente no me suena nada, aunque al mismo tiempo sé que están todas las influencias que tengo, que son millones, en la música que hago. Cuando veo que hay algo que se parece mucho a algo, o me preocupo y lo cambio, o lo asumo como una opción y lo pongo en la canción.
¿Por ejemplo?
IR:Hay una canción, Oraçao de Jorge, que es en realidad un texto muy antiguo de las religiones brasileñas, que musicalizó Jorge Ben; Caetano también lo grabó; y hay una música en el disco que se llama Entre cume e o pé, y ahí hay un fragmento de esa canción, la letra y la melodía, y eso lo escribí en la información del disco, para que se supiera que eso era a propósito.
MP: me pasa un poco lo mismo. Siento que lo que hago es tener un embudo gigante, en el que entran muchas cosas. Para mí, por ejemplo, la poesía de un montón de poetas que me encantan y que leo me resultan de mucha influencia para escribir, y sin embargo la vuelta de tuerca personal hace que eso pase como por un filtro, como si de ese embudo cayera un destilado de todo eso, y eso es desde donde empiezo a trabajar.
Ian dijo en algunas entrevistas que su música estaba entre Joao Gilberto Gil y Nirvana. Además de ser una broma, eso tener de a disposición tanta información, ¿es una tranquilidad o un límite, porque ya está todo hecho?
MP: no es un límite nunca, para mí, sino lo contrario. Es un posibilidad increíble de que entre todo eso, y de que el coktail genere algo nuevo. Si eso es imposible porque ya se escuchó todo… no sé, la visión es única, la de cada ser humano es única, no solo la del artista; la diferencia es que el artista la convierte en algo. Eso que le pasa lo produce en hecho, y ese hecho es único. A no ser que intentes copiar a la fuerza, pero es más difícil copiar que te pase eso. Si vos fluís con todo lo que te ingresa, y lo vas sacando de a poco, sería mucho más raro que saliera algo idéntico a alguna cosa de las que entró en esa mezcla que algo original.
En tu caso, Ian, a eso hay que sumarle la familia. ¿Cómo te llevás con eso?
Soy como los trapecistas del circo (risas). Me relaciono bien. Desde chico estuve rodeado de música, ya sea en casa o en conciertos, y siempre fue una cosa que me encantó, y desde que empecé a componer canciones, claro que se las muestro a mi papá, y él me muestra las suyas también. Siempre el otro tiene opiniones y el que mostró no lo escucha, claro, porque cada artista tiene que buscar su camino para reflejar las cosas, y ponerlo en su música. La solución que yo encuentro para mi música es distinta de la que encuentra mi padre, así como la de mis tíos. El camino que cada uno usa para llegar al resultado final es distinto, también.
¿Sienten que encontraron ese camino, ya?
MP: Sí, de alguna manera se empieza a reflejar, en la composición, por ejemplo. Si hay un sistema, por ejemplo, hay que descartarlo. El camino se va haciendo paso a paso, literalmente. Hay que avanzar cambiando el sistema, para no estancarse. Si repito siempre el mismo modo de hacer canciones, me van a salir parecidas, probablemente. Voy buscando maneras diferentes de encararlo, y eso me permite llegar a lo mismo por diferentes caminos. Yo tengo 28 años y acabo de sacar mi segundo disco. No creo que haya dicho todo, ni siquiera un poco de todo lo que quiero decir. Tengo el deseo de hacer esto toda la vida, porque es lo que me da placer, lo voy a seguir haciendo y espero no repetir, porque me aburriría yo. Si hay una fórmula, hay que tirarla al tachito, rápido.
¿Y cómo hacés eso?
MP: Es que directamente la intención es no encarar por el lado de la fórmula. La única “fórmula” es tener constancia de trabajo. Tengo pegada en la pared de mi casa esa frase de Picasso de que la inspiración te encuentre trabajando, porque no hay manera de que aparezcan cosas si vos no las vas a buscar. Después, obviamente, a veces tengo la sensación de que es como si hubiese un hilo transparente colgado encima de la cabeza y yo agarro un pedacito de eso, y me lo quedo, y lo hago música, como algo super mágico que pasa, que en una hora tenés una canción. Pero muchas otras no; a veces hacés un pedazo de una canción y queda ahí por meses, y vuelve. La cuestión es laburar, estar ahí, pero no solo componiendo. Laburar es también escuchar a los contemporáneos, escuchar otra música, leer poesía, ir a ver teatro, estimularse.
IR: lo que más me gusta de los artistas que veo es como se re inventan, me gustan esos artistas. Entonces es el camino que busco, el cambio, pero sin forzar. Hay una necesidad de no repetirme, como María. También a veces escribo algo que queda parado un año, a veces escribo la letra y después la música, a veces viene todo junto. Y dejo que eso sea así, como caótico.
MP: un cierto nivel de caos es imprescindible para la creación, para mí. Un caos “controlado”, “bien llevado”, ponele, si es que se puede.
¿Cómo se llevan con la reunión, con la colaboración? Algo que en Brasil es más habitual, y acá no tanto.
IR: esa es un poco la idea del Brasil que se conoce afuera, más el Brasil tropical, que tiene un poco eso, de colectivos de gente. Eso de que Caetano empieza a tocar en la tele y llama a 20 bahianos y van todos juntos, y tocan. Ese espíritu colectivo existe hace mucho tiempo. En el sur, en Porto Alegre, donde yo vivo, siempre hubo una escena más rockera, de bandas, y hay un montón de compositores y autores, también, pero siempre más con esto de “cada uno en la suya”. Ahora pasa que, hace unos años, sí tenemos un colectivo de músicos allá, de gente que se junta y que toca, y María me estaba diciendo que lo mismo pasa acá. Que hay una semejanza ahí. Y este festival está siendo increíble por eso, para mí. Tocar con una banda genial, conocer a otros artistas, como María, y a sus amigos, que me mostraron un montón de cosas que me encantaron.
MP: es cierto que es algo que no era tan frecuente acá, pero me parece que ahora es un momento floreciente para eso, para la música emergente o under, como se la quiera llamar. En lo personal, para mí también es algo muy habitual, porque formo parte de un colectivo de músicos que se llama Elefante en la habitación, que es un colectivo de músicos – gestores, 14 entre bandas y solistas. Y la experiencia de estar juntos es enriquecedora en todo nivel. Humanamente, musical y creativamente, y también porque nos hace más fuertes en todo aspecto. Nos permite utilizar el colectivo como una plataforma para hacer cosas, como festivales, o editar nuestros discos desde el sello colectivo. Obviamente, en eso, Brasil está a años luz adelante, pero también en Argentina está pasando eso. Con Elefante estamos en un programa del Ministerio de Cultura que se llama “Recalculando”, y ahí hay un montón de colectivos como el nuestro de todo el país. Y en otros lugares de América Latina está pasando lo mismo. Es el momento de la creación colectiva.
La experiencia de tocar juntos para Argentina también es nueva, cosa que en Brasil es casi una tradición.
MP: Sí, nosotros en el colectivo eso lo hacemos un montón, todo el tiempo. De hecho lo último que yo hice antes de Indies del Sur fue un ciclo que era con un músico distinto cada fecha, a compartir las canciones, y manifestarse, meterse en la canción del otro. Eso lo podemos hacer, también, por eso de que tenemos la posibilidad de que nos gusten muchas cosas, sin prejuicios.
¿Hasta dónde quieren llegar?
IR: Bueno, salvo que se nos acabe el mundo ahora, quiero llegar hasta viejito (risas). Seguir haciendo esto que me gusta, hasta que me guste, si no, me buscaré otra cosa.
MP: yo también quiero llegar a ser una viejita sabia, copada, con el pelo blanco y mis gatos. Y espero no perder nunca la capacidad de jugar y de crear y de divertirme, y de compartir, que es de lo mejor que tiene esto de hacer música, que es conocer gente increíble, super creativa. Es una bendición y un privilegio hacer lo que uno ama, y con hacerlo ya basta. Pero si además podés compartir eso con otros que te sorprenden y te hacen aprender, mucho mejor.
Historias distintas, linajes distintos, pero un camino común que los identifica. Además del festival Indies del Sur, que los reúne en su segunda edición, Ian Ramil y María Pien tienen más en común de lo que, a primera vista, parece. Él, hijo de Vitor Ramil, referencia de la música de Porto Alegre, ella, integrante de Elefante en la habitación, un colectivo de artistas de creatividad solidaria, han enhebrado sus historias musicales como artesanías, pieza a pieza, y a Nueva Ciudad le contaron cómo es que lo lograron.
En relación con el nombre del festival que los reúne, ¿qué quiere decir para ustedes ser “indie”?
Ian Ramil: es una idea amplia, ligada con la independencia, en principio.
María Pien: históricamente, creo que tiene que ver más con un status frente a la industria de la música, y no tanto con un sonido en especial. Tiene que ver con ser “lo otro” que no está en una discográfica mainstream, y asociado también con el under, me imagino. De alguna manera se fue transformando en el modo de llamar a cierto tipo de música, que también es difícil de definir, porque para alguna gente tiene que ver con el folk acústico, pero para otros no.
Alguien puede pensar en bandas que suenan como Sonic Youth, por ejemplo.
MP: en este caso específico tiene que ver con lo emergente, con gente que está transitando un camino que es difícil que llame la atención de los medios masivos. A veces, porque recién están empezando, a veces porque el tipo de música que hacemos no está en ese plan, por ahí tenemos otras búsquedas.
Y Ese ir por los costados del mercado, ¿con qué tiene que ver, con una estética, con una decisión de cómo encarar sus carreras?
IR: tiene que ver más con que la industria discográfica, por lo menos en Brasil, y acá me parece que también, está un poco decadente. Entonces está muy restringida, y ya no existe el mismo espacio que existía en los ´80, por ejemplo. Desde que apareció internet y las cosas están disponibles y gratis para todo el mundo, la industria hasta hoy no sabe qué hacer con este mercado, que ya no depende de ellos.
MP: eso se puede interpretar así y tomarlo como una libertad, al mismo tiempo, de encarar tu creación sin un corcet o sin un presupuesto de que tiene que ser de cierta manera para que le guste a la gente. No estamos haciendo canciones para que “la peguen”.
IR: lo que se ve en la industria es que no existen más artistas, o son poquísimos. La gente que está adentro de la industria, o al menos la mayoría, son productos construidos por la industria, hacen entretenimiento, y para mía la distinción entre entretenimiento y arte, es importante. Nosotros no hacemos música para que le guste a alguien, lo hacemos como una necesidad de comunicación, algo que tenemos que sacar afuera.
MP: que exista gente como Bjork en ese contexto de la industria, me parece un milagro, por ejemplo. Lo bueno es también compartir lo que hacemos, y que se sume más gente, pero el objetivo, claro, no es llegar a cientos de miles.
IR: a mí me encanta un pensamiento de Allan Moore, el que escribió V de venganza, que dice algo así como que si el público supiera lo que quiere ver de un artista, no sería el público, sería el artista. Y eso es genial, porque el artista para mí es el que crea a través de los caminos que no son los obvios, que da una mirada distinta acerca de las cosas, y no veo gente así en las compañías, o hay muy pocos. Los artistas hoy son todos como indios, están todos a fuera del mercado.
MP: acá hay artistas como Lisandro Aristimuño, que hizo una experiencia zarpada de independencia, que tiene que ver justamente con esa libertad de poder producir su música, de poder presentar lo que él quiere y no estar atado a las condiciones de nadie. Ese es un camino que se transita con muchas peripecias, que no es fácil, pero es posible. Para nosotros hay una gran necesidad de hacer lo que hacemos; si no hago canciones me muero. Cerrarlo dentro de un paquete para que le guste a alguien no se puede.
¿Qué música de la que escucharon les suena cuando componen?
IR: La verdad es que generalmente no me suena nada, aunque al mismo tiempo sé que están todas las influencias que tengo, que son millones, en la música que hago. Cuando veo que hay algo que se parece mucho a algo, o me preocupo y lo cambio, o lo asumo como una opción y lo pongo en la canción.
¿Por ejemplo?
IR:Hay una canción, Oraçao de Jorge, que es en realidad un texto muy antiguo de las religiones brasileñas, que musicalizó Jorge Ben; Caetano también lo grabó; y hay una música en el disco que se llama Entre cume e o pé, y ahí hay un fragmento de esa canción, la letra y la melodía, y eso lo escribí en la información del disco, para que se supiera que eso era a propósito.
MP: me pasa un poco lo mismo. Siento que lo que hago es tener un embudo gigante, en el que entran muchas cosas. Para mí, por ejemplo, la poesía de un montón de poetas que me encantan y que leo me resultan de mucha influencia para escribir, y sin embargo la vuelta de tuerca personal hace que eso pase como por un filtro, como si de ese embudo cayera un destilado de todo eso, y eso es desde donde empiezo a trabajar.
Ian dijo en algunas entrevistas que su música estaba entre Joao Gilberto Gil y Nirvana. Además de ser una broma, eso tener de a disposición tanta información, ¿es una tranquilidad o un límite, porque ya está todo hecho?
MP: no es un límite nunca, para mí, sino lo contrario. Es un posibilidad increíble de que entre todo eso, y de que el coktail genere algo nuevo. Si eso es imposible porque ya se escuchó todo… no sé, la visión es única, la de cada ser humano es única, no solo la del artista; la diferencia es que el artista la convierte en algo. Eso que le pasa lo produce en hecho, y ese hecho es único. A no ser que intentes copiar a la fuerza, pero es más difícil copiar que te pase eso. Si vos fluís con todo lo que te ingresa, y lo vas sacando de a poco, sería mucho más raro que saliera algo idéntico a alguna cosa de las que entró en esa mezcla que algo original.
En tu caso, Ian, a eso hay que sumarle la familia. ¿Cómo te llevás con eso?
Soy como los trapecistas del circo (risas). Me relaciono bien. Desde chico estuve rodeado de música, ya sea en casa o en conciertos, y siempre fue una cosa que me encantó, y desde que empecé a componer canciones, claro que se las muestro a mi papá, y él me muestra las suyas también. Siempre el otro tiene opiniones y el que mostró no lo escucha, claro, porque cada artista tiene que buscar su camino para reflejar las cosas, y ponerlo en su música. La solución que yo encuentro para mi música es distinta de la que encuentra mi padre, así como la de mis tíos. El camino que cada uno usa para llegar al resultado final es distinto, también.
¿Sienten que encontraron ese camino, ya?
MP: Sí, de alguna manera se empieza a reflejar, en la composición, por ejemplo. Si hay un sistema, por ejemplo, hay que descartarlo. El camino se va haciendo paso a paso, literalmente. Hay que avanzar cambiando el sistema, para no estancarse. Si repito siempre el mismo modo de hacer canciones, me van a salir parecidas, probablemente. Voy buscando maneras diferentes de encararlo, y eso me permite llegar a lo mismo por diferentes caminos. Yo tengo 28 años y acabo de sacar mi segundo disco. No creo que haya dicho todo, ni siquiera un poco de todo lo que quiero decir. Tengo el deseo de hacer esto toda la vida, porque es lo que me da placer, lo voy a seguir haciendo y espero no repetir, porque me aburriría yo. Si hay una fórmula, hay que tirarla al tachito, rápido.
¿Y cómo hacés eso?
MP: Es que directamente la intención es no encarar por el lado de la fórmula. La única “fórmula” es tener constancia de trabajo. Tengo pegada en la pared de mi casa esa frase de Picasso de que la inspiración te encuentre trabajando, porque no hay manera de que aparezcan cosas si vos no las vas a buscar. Después, obviamente, a veces tengo la sensación de que es como si hubiese un hilo transparente colgado encima de la cabeza y yo agarro un pedacito de eso, y me lo quedo, y lo hago música, como algo super mágico que pasa, que en una hora tenés una canción. Pero muchas otras no; a veces hacés un pedazo de una canción y queda ahí por meses, y vuelve. La cuestión es laburar, estar ahí, pero no solo componiendo. Laburar es también escuchar a los contemporáneos, escuchar otra música, leer poesía, ir a ver teatro, estimularse.
IR: lo que más me gusta de los artistas que veo es como se re inventan, me gustan esos artistas. Entonces es el camino que busco, el cambio, pero sin forzar. Hay una necesidad de no repetirme, como María. También a veces escribo algo que queda parado un año, a veces escribo la letra y después la música, a veces viene todo junto. Y dejo que eso sea así, como caótico.
MP: un cierto nivel de caos es imprescindible para la creación, para mí. Un caos “controlado”, “bien llevado”, ponele, si es que se puede.
¿Cómo se llevan con la reunión, con la colaboración? Algo que en Brasil es más habitual, y acá no tanto.
IR: esa es un poco la idea del Brasil que se conoce afuera, más el Brasil tropical, que tiene un poco eso, de colectivos de gente. Eso de que Caetano empieza a tocar en la tele y llama a 20 bahianos y van todos juntos, y tocan. Ese espíritu colectivo existe hace mucho tiempo. En el sur, en Porto Alegre, donde yo vivo, siempre hubo una escena más rockera, de bandas, y hay un montón de compositores y autores, también, pero siempre más con esto de “cada uno en la suya”. Ahora pasa que, hace unos años, sí tenemos un colectivo de músicos allá, de gente que se junta y que toca, y María me estaba diciendo que lo mismo pasa acá. Que hay una semejanza ahí. Y este festival está siendo increíble por eso, para mí. Tocar con una banda genial, conocer a otros artistas, como María, y a sus amigos, que me mostraron un montón de cosas que me encantaron.
MP: es cierto que es algo que no era tan frecuente acá, pero me parece que ahora es un momento floreciente para eso, para la música emergente o under, como se la quiera llamar. En lo personal, para mí también es algo muy habitual, porque formo parte de un colectivo de músicos que se llama Elefante en la habitación, que es un colectivo de músicos – gestores, 14 entre bandas y solistas. Y la experiencia de estar juntos es enriquecedora en todo nivel. Humanamente, musical y creativamente, y también porque nos hace más fuertes en todo aspecto. Nos permite utilizar el colectivo como una plataforma para hacer cosas, como festivales, o editar nuestros discos desde el sello colectivo. Obviamente, en eso, Brasil está a años luz adelante, pero también en Argentina está pasando eso. Con Elefante estamos en un programa del Ministerio de Cultura que se llama “Recalculando”, y ahí hay un montón de colectivos como el nuestro de todo el país. Y en otros lugares de América Latina está pasando lo mismo. Es el momento de la creación colectiva.
La experiencia de tocar juntos para Argentina también es nueva, cosa que en Brasil es casi una tradición.
MP: Sí, nosotros en el colectivo eso lo hacemos un montón, todo el tiempo. De hecho lo último que yo hice antes de Indies del Sur fue un ciclo que era con un músico distinto cada fecha, a compartir las canciones, y manifestarse, meterse en la canción del otro. Eso lo podemos hacer, también, por eso de que tenemos la posibilidad de que nos gusten muchas cosas, sin prejuicios.
¿Hasta dónde quieren llegar?
IR: Bueno, salvo que se nos acabe el mundo ahora, quiero llegar hasta viejito (risas). Seguir haciendo esto que me gusta, hasta que me guste, si no, me buscaré otra cosa.
MP: yo también quiero llegar a ser una viejita sabia, copada, con el pelo blanco y mis gatos. Y espero no perder nunca la capacidad de jugar y de crear y de divertirme, y de compartir, que es de lo mejor que tiene esto de hacer música, que es conocer gente increíble, super creativa. Es una bendición y un privilegio hacer lo que uno ama, y con hacerlo ya basta. Pero si además podés compartir eso con otros que te sorprenden y te hacen aprender, mucho mejor.
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