Cacerolas en la Ciudad

Los cacerolazos, la historia de un método de protesta que revive para enfrentar a Milei

A casi 200 años de utilizarse por primera vez, este método se repitió durante la semana pasada contra la presidencia de Javier Milei, que batió un récord: es el Presidente que a quien más rápido le hicieron un cacerolazo.


En la Francia de 1830, según cuenta el historiador Emmanuel Fureix, se dio por primera vez una protesta que incluyó cacerolas. Fueron los franceses quienes con el ruido del golpe mostraron su desaprobación a los políticos oficialistas. Más de un siglo después, en 1961, se repitió en Argelia y en las décadas siguientes este tipo de protesta se circunscribió casi exclusivamente en América Latina, siendo Chile el primer país de la región con registro de ellas.

 
El primer cacerolazo y la era menemista
 
El primer cacerolazo del que se tiene registro, ocurrió el 20 de agosto de 1982 en Plaza de Mayo en la Ciudad de Buenos Aires, a finales de la dictadura cívico militar. Cientos de personas se presentaron frente a la Casa Rosada con cacerolas, agitaron bolsas de compras vacías y lograron entrevistarse con asesores del Ministro de economía, José María Dagnino Pastore, para elevar un petitorio avalado por 4000 firmas.
 


Cuatro años despues, los cacerolazos se repitieron contra la presidencia de Raúl Alfonsín, esta vez de la mano de mujeres. El 9 de octubre de 1986, el Movimiento de Amas de Casa del País (ACP) y el Sindicato de Amas de Casa de la República Argentina lo adhirieron al plan de lucha de la Confederación General del Trabajo (CGT) en el marco de una huelga.
 
El método de protesta se replicó en Mendoza, Córdoba, Neuquén, la Plata y la provincia de Buenos Aires durante toda la década de los 80. Los reclamos eran contra los aumentos de las tarifas de servicios y la hiperinflación que representaba una crisis economica y social. Durante esta década, los cacerolazos más importantes se dieron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Uno de ellos fue en la marcha de la CGT el 9 de septiembre de 1988 y el convocado para el 21 de septiembre de 1988 bajo la consigna “Contra el tarifazo, el cacerolazo”.
 
Las cacerolas se guardaron durante unos años, hasta que durante el segundo gobierno de Carlos Menem volvieron a las calles. Esta vez, los cacerolazos fueron más grandes y organizados, y siempre motivados contra la política económica y social del gobierno liberal del momento. Uno de ellos fue el 12 de septiembre de 1996 y fue calificado por Menem como “una fantochada, un fracaso”.



Los cacerolazos en los 2000
 
Las protestas con sonido metálico se dieron durante todo este tiempo, pero fue en 2001 cuando este método de protesta cobra mayor imprtancia y se consolida en la sociedad argentina y principalmente en la porteña.
 
Entre 2001 y 2002, el índice de pobreza alcanzó cifras récord: 52.8 %. La desocupación era superior al 21.5 % y​ la fuga de capitales era incontrolable. Este panorama contribuyó a los cacerolazos de fines de 2001 que fueron parte de un estallido popular que causó, entre otros efectos, la renuncia del Ministro de Economía, Domingo Cavallo, y del presidente, Fernando de la Rúa.
 
El más emblemático de ellos fue el del 19 y 20 de diciembre de 2001. El día había comenzado con el incremento en la cantidad de saqueos en diferentes puntos del país, sobre todo en busca de comida, que ocurrían desde una semana antes, al punto que llegarían por primera vez a la Ciudad.
 
Debido al clima de violencia, el presidente Fernando de la Rúa decretó un estado de sitio. La reacción de las y los ciudadanos fue clara e inmediata: comenzó un cacerolazo espontáneo en todo el país, mientras que aquellos que se encontraban cercanos al centro de la Ciudad marcharon al Congreso y a la Casa Rosada, bajo la consigna “qué boludos,/ qué boludos,/ el estado de sitio,/ se lo meten en el culo” y bajo la consigna “Que se vayan todos”.
 
A la una de la mañana del 20 de diciembre, la multitud que se encontraba en las cercanías de Plaza de Mayo fue fuertemente reprimida, mientras se anunciaba por televisión la renuncia de Domingo Cavallo. Antes de eso, ya se había adelantado la renuncia del resto del Gabinete.
 
Durante la mañana del 21 de diciembre, se unieron a los cacerolazos distintas organizaciones sociales y políticas, entre ellas las Madres de Plaza de Mayo. La respuesta del Gobierno nacional fue una brutal represión que dejó cinco personas asesinadas, y más de 227 heridos. En todo el país la cantidad de muertes ascendió a 36 personas, entre ellas siete niños de entre trece y dieciocho años. En horas de la tarde mientras sonaban las cacerolas, el Presidente renunció y dejó la Casa Rosada a bordo de un helicóptero.
 
Los cacerolas volvieron a utilizarse solo para cocinar durante algunos años más, hasta que en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se realizaron dos series de protestas con amplia presencia de cacerolazos: una producto del paro agropecuario de 2008 y otra producto de un descontento social hacia el gobierno.

La ex presidenta, al igual que su sucesor Mauricio Macri, escucharon el sonido metálico en su contra ya pasados varios meses de su asunción. De ambos, es Macri quien más rápido recibe un cacerolazo en contra, el 7 de abril de 2016, por el escándalo de los Panama Papers y contra la gran cantidad de despidos, el ajuste económico y la corrupción. Como respuesta, el dirigente del PRO ordenó realizar informes de inteligencia sobre quienes habían participado.
 
Ahora, el nuevo presidente batió todos los récords y tuvo su primer cacerolazo en contra a 10 días de asumir la Presidencia de la Nación. Sucedió el miércoles 20 de diciembre en varios barrios de la Ciudad y culminó con miles de personas frente a Congreso durante la noche.
 
Cómo se gestó el primer cacerolazo contra Milei
 
El gobierno de Milei comenzó a generar descontento luego de los anuncios del ministro de Economía, Luis Caputo. Desde la cartera económica, informaron que el tipo de cambio oficial pasaba a superar los 800 pesos, entre otras medidas que generaron una gran devaluación dando paso a las primeras angustias de los argentinos.
 
Dos días después, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich anunció un protocolo anti-piquete con medidas que criminalizan la protesta. Varios organismos de derechos humanos y legales lo calificaron como incompatible con los derechos a la libre reunión y asociación, a la libertad de expresión y a la protesta social.
 
El anuncio de la cartera de Bullrich se dio ante la convocatoria de organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, estudiantiles y sindicales de izquierda para marchar el miércoles 20 de diciembre en conmemoración a los asesinados en las jornadas de lucha del 19 y 20 de diciembre de 2001. A 22 años del cacerolazo que forzó la renuncia del presidente de la Rúa, se gestaba en la Ciudad una nueva movilización que confluiría a Plaza de Mayo.
 
Días antes de la protesta, otra funcionaria libertaria sumó anuncios que aumentaron la tensión. La Ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, informó la quita de programas sociales para todas las personas que se manifiesten. Esto se acompañó con hostigamiento del gobierno nacional que ordenó que en las estaciones de subtes y trenes se diga por altoparlante y en la cartelería la frase: “El que corta, no cobra”.
 
Durante la jornada del pasado 20 de diciembre, la ministra de Seguridad ordenó a las fuerzas federales realizar pesquisas en el transporte público y en estaciones. Se supo que policías filmaban a los pasajeros y muchos fueron bajados de los colectivos por ser “presuntos manifestantes”, configurándose un escenario de criminalización de la protesta.
 
Pese al amedrentamiento y la excesiva presencial policial en la Ciudad, las organizaciones sociales lograron vencer protocolo y realizar la movilización que culminó en un acto en Plaza de Mayo. Se estima que 15 mil personas se hicieron presentes y hubo dos detenciones.
 
Tras la marcha del miércoles 20 de diciembre, el presidente Javier Mieli informó la firma de un decreto de necesidad y urgencia donde 300 leyes son modificadas o derogadas con impacto en múltiples sectores de la sociedad. Finalizada la cadena nacional, las cacerolas volvieron a sonar en territorio porteño batiendo un récord: el cacerolazo más precoz hecho a un Presidente argentino. En tan sólo 10 días, Javier Milei recibió el primer ruido metálico de las cacerolas que expresan el descontento de muchas personas que se convocaron frente al Congreso. La protesta se repitió durante los siguientes días y en diferentes puntos del país.

 

Así como Menem había calificado las protestas en su contra como una “fantochada” y un “fracaso”, Milei aseguró que quienes salieron a las calles sufrían “el síndrome de Estocolmo”. Luego, tensionó el escenario con una publicación en sus redes sociales donde aparece un Milei con gesto sonriente y de traje, que usa una llave para encerrar a un hombre barbudo, de remera, bermuda y ojotas, que tiene en sus manos una cacerola y una cuchara de madera.

 

Esta semana, las cacerolas volvieron a golpearse para hacer audible la angustia y preocupación de las y los porteños. El sonido métalico llegó a Casa Rosada, pero la respuesta fue subestimar y amenazar. Habrá que esperar para ver cómo termina este nuevo cacerolazo.

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