- Política
- 12.10.2020
OPINIÓN
"Diganle adiós al Costa Salguero", por Werner Pertot
El que fue el emblema del PRO y de las concesiones con el Estado bobo, ahora terminará de ser un espacio privado con torres de lujo, un helipuerto y amarradero para los veleros. El acuerdo con Lousteau para votarlo en la Legislatura.
La aprobación era casi cantada: el oficialismo porteño consiguió sacaren primera lectura la nueva ley con 35 votos contra 22 del Frente de Todos y de la izquierda. Habrá una audiencia pública y una segunda votación, como marca la Constitución, pero está claro que el número lo tienen, mientras conserven el apoyo de Lousteau. La sesión, no obstante, fue una de las más calientes del año, con todo el bloque opositor buscando que Larreta pague algún costo político por privatizar el acceso al río. Y que Lousteau también, de paso, por avalar lo que criticaba cuando era opositor. Lo cierto es que cuando se vote por segunda vez se pondrá el último clavo en un negocio formidable: la venta de terrenos públicos para construir un barrio de lujo con diez bloques de edificios que tendrán entre 18 y 29 metros de altura en 7,5 hectáreas. Y nuevas concesiones en otras 14 hectáreas. El barrio tendrá su propio helipuerto y su amarradero para veleros, como para que –como escribió Fernando Bercovich- usted pueda ir de su casa en nordelta a su casa en este nuevo barrio, que se perfila como un nuevo Puerto Madero.
Así llega a su fin la triste historia de las tierras de esa zona de la Costanera, entregadas en 1988 por el entonces presidente Carlos Menem y su intendente Carlos Grosso a privados y continuada durante todos los años siguientes, hasta el macrismo, con el pago de un canon irrisorio al Estado, para luego subalquilar los lugares y hacer una fortuna. Que uno de los dueños de la empresa que hacía esto era el marido de una importante dirigente del PRO nunca pareció mover el amperímetro de los republicanos selectivos.
Ni siquiera cuando, con la fiesta Time Warp, murieron cinco chicos en ese lugar. En Nueva Ciudad, contamos una y otra vez cómo era ese negocio.
Todo esto no es la excepción en las sucesivas gestiones PRO, sino la regla. Así lo detalla un extenso informe del legislador Matías Barroetaveña. Se titula: “La década vendida. Política de suelo de las gestiones PRO en la Ciudad: enajenación de dominio público y negocios inmobiliarios”.
Sintéticamente, advierte que entre 2009 y 2019, el Gobierno porteño vendió aproximadamente 150 hectáreas de tierra de la Ciudad a través de 26 leyes que se sancionaron en la Legislatura. A eso hay que sumarle los cuatro años de Macri como presidente, en los que la Agencia de Bienes del Estado posibilitó la subasta de otras 78 hectáreas de tierras nacionales dentro del distrito. Por algunas de esas ventas a amigos de Macri y a un precio más bajo que el tasado, la Oficina Anticorrupción presentó una denuncia penal.
Otro de los puntos centrales del informe de Barroetaveña es que la mayoría de las tierras fueron destinadas a desarrollos inmobiliarios de lujo. Y allí el legislador hace una serie de cálculos: en esas tierras se podrían haber construido viviendas para 86.275 personas, si se toma el tamaño promedio de un hogar de 2,4 integrantes, según datos del Censo 2010. O bien se podrían haber ampliado los espacios verdes de la ciudad en un 39,7 por ciento. Como recuerda el legislador, esto se da en un momento donde la Ciudad “muestra un índice de crecimiento poblacional estable desde hace más de 70 años, con un fuerte crecimiento de la inquilinización, 35,2% del total de los hogares (EPH, 2019), y un déficit habitacional que en la actualidad se calcula cercano al 15% de la población, y que ascendía a más del 11,5% según el último Censo Nacional”.
La pregunta es, en ese contexto, ¿otro barrio de lujo era lo que necesitaba la Ciudad? Las políticas del uso de las tierras tienen un impacto directo por generaciones en la población. La toma de Guernica, en provincia de Buenos Aires, es tan sólo el último ejemplo de esto.
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