Comer pizza en Buenos Aires cuesta lo mismo que en Mónaco

El principado de Mónaco es uno de los destinos más exclusivos del mundo. En un paseo por allí es posible observar distintos autos de alta gama estacionados en las calles, o yates de lujo sobre las costas del Mediterráneo que envuelve este paisaje de ensueño, accesible para pocos.

Y aunque Mónaco es sinónimo de ostentación, en algunos rubros no hay tanto que envidiarle. Basta con observar que comer una pizza, tomar un café o pedir un helado es tan caro en Mónaco, como en algunos barrios porteños.

Según consignó el diario La Nación, una pizza Marguerite (con tomate y queso), la más básica del principado, cuesta en promedio 9,50 euros (o sea unos $ 161,50 si se toma el tipo de cambio a $ 17) en el barrio antiguo de la ciudad, a unos metros del palacio del príncipe Alberto II. Eso es lo que dice la lista de precios de L'Estragon. El valor varía entre 8,50 y 10 euros. En una famosa pizzería porteña que tiene como logo un pizzero bandeja en mano y con nombre que alude a un territorio, esa misma pizza cuesta 240 pesos. O sea, un 48,6% más cara.

En tanto, el helado más pequeño en las tres cadenas más importantes de Buenos Aires cuesta hoy alrededor de 50 pesos. Por otro lado, en una heladería artesanal cercana al embarcadero del principado llamado L'Atelier Du Glacier, el helado petit (pequeño) de un gusto sale 3 euros ($ 51). Algo similar ocurre con el café, por ejemplo. Un expresso tiene un valor de 2 euros ($ 34). Eso dice el café Bilig, ubicado en esta ciudad-Estado (el segundo país entre los más pequeños del mundo y el más densamente poblado en relación con su tamaño). Es lo mismo que valía hace por lo menos cuatro años y un precio similar al que mostraba entonces ese mismo producto en Madrid o Roma. En 2012, en la Argentina tomarse un cafecito en un bar costaba 12 pesos. En la actualidad, está entre los 25 y los 35 pesos, según el lugar que se elija.

Claro que estas comparaciones no incluyen un análisis de los impuestos sobre cada producto ni de cómo se integran las cadenas de valor hasta que se llega al consumidor final, y menos se detienen a explicar si los productos con los que están elaborados esos bienes son importados o de industria nacional.

Estos números hablan sólo del encarecimiento evidente en Buenos Aires, sobre todo en lo que respecta a los alimentos. Los datos son claros. La canasta alimentaria de abril de 2010 para una familia tipo, con dos adultos y dos niños e inquilinos de una vivienda, era de 949 pesos. Seis años más tarde, esa misma canasta llega a los 6319 pesos. Se trata de un aumento de un 565,8 por ciento.