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- 24.07.2015
Puesta en valor de más de 130 órganos de iglesias de la Ciudad
En el marco de un programa integral de restuaración que comenzó en 2004, ya se repararon 130 órganos de iglesias. Instrumento conocido hace siglos como “el rey de los instrumentos musicales”.
Los órganos son una de las piezas fundacionales de las iglesias y templos de todos los credos, aunque hay que reconocer que a medida que pasa el tiempo, más obsoletos parecen ser. Sin embargo, y en el marco del programa de Restauración de Órganos de Tubo lanzado por el gobierno porteño en 2004, ya son 130 los órganos que volvieron a hacer de instrumentos tras su restauración.
Entre las averías más notables estaban los tubos abollados, el rastro de la humedad, el faltante de piezas originales, registros musicales que no funcionaban y kilos de polvo acumulado por el paso del tiempo. Pero afortunadamente, su puesta en valor ya permite volver a escuchar sus melodías en misas y conciertos.
Francisco Baigorria, párroco de la iglesia San Ignacio y encargado de la de la Comisión Arquidiocesana para el Cuidado de los Bienes Artísticos y Culturales del Arzobispado recordó: “Estaba destruido y era una pena, ya que llegó en 1906 a la Ciudad". Al emblemático órgano se le agregaron 197 nuevos tubos de Alemania y luego fue intervenido por el maestro organista Enrique Rimoldi, que recuperó la trompeta, las lengüetas y el clarinete.
Además del órgano de San Ignacio, se recuperó el de la Iglesia del Santísimo Sacramento, de 1912, que es el órgano francés religioso más grande de América del Sur. Se trata de un Cavaillé-Coll Mutin donado por Mercedes Castellanos de Anchorena y fue inaugurado junto al templo en 1915. Este instrumento es el órgano con más juegos sonoros del país y forma parte de los tres órganos de la Argentina, junto con los de la Basílica de San Francisco y la Basílica Nacional de Luján, que están incluidos en el exclusivo catálogo Charles Mutin.
En todos los casos son instrumentos extremadamente delicados que precisan ser preservadas en lugares donde no sufran cambios de temperatura, y sean afinados antes de cada concierto por los organeros. Algo así como los luthiers, pero especializados en órganos, un instrumento inventado por los griegos, adoptado por la iglesia en el siglo VII, llamado “el rey de los instrumentos musicales” por los sonidos que se producen cuando el aire atraviesa cada uno de sus tubos.
Además, fueron reparados y afinados el órgano dinamarqués de la Iglesia Luterana Danesa y el de la Primera Iglesia Metodista, un Forster & Andrews de 1871 que tiene 28 registros reales. “Más de 30.000 personas de todas las edades disfrutan de esta música: a los conciertos de la Catedral Metropolitana y del Santísimo Sacramento acuden unas 1500 personas. Incluso llegan en micros de todos lados. A su vez, a cada una de las liturgias en las que se utiliza el órgano acuden otras 400 personas aproximadamente”, aseguró el historiador Eduardo Lazzari, coordinador de los ciclos Conciertos de Órgano al Mediodía del gobierno porteño, en declaraciones al diario La Nación.
Las restauraciones se realizan en el marco del Programa Fondo Metropolitano para la Cultura, las Artes y las Ciencias y ofrecen una línea de ayuda económica para preservar el patrimonio cultural de las iglesias.
Los órganos son una de las piezas fundacionales de las iglesias y templos de todos los credos, aunque hay que reconocer que a medida que pasa el tiempo, más obsoletos parecen ser. Sin embargo, y en el marco del programa de Restauración de Órganos de Tubo lanzado por el gobierno porteño en 2004, ya son 130 los órganos que volvieron a hacer de instrumentos tras su restauración.
Entre las averías más notables estaban los tubos abollados, el rastro de la humedad, el faltante de piezas originales, registros musicales que no funcionaban y kilos de polvo acumulado por el paso del tiempo. Pero afortunadamente, su puesta en valor ya permite volver a escuchar sus melodías en misas y conciertos.
Francisco Baigorria, párroco de la iglesia San Ignacio y encargado de la de la Comisión Arquidiocesana para el Cuidado de los Bienes Artísticos y Culturales del Arzobispado recordó: “Estaba destruido y era una pena, ya que llegó en 1906 a la Ciudad". Al emblemático órgano se le agregaron 197 nuevos tubos de Alemania y luego fue intervenido por el maestro organista Enrique Rimoldi, que recuperó la trompeta, las lengüetas y el clarinete.
Además del órgano de San Ignacio, se recuperó el de la Iglesia del Santísimo Sacramento, de 1912, que es el órgano francés religioso más grande de América del Sur. Se trata de un Cavaillé-Coll Mutin donado por Mercedes Castellanos de Anchorena y fue inaugurado junto al templo en 1915. Este instrumento es el órgano con más juegos sonoros del país y forma parte de los tres órganos de la Argentina, junto con los de la Basílica de San Francisco y la Basílica Nacional de Luján, que están incluidos en el exclusivo catálogo Charles Mutin.
En todos los casos son instrumentos extremadamente delicados que precisan ser preservadas en lugares donde no sufran cambios de temperatura, y sean afinados antes de cada concierto por los organeros. Algo así como los luthiers, pero especializados en órganos, un instrumento inventado por los griegos, adoptado por la iglesia en el siglo VII, llamado “el rey de los instrumentos musicales” por los sonidos que se producen cuando el aire atraviesa cada uno de sus tubos.
Además, fueron reparados y afinados el órgano dinamarqués de la Iglesia Luterana Danesa y el de la Primera Iglesia Metodista, un Forster & Andrews de 1871 que tiene 28 registros reales. “Más de 30.000 personas de todas las edades disfrutan de esta música: a los conciertos de la Catedral Metropolitana y del Santísimo Sacramento acuden unas 1500 personas. Incluso llegan en micros de todos lados. A su vez, a cada una de las liturgias en las que se utiliza el órgano acuden otras 400 personas aproximadamente”, aseguró el historiador Eduardo Lazzari, coordinador de los ciclos Conciertos de Órgano al Mediodía del gobierno porteño, en declaraciones al diario La Nación.
Las restauraciones se realizan en el marco del Programa Fondo Metropolitano para la Cultura, las Artes y las Ciencias y ofrecen una línea de ayuda económica para preservar el patrimonio cultural de las iglesias.
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