Cierra Videoclub en Boedo

Cierra el clásico comercio de alquiler de películas "Videoclub" en el barrio de Boedo.

“Videoclub” el comercio de alquiler de películas es uno de los 500 que quedan en el país en la era de Netflix. El local, que baja las persianas para siempre en pocos días, es también un punto de encuentro de hinchas de Newell's en Buenos Aires.

El dueño de Videoclub es Luis Minari, puede ubicar el VHS de “Calígula” en un local en el que hay tres paredes cubiertas por ocho mil películas. Tiene 60 años y una vida con las coordenadas puestas en la música, el fútbol y las películas. Es percusionista, vicepresidente de la filial de Newell's en Capital y dueño de un negocio de venta de VHS. Lo instaló hace 25 años en el barrio de Boedo. Se ubica en Carlos Calvo al 3900, casi llegando a Quintino Bocayuva. Abierto seis días a la semana.

En quince días, cerrará sus puertas. "No pienso en que esto va a terminar. No lo imagino. De todas formas, va a pasar. ¿Para qué torturarme antes? Creo que los recuerdos van a llegar después del cierre, con los horarios. Va a ser como una mudanza. Al principio, me voy a sentir raro pero voy a tener que acostumbrarme", cuenta Luis a Clarín.

En su oficio, Minari conoció la prosperidad y la decadencia del VHS. El periodo más redituable fue a fines de los '80 y principios de los '90. Una época en la que la clase media argentina vivía el alquiler de VHS como una ceremonia del entretenimiento. Entre su público había familias, adolescentes, mujeres y hombres solos, estudiantes de cine y amas de casa.

En los '90, la televisión por cable y la llegada a Argentina de los megavideoclubes cambiaron las ecuaciones. La primera cadena fue la chilena Errol's. "Me sacó muchos clientes. Si yo tenía una copia de Rambo, ellos tenían 20", dice a Clarín.

Con la misma velocidad con la que Errol's aterrizó, de un día a otro, bajó sus persianas y, compra mediante, amaneció rebautizado en Blockbuster. "Blockbuster magnificó todo. Si los chilenos tenían 20 copias de Rambo, los yankies vinieron con 60", expresa Luis.

La estrategia comercial de Minari fue abandonar las películas comerciales. "Opté por no comprar los tanques. En lugar de elegir cinco Rambos empecé a traer películas de autor, a buscar el rubro. Cambié mi política de negociar el cine y empecé a trabajar mejor que cuando ofrecía lo mismo que otros videos", cuenta a Clarín.

Hoy, los clientes que compran sus VHS son coleccionistas de cine argentino en blanco y negro y jóvenes fanáticos de los films de Ed Wood. "Le gané a Errol's y a Blockbuster. Ellos se fueron y yo acá estoy".

Además de ser un estratega del cine arte y después de estar 30 años entre películas, Minari convirtió su videoclub en el punto de encuentro de los hinchas de Newell's en Buenos Aires. Ahí, su rol de comerciante convivió con el de ser el responsable de la logística para llegar al Estadio Marcelo Bielsa y regresar a Capital.

En tres décadas de trabajo, Minari alquiló y vendió films en Super 8, VHS y DVD. Atravesó los cambios tecnológicos, las crisis económicas, sobrevivió a la adaptación. Pero las clausuras que recibió por hacer presentaciones musicales o proyecciones con "públicos no mayores a 25 personas" fueron el principio del fin.

La consumación llegó en mayo de este año, por debajo de la puerta en formato de carta. "Me avisaron que me quitaban el permiso para alquilar películas. Fue el colmo y ya estoy cansado de luchar. El video es un referente cultural de Boedo, es una locura que no lo vean", expresa a Clarín.

En el país, según datos de la Cámara Argentina de Videoclubes, quedan alrededor de 500 videoclubes, 100 de ellos alquilan y venden únicamente material original. El cierre del videoclub de Minari achicará la cifra y la oferta cultural de un barrio. En los próximos días, se transformará en un vacío negocio comercial más.


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