¿Va a estar buena la Argentina?

Finalmente, la campaña presidencial ha decantado: han quedado sólo dos: Daniel Scioli o Mauricio Macri. O dos y medio, si contamos a Sergio Massa que está en una curiosa, y tal vez incómoda, media agua: mide demasiado poco para ser considerado un competidor en serio, pero mide demasiado para bajarse.

Finalmente, la campaña presidencial ha decantado: han quedado sólo dos: Daniel Scioli o Mauricio Macri. O dos y medio, si contamos a Sergio Massa que está en una curiosa, y tal vez incómoda, media agua: mide demasiado poco para ser considerado un competidor en serio, pero mide demasiado para bajarse.

Luego del frenesí de los días anteriores al cierre de listas, en la última semana se ha instalado un clima más distendido. El “baño de humildad” al que terminó sometido Florencio Randazzo simplificó la oferta electoral del kirchnerismo, que ahora irá a las PASO con una única fórmula presidencial. Enfrente está una alianza, enigmáticamente llamada “Cambiemos” en donde competirán tres fórmulas: la del PRO (Mauricio Macri y Gabriela Michetti), de la UCR (Ernesto Sanz y Lucas Llach) y la de la CC (Lilita Carrió y Toty Flores.) Todo indica que va a ganar Macri. Se suma a ésta la que tal vez resulte terminar siendo la PASO más competitiva de todas: la elección entre José Manuel de La Sota y Sergio Massa. Con lo cual, y salvo que haya una gran sorpresa, o será Scioli o será Macri en diciembre.

Los argumentos para la victoria de Scioli han sido repetidos: su buena imagen personal, el relativamente alto grado de aprobación del gobierno saliente y el encolumnamiento detrás suyo de la máquina electoral del PJ en las provincias. Mucho se ha escrito en las últimas semanas sobre el impacto de la fórmula Scioli-Zannini y sobre su campaña, incluyendo el día de hoy la noticia de que ha sido compuesto para ella un ¿himno? por Ricardo Montaner. (Disponible en toda su gloria aquí). De hecho, tanto se ha escrito que ha descendido sobre nosotros una especie de neblina que podría llamarse “La inevitabilidad de la Gran Argentina.” ¿Es segura ya la victoria de Scioli? ¿Alcanza la fe, la esperanza y el optimismo más los gobernadores y el voto duro kirchnerista para llegar a la presidencia? (La respuesta es probablemente sí.)

Pero con esta complacencia (¡con optimismo!) se corre el riesgo de minimizar las chances de una persona que viene construyendo su campaña presidencial desde hace doce años. Mauricio Macri es un político disciplinado, ordenado y que ha demostrado capacidad de mantener la vista en la pelota

Una cosa que diferenció rápidamente a Mauricio Macri de otros candidatos que intentaron hacer lo que él (ocupar el espacio liberal-empresarial-moderno) del espectro político es que Macri comprendió una de las grandes lecciones del orden post-2001, que es la necesidad de una base territorial fuerte. Y Macri, que empezó con la telepolítica y el deporte, la construyó: usó Boca para hacerse de un territorio, que fue más que lo pudieron o quisieron hacer De Narváez o Ricardo López Murphy (que en el 2003 salió tercero a sólo seis puntos de Kirchner.) Y desde el territorio, Macri fue por más y decidió construir un partido, y en esto también fue exitoso. Más tarde llegó la decisión de armar su base de apoyo territorial nacional a partir de una alianza con la CC de Carrió y con la UCR. Esta alianza le permitiría, en teoría, saltar de la CABA a las provincias con una estrategia flexible: cuando el PRO tuviera buenos candidatos a gobernador, como en Santa Fé, iría solo y cuando no los tuviera se acoplaría a la UCR, como en Mendoza. La idea de esta estrategia era llegar a las PASO con un par de victorias resonantes en algunos distritos clave, de tal manera de resaltar la implantación territorial de “Cambiemos”. Un pase de mando sin turbulencias en CABA con Rodríguez Larreta, un gobernador del PRO electo en Santa Fé, un gobernador radical aliado en Mendoza, tal vez una victoria en Chaco, Tierra del Fuego o Neuquén, y la perspectiva cierta de otra victoria de la alianza con el radicalismo en Córdoba.

Esta estrategia del PRO que podríamos denominar “de abajo hacia arriba” fue perimida en los hechos. Miguel Del Sel perdió por un puñado de votos la elección de Santa Fé. Chaco, Tierra del Fuego y Neuquén no dieron ninguna alegría. Las encuestas lo dan primero ampliamente al delasotista (en transición al sciolismo, parece) Schiaretti en Córdoba. Y las PASO en CABA si bien fueron ganadas por Rodríguez Larreta, vieron a Lousteau ofreciendo un desafío impensado. la victoria del radical Cornejo en Mendoza, sumada a la del socialista Lifschitz en Santa Fé y al segundo puesto de Lousteau en CABA en realidad crearon una grieta al interior de la alianza con la UCR. No por azar, Ernesto Sanz marcó cierta distancia al decir que “no sabe si la alianza sigue después de diciembre si no gana.”

Esto no quiere decir que Macri no pueda, matemáticamente, ganar, sólo que de hacerlo no será como la expresión de un movimiento de anclaje territorial mediado por gobernadores e intendentes. De ganar, Macri deberá hacerlo mediante el voto directo y sin mediaciones de los votantes, seducidos por su propia persona, y nada más. Cómo dijimos la semana pasada, Macri apostó a personalizar y nacionalizar la campaña: en octubre la gente votará a Macri por Macri, o no lo hará.

La eficacia de esta estrategia está por verse. Macri es bueno haciendo campaña y su equipo de comunicación tiene mucha experiencia presentado a la sociedad el “producto Mauricio”. Pero esta campaña tiene tres problemas. Primero, que el voto a candidatos carismáticos y providenciales parece ser más atractivo en momentos de crisis que en momentos-relativa, claro-estabilidad: Alfonsín es impensable sin el contexto del 83.

El segundo problema es que en las elecciones presidenciales la sociedad argentina parece ser muy de votar a ganador: en general, quien llega primero en las encuestas uno o dos meses antes de las elecciones tiende a atraer el voto de los indecisos y de todos aquellos a los que simplemente les gusta ganar. Y hoy (no sabemos mañana) primero en las encuestas está Scioli.

El tercer problema es la fragmentación opositora sumada a la peculiar arquitectura constitucional argentina. Las últimas cuatro encuestas registradas en blog de seguimiento de encuestas “La Borra” le otorgan a Sergio Massa un promedio de intención de voto alrededor del 10 por ciento y a Margarita Stolbizer algo así como un 6 por ciento. Mi intención no es hacer números finos o leer mágicamente, bueno, la borra, sino marcar que por ambos lados de su espectro Macri pierde preciosos votos en la primera vuelta.. Y recordemos que Scioli no necesita 50 por ciento para ganar, le alcanza con 45 puntos, o inclusive con 40 si Macri saca menos de 30. (Las últimas cuatro encuestas de La Borra le dan a Scioli un promedio de 42 puntos y a Macri uno de 33.)

Esto no significa que Macri no quiera ganar o está jugando a perder. En todo caso significa que Macri quiere ganar sin deberle mucho a nadie y que no le interesa ser presidente si eso significa subir con un gobierno que se sientan con poder de exigir cosas. Gane o pierda en ésta ronda, es respetable.


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