OPINIÓN

La riqueza imaginaria

Lo que es difícil imaginar es cual es el modelo de país que apoyan González Fraga y nuestra vicepresidenta si consideran una fantasía que los asalariados medios accedan a un celular, un plasma o un viaje. ¿Qué proyecto imaginan para incluirlos, excluyéndolos de esas fantasías?

Sebastián Fernández

A partir de 1945, de la mano de J.D. Perón, los asalariados empezaron a gozar del turismo de masa a través de vacaciones pagas, hoteles sindicales y colonias de vacaciones. Fue una iniciativa denunciada con furia por los empresarios y por los indignados políticos serios de aquella época, quienes consideraron que pagarle a los empleados por ir a la playa era una fantasía que nos llevaría a la ruina.

Hace unos días nos enteramos gracias al notable economista Javier González Fraga, ex presidente del Banco Central, que el gobierno kirchnerista "le (hizo) creer a un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior. Eso era una ilusión. Eso no era normal". El comentario me sorprendió ya que González Fraga no es un operador, ni tampoco un pirómano, como tantos colegas suyos. Al contrario, solía ser un economista preocupado por el crecimiento y el bienestar de las mayorías. De hecho, según explicó en la misma entrevista, "estamos sincerando la economía para que en lugar de tener una burbuja de crecimiento que alimente proyectos populistas tengamos décadas de crecimiento”. No hay nada extraño en eso, empeorar nuestro presente para mejorar nuestro futuro es uno de las letanías preferidas del pensamiento conservador.    Para que quede claro que no se trató del exabrupto aislado de un economista oficialista, nuestra vicepresidenta Gabriela Michetti explicó que "les hicieron creer que podían vivir de esa forma eternamente".

Denunciar los ampliaciones de derechos de las mayorías por insostenibles es otra de las tantas letanías conservadoras, aunque ni González Fraga ni nuestra vicepresidente pondrían en duda la legitimidad del descanso dominical, la jornada laboral de 8 horas o las vacaciones pagas (ni tampoco su interés económico), al menos no por ahora. Ocurre que las leyes virtuosas que hoy mejoran la vida de las mayorías y son aplaudidas por todos fueron denunciadas como calamidades al momento de ser implementadas. Eso nos permite presuponer que las calamidades hoy denunciadas, si logran sobrevivir, serán las virtudes de mañana.

Lo que es difícil imaginar es cual es el modelo de país que apoyan González Fraga y nuestra vicepresidenta si consideran una fantasía que los asalariados medios –ni siquiera los tan criticados planeros o los trabajadores de ingresos más bajos- accedan a un celular, un plasma o un viaje. ¿Qué proyecto imaginan para incluirlos, excluyéndolos de esas fantasías? 

Hace 70 años, mi abuela se enfureció con la proliferación de hoteles sindicales en Mar del Plata. Consideraba un derecho que ella y su familia tuvieran una casa de veraneo ahí, pero le parecía una anomalía que esa gente se paseara por la rambla. Para ella eso no era normal, como para González Fraga no lo es que un empleado medio tenga un celular. Como el economista radical, mi abuela decía estar a favor del progreso de las mayorías pero, por supuesto, no de esa clase de progreso.

El pensamiento conservador suele proponernos perder derechos para conseguir otros mejores, terminar con empleos “artificiales” para obtener otros “legítimos” y frenar crecimientos imperfectos para consolidar “décadas de crecimiento”. El resultado, históricamente, ha sido perder derechos, empleos y crecimiento.

Hasta no hace mucho, el trabajo infantil fue la norma y la jornada de 8 horas una quimera no sustentable. La “ley de la silla” de 1907, imaginada por Alfredo Palacios, fue una revolución que estableció el derecho elemental de los trabajadores a sentarse.

Como en política no existe una frontera inamovible que limite lo sustentable, lo que esperamos de nuestros gobernantes es, justamente, que la amplíen. Una responsabilidad que, según sus propias declaraciones, parece exceder las posibilidades del ex presidente del Central y de nuestra vicepresidenta.   

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