OPINIÓN

La pesada herencia y el tercer semestre

"En menos de seis meses de gobierno, la administración de Mauricio Macri parece estar transitando del candor a la furia. La carta más utilizada ya no es la alegría aportada sino la pesada herencia recibida".

Sebastián Fernández

El relato del PRO (su No-relato, como escribimos en esta columna) tuvo su eje principal en la promesa del fin de la confrontación. El mensaje más poderoso y más repetido durante la campaña fue el de un futuro sin conflictos, en el que todos estaríamos de acuerdo en un mismo diagnóstico y apoyaríamos las mismas soluciones.

La unión de los ciudadanos es un lugar común en todo discurso político, ningún gobernante propondría el enfrentamiento entre sus representados como un objetivo deseable, pero la diferencia en el caso del PRO fue señalar de forma implícita que el mal estaba en la política o, al menos, en el exceso de política. A tono con la crítica de los medios hacia el relato kirchnerista, Mauricio Macri y Mariu Vidal optaron por un discurso amable, embebido de absolutos y sobre todo, desprovisto aparentemente de ideología. En el No-relato de la revolución de la alegría no hay factores de poder ni conflictos de intereses. Sólo ganas de dialogar, trabajar todos juntos y ser felices.

No es un fenómeno local ni tampoco nuevo. Como escribió Chantal Mouffe en “En torno a lo político”: “Lo que está aconteciendo en la actualidad no es la desaparición de lo político en su dimensión adversarial, sino algo diferente. Lo que ocurre es que actualmente lo político se expresa en un registro moral. En otras palabras, aún consiste en una discriminación nosotros/ellos, pero el nosotros/ellos en lugar de ser definido por categorías políticas, se establece ahora en términos morales. En lugar de una lucha entre ¨izquierda y derecha¨ nos enfrentemos a una lucha entre ¨bien y el mal¨”.

El registro moral en reemplazo del análisis político tiene la ventaja de ocultar los intereses que beneficia, es decir, a los ganadores y a los perdedores de cada modelo. En forma más general, tiende a ocultar las visiones divergentes, eso que el bobismo llama La Grieta. Pero el precio a pagar es alto, ya que evapora uno de las mayores beneficios de la política, la articulación que aporta dentro de las inevitables contradicciones de una sociedad. El registro moral, al contrario, es alérgico a cualquier articulación ya que se mueve en un mundo de absolutos: estamos nosotros los buenos que sabemos qué se debe hacer y están ellos, los malos, que se oponen.

Es un registro peligroso en el que el candor se transforma en furia ante el primer escollo y la crítica política deja lugar al odio personal. Es, en ese sentido, un registro antisistema, que explica las decisiones de nuestros gobernantes por la ambición de los malos o la pureza de los buenos, nunca por intereses políticos divergentes.

En menos de seis meses de gobierno, la administración de Mauricio Macri parece estar transitando del candor a la furia. La carta más utilizada ya no es la alegría aportada sino la pesada herencia recibida. Con la ayuda de periodistas entusiastas que compensan la falta de información por énfasis, nos enteramos que el de CFK habría sido el gobierno más corrupto de la historia y asistimos en prime time a los esfuerzos denodados de un fiscal de la Nación por encontrar el tesoro enterrado en la Patagonia por un ex contratista del Estado inescrupuloso.

Como explicó el candidato demócrata Bernie Sanders: “La democracia no siempre es agradable y tranquila y apacible, pero es hacia donde el Partido Demócrata debe ir”.  El registro moral que busca eludir la distinción política para evitar la tan temida confrontación sólo logra potenciarla, llevándonos hacia Donald Trump o hacia la francesa Marine Le Pen. 

Optar por el atajo moral es malo para la sociedad en general pero es sobre todo un laberinto en el que se encierra el propio gobierno, que pierde capacidad de articular y sólo puede mostrar una y otra vez la carta de la pesada herencia, esperando la llegada salvadora del tercer semestre.

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