LA ANCHA AVENIDA DEL MEDIO

Buenos y malos

Acá no hay buenos y malos. Esto no es un cómic ni una película de Hollywood. No todo los que pasa a nuestro alrededor es blanco o negro. La ancha avenida del medio.

Mariano Heller
Cuando era jovencito era fanático de los súper héroes. Solía disfrutar mucho sobre todo de los que se juntaban en el Salón de la justicia para combatir a los villanos. Trabajaban en equipo, cada uno usaba sus poderes según lo requerían las circunstancias. Unos cracks totales.

Con el paso del tiempo me fui poniendo viejo. Fueron llegando las canas, la panza y también algo de capacidad para darme cuenta que no todo los que pasa a nuestro alrededor es blanco o negro. O en realidad sí y yo no soy lo suficientemente perspicaz.

Con preocupación veo como de a poco todo en la Argentina se ha convertido en un combate a muerte en el cual hay una idea que está bien y enfrente una contrapuesta que está mal. Sucede en casi todos los órdenes posibles y casi que da miedo. Blanco o Negro. Boca o River. K o anti K y demás contrapuntos.

"Esta división tan profunda y aparentemente irreconciliable ha generado variopintas situaciones que han dejado en evidencia el nivel supino de estupidez que la rodea".

 

Esta situación de apasionamiento por los extremos ha sido graficada de distintas formas. La más utilizada en los últimos tiempos, al menos en cuanto a posiciones políticas, ha sido “la grieta”. No es un término que me guste particularmente pero pareciera reflejar bien la realidad de división en cuanto a las posturas ideológicas mayoritarias de la época.

Esta división tan profunda y aparentemente irreconciliable ha generado variopintas situaciones que han dejado en evidencia el nivel supino de estupidez que la rodea. Se me ocurren dos casos para mencionar, aunque hay decenas. Uno es el de Jorge Bergoglio, personaje despreciado por los “progres” y los Kirchneristas más practicantes que luego pasó súbitamente a ser idolatrado al asumir su rol de Papa Francisco. Todo lo contrario pasó con los más simpatizantes del actual oficialismo, quienes veían en Bergoglio un faro de verdad y belleza que fue eclipsado una vez iniciado el rol de papa que generó una mejora sustancial en su relación con el Kirchnerismo. El otro más reciente fue ver a los Kirchneristas desesperados por aprobar una ley antidespidos que había sido denostada pocos años antes por Cristina Elisabet Fernández de Kirchner. Un cachivache.

Ahora bien, esto que mencionaba sucede por una variedad de motivos, pero el esencial tiene que ver con nuestra necesidad casi enfermiza de tomar posición en todos los temas. De ponerse de un lado o del otro. De seguir esa lógica utilizada por George Bush cuando empezó la llamada Guerra contra el terrorismo en la que definió que o se estaba con Estados Unidos o se estaba en contra, como si la neutralidad no fuera una opción. A mi por ejemplo me pasa con los partidos de fútbol. Amo ver partidos de todo tipo pero sin dudas el ingrediente fundamental para que me sienta realmente compenetrado tiene que ver con la necesidad de que gane uno u otro equipo. Sino pierde la gracia. Pero cuando esto se transmite a otros órdenes, como por ejemplo el político se vuelve peligroso. Y nos vuelve bastante más bobos.

No amigos, no es necesario tomar posición en absolutamente todos los temas. Y tampoco es necesario ver qué piensan los K, los anti K o Juan Carlos Sarlanga para definirse. Tampoco cualquier tema puede discutirse desde ser K o ser anti K. No es así. No sirve que sea así. Es lógico que haya un patrón en las posiciones que tomamos. Tiene que ver con nuestra carga ideológica, con nuestros valores, con nuestras creencias, pero no siempre tenemos que estar sí o sí de un lado o del otro. Y además, y sobre todo, los dos lados tienen también intermedios. No siempre extremos aunque estos son muchas veces los más visibles. Y es justamente esa inútil necesidad de siempre tomar partido, la que nos lleva casi ciegamente a ver que de un lado están los buenos y del otro están los malos. Una categórica pavada. Buenos y malos hay en todos lados al igual que estúpidos. Por supuesto que cada uno hará la evaluación de dónde hay más ejemplares de cada categoría pero no podemos ser tan necios de pensar que todo lo que está de un lado es genial y todo lo que está del otro es horroroso.

Vi muy claramente este esquema de pensamiento en mucha gente que opinaba esta semana sobre la situación de nuestros vecinos brasileros. Muchos estaban felices con el avance del impeachment a Dilma y hablaban convencidos de lo bien que le vendría esto a Brasil. ¿Qué los impulsaba seguramente a alegrarse? Que Dilma fue una aliada histórica del Kirchnerismo, por ende una KUKA, garrálapala. Pero esa ceguera los hizo perderse una parte. Así como se empezaba a desmoronar el gobierno de Dilma, se construía del otro lado un tren fantasma siniestro. Y acá también mostramos horrorosas contracciones como la afirmación indignada de muchos llamando golpe de estado a lo sucedido en el país vecino, para luego dedicarse a la política nacional pidiendo la renuncia urgente de Macri, un señor que nos guste o no, ganó en las urnas y tiene un mandato que cumplir.

"No amigos, no es necesario tomar posición en absolutamente todos los temas. Es justamente esa inútil necesidad de siempre tomar partido, la que nos lleva casi ciegamente a ver que de un lado están los buenos y del otro están los malos. Una categórica pavada".



No, estimadas y estimados. Acá no hay buenos y malos. Esto no es un cómic ni una película de Hollywood. Somos mucho más parecidos a Alien vs. Predator o Freddy vs. Jason que a Batman vs. Superman o cualquiera en la que los buenos luchen contra los malos. Malos contra malos. Eso es lo que nos toca. Triste, lamentable, pero cierto. Hay matices, sin dudas. No todo es lo mismo. No me hice trosko. Voté a Cambiemos convencido de que era una opción mejor o menos peor que votar a Scioli. Ahora, de ahí a pensar que de mi lado están los buenos, aunque valore a mucha gente, hay un abismo.

Pongo un ejemplo más. Uno bien conocido por todos. La pelea del Kirchnerismo con Clarín. Esa que nos mantuvo entretenidos por tanto tiempo. Me resultó dantesco ver cómo la enorme mayoría de la gente sintió la incontenible necesidad de ponerse de un lado o del otro. Creerle al Kirchnerismo que había sido amigo de Clarín hasta 15 minutos antes de decir “devolvé a los nietos”. Dramático. Creerle a Clarín hablando de la importancia del periodismo independiente. Tétrico. Malos contra malos. Siempre. O casi siempre al menos.

No podré evitarlo. A riesgo de ser tildado de tibio, saldré en defensa de la ancha avenida del medio. No para transitarla siempre, pero sí al menos para intentar que de vez en cuando, el camino no nos lleve directamente a los extremos. Y ese camino entre grises nos debería también alejar de la lógica de pensar todo entre buenos y malos permitiéndonos el mortal pecado de ponernos de acuerdo sin que sea tan grave.

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