SEBASTIÁN FERNÁNDEZ

Pluralismo y colesterol

El Gobierno Nacional decidió que la Argentina se retire de la empresa que controla la cadena televisiva Telesur. La señal no se incluirá en la grilla de la televisión digital pública y ya no será obligatoria para el resto de los operadores de cable.

Sebastián Fernández
Más allá de que la decisión es coherente con la enemistad política del Gobierno argentino hacia su par venezolano, es interesante analizar las razones invocadas.

El ministro Hernán Lombardi señaló que esta decisión va en línea con lo que nos hemos propuesto para los medios públicos en términos de pluralismo y austeridad". Creo que podemos obviar la referencia a la austeridad ya que un gobierno que puso fin a “la guerra del Estado contra los medios” no dejaría que un gasto -al fin y al cabo menor- atente contra la pluralidad de esos mismos medios.

El tema central es, justamente, qué entiende o, más bien, qué entendemos por pluralismo. Existe una idea tenaz que considera que se lo consigue con “medios plurales”, donde cada señal periodística debe ser una especie de Biblioteca de Babel en la que convergen todas las líneas editoriales posibles, aún siendo contradictorias. Con esta lógica, cada columnista debería estar acompañado por otro que refute sus opiniones, aunque éste también debería tener a otro que refute su refutación, formando una cadena infinita de refutadores. Los temas a analizar también tenderían a infinito, ya que deberían incluir no sólo los que elijan los editores sino también, y sobre todo, aquellos que no. Así, bastaría que una línea editorial o una opinión no sea defendida por una señal para que el pluralismo de ese medio se deshaga como nieve al sol y su continuidad sea puesta en duda.

No se me ocurre qué señal podría pasar un filtro tan exigente. Por supuesto, no Telesur, poco objetiva y demasiado bolivariana, aunque tampoco la conservadora Fox News, una cadena “destructiva” según Barack Obama, ni TN, señal claramente opositora al gobierno de CFK. Tampoco las señales del grupo Mediaset, eficaz herramienta de las ambiciones políticas de su dueño Silvio Berlusconi ni, qué duda cabe, RT, el canal internacional de la Federación Rusa.

El pluralismo de los medios públicos lleva implícito otro dilema: ¿quién controlaría la pluralidad de los contenidos de cada señal?, ¿el ministro Lombardi?, ¿una comisión de sabios?

En realidad, la pluralidad no se obtiene con imaginarias “señales plurales” sino con la mayor cantidad posible de medios “no necesariamente plurales”, así como la diversidad del círculo cromático se logra sumando colores diferentes, no exigiendo que cada color deba incluir al resto.

Y esa diversidad se define en la oferta total de medios, donde a los privados se sume la participación activa del sector público, quien debe asegurar la oferta que el mercado no detecta (aunque la noción de éste sea relativa, dado que los holdings de comunicación tienen intereses que van más allá de su audiencia, pero ese es un tema para otra columna). Por eso no deja de ser paradójico que un gobierno que busca ampliar la pluralidad de los medios de comunicación empiece por disminuir su oferta.

O tal vez, su concepto de pluralismo sea como el colesterol: lo hay bueno y lo hay decididamente malo.

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