LA REPRESIÓN COMO POLÍTICA DEMOCRÁTICA

Una apuesta riesgosa

La decisión del Gobierno de dar autonomía a la fuerzas de seguridad para reprimir en tanto ellas mismas lo consideren necesario -incluso, la de alentar esa decisión en función de las encuestas- comprende varios peligros en términos humanos y políticos. ¿A qué se exponen hoy Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Eugenio Burzaco con esta estrategia "de guerra"?

María Esperanza Casullo
El día viernes pasado por la noche, fuerzas de Gendarmería Nacional entraron a la Villa 1.11.14 de la Ciudad de Buenos Aires para, teóricamente, realizar un operativo para recuperar autos robados. Si que, hasta ahora, nadie sepa bien por qué o cómo, lo que resultó no fue una recuperación de bienes sino un episodio de represión contra la murga “Los Auténticos Reyes del Ritmo” formada por jóvenes y chicos que estaba ensayando en la semana anterior a los carnavales. Según relatan los vecinos, Gendarmería comenzó a disparar balas de goma contra la comparsa y balas de plomo al aire; en este video puede escucharse como los estampidos de los disparos se sucedieron por más de un minuto mientras las mujeres gritaban “no disparen, hay criaturas.” Varios adultos y chicos terminaron internados con disparos de balas de goma (incluyendo un nene de ocho años al cual la posta de goma le impactó menos de un centímetro arriba del ojo) y hay, según una nota del diario Clarín, un niño internado con una herida de bala de plomo.

Un niño, que estaba ensayando con la murga “Los Auténticos Reyes del Ritmo”, un viernes a la noche en la plaza de su barrio, está hoy internado con una herida de bala causada por la misma fuerza que debería defenderlo. Poco importa nada más: esto no debería pasar en la Argentina.

La reacción de las autoridades del Ministerio de Seguridad de la Nación fue, hasta ahora, la de convalidar la acción de Gendarmería. Se informó que dos Gendarmes fueron heridos, pero el diario Clarín informa que en realidad lo fueron horas luego de la balacera y a varias cuadras de distancia. No se informaron sumarios, o investigaciones internas, o miembros separados preventivamente de sus funciones. Sin embargo, aún así la Procuraduría de Violencia Institucional consideró que había elementos probatorios de mal desempeño suficientes para realizar una denuncia penal.
En varias acciones de miembros del gobierno o la coalición de apoyo a Mauricio Macri encontramos una preocupación, casi una obsesión, por dar sensación de firmeza y poder: encarcelar a una dirigente social bajo el cargo de “sedición y tumulto”, reprimir a los trabajadores del frigorífico Cresta Roja, ahora esta represión violenta contra una comparsa de carnaval. (Veamos si no las fotos como las de la conferencia de prensa de Eugenio Burzaco, que habló sentado en una mesa rodeado de gendarmes empuñando armas largas y enmascarados.)

Seguramente en esa actitud hay un cálculo político basado en evidencia: por un lado, las encuestas mostraban en años pasados que la primera preocupación ciudadana era la inseguridad y que existía una población importante que consideraba que era necesario una mano más dura contra el delito; por el otro, este es un gobierno nuevo que no tiene (o no tenía, hasta ayer) mayoría asegurada en el Congreso y por lo tanto se mostraba preocupado por proyectar autoridad y poder.

"Entregarle a las fuerzas de seguridad interior el poder para decidir cuándo, dónde y con qué poder de fuego reprimir a población civil y luego felicitarlas cuando lo hacen es, por un lado, darles una capacidad decisoria para la cual no están preparadas y que debería ejercer el poder judicial."



Es probable que las encuestas tengan como resultado en el corto plazo que una parte de la población apoya esta nueva política de “mano dura”; sin embargo, el límite entre mano dura y arbitrariedad es muy difícil de sostener en la práctica. Entregarle a las fuerzas de seguridad interior el poder para decidir cuándo, dónde y con qué poder de fuego reprimir a población civil y luego felicitarlas cuando lo hacen es, por un lado, darles una capacidad decisoria para la cual no están preparadas y que debería ejercer el poder judicial. (Un dicho dice “cuando eres un martillo, todo te parece un clavo”; podría complementarse diciendo “cuando tu autonomía y presupuesto depende de reprimir, todo será reprimible”.) Por otra parte, autonomizar a las fuerzas de seguridad es darle también la capacidad de ejercer una capacidad de chantaje y presión sobre las propias autoridades civiles.

"Esto equivale a depender de si una bala de plomo repiquetea un centímetro maś cerca o más lejos de un niño."



Y, finalmente, para el poder civil, o sea, que depende de los votos, esto equivale a depender de si una bala de plomo repiquetea un centímetro maś cerca o más lejos de un niño o si una bala de goma golpea un centímetro más abajo en una cabeza de ocho años. En casos así, cuando la represión terminó con personas asesinadas, (como pasó con  Carlos Fuentealba o Maximiliano Kosteki y Darío Santillán) la opinión pública hasta ahora pasó de indiferencia o apoyo a furia y decepción en una cuestión de pocas horas. Es una apuesta riesgosa.

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