MODELO MACRISTA

El desborde y la bulimia

¿Cuáles son los sectores que ponen en riesgo al modelo macrista? Los que ocupan cargos o presionan fuertemente desde la economía, pueden por momento engolosinarse al punto de expresar sus más sentidas opiniones y dejar al Gobierno al descubierto.

Sebastián Fernández
"Para salir de acá hay que recuperar los beneficios del sector privado, porque así funciona el capitalismo. No hay otro mundo. O sos capitalista o nada."
Daniel Artana, viceministro de Economía, marzo 2001

Unos días antes de que el ministro Ricardo López Murphy el Breve diera su famoso discurso anunciando el ineludible ajuste, su viceministro Daniel Artana dio una entrevista a La Nación para explicarlo. Algo asombrado, el periodista preguntó si ese paquete económico era “políticamente viable”, a lo que Artana contestó que las decisiones “políticamente viables” eran responsables de la crisis, dejando en claro que la seriedad en economía debe prescindir de los límites de la política. Ambos funcionarios duraron lo que duró el discurso del ministro y su gobierno unos meses más, dejando una de las peores crisis de nuestra historia.

Siempre creí que la obstinación a lo bonzo de un Artana o un López Murphy, dispuestos a incendiar el país con ellos adentro antes de poner en duda sus certezas, era algo ajena al PRO. Su componente peronista o populista, por llamarla de alguna manera, evitaría la atracción de las llamas. Hoy, luego de unas semanas de gobierno de Macri, tengo algunas dudas al respecto. En todo caso vale la pena releer otra entrevista a Artana de aquella época. Las certezas no parecen haber cambiado. Debemos frenar el déficit, aumentando las ganancias de los más ricos y reduciendo el ingreso de los más pobres.
 
Como Artana en aquella época, el oficialismo da la impresión de estar engolosinado. Marcos Peña, uno de sus funcionarios más hábiles, intenta poner un filtro en su propia tropa, pero sólo consigue oficiar de bombero. Asistimos a decisiones extremas, como los miles de despidos en el sector público, llevados a cabo sin miramientos y con la explícita intención de disciplinar. Con el pretexto de la militancia se echan a empleados de carrera, a jóvenes recién contratados, a operarios de limpieza y también a investigadores. Al parecer hacia donde vamos no necesitamos empleo público o, quién sabe, ni siquiera empleo.
 
Hay episodios puntuales que también ilustran ese desborde de palabra como el de Darío Lopérfido, reaccionario en chupines y ministro de Cultura de la CABA, explicando que no hubo 30.000 desaparecidos y que “el peronismo era muy parecido al nazismo alemán, pero sin matar judíos”, un comentario que deja a su predecesor Abel Posse como un pensador sofisticado. Aunque el oficialismo desaprobó sus dichos, estos lograron el objetivo de intoxicar la discusión sobre los juicios por DDHH. Por su lado, la soberbia de un Prat Gay, denigrando toda militancia por fuera de la que llevan adelante los chicos de buena familia en ONG y fundaciones, oficia como sólida declaración de principios.

Al parecer hacia donde vamos no necesitamos empleo público o, quién sabe, ni siquiera empleo.


 
Pero si frenar el engolosinamiento de la tropa propia es difícil, es casi imposible hacerlo con los amigos poderosos que acompañan desde afuera. El desborde se mide en las toneladas de soja no liquidadas pese a la devaluación y la reducción de retenciones o en declaraciones sin filtro como la de unos exportadores sobre el aumento del precio de la carne: “Yo no creo que el italiano sea vea ofendido por no poder andar en Ferrari y las Ferraris se exportan a todo el mundo”. Una Ferrari, una tira de asado, claros signos exteriores de riqueza.

“¿Por qué lo hacen?” se pregunta un amigo, “porque pueden”, le contesto.
Clarín, uno de los amigos más poderosos, ha logrado evaporar la ley de medios y luego de Nextel, va por Telecom y el triple play. No le importa el riesgo de incendio y sabe que cuanto más se lleve en el arranque, mejor. Los exportadores esperan un dólar más alto y tampoco se preocupan por los riesgos que genera esa espera.
 
Por su lado, el  FPV no representa un peligro inmediato: está todavía en pleno reordenamiento, con gobernadores e intendentes que necesitan negociar con el poder central y gente de a pie llenando plazas y desbordando las redes sociales.
 
Hoy el mayor peligro, paradójicamente, viene de adentro. Del desborde de la tropa propia, de la bulimia de los amigos poderosos y, sobre todo, del incendio anunciado de quienes creen con pasión que “así funciona el capitalismo”.
 

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