El relato del No-Relato

El relato del No-Relato

Por Sebastián Fernández (@rinconet)

Hace unos días el PRO presentó La Vía PRO, una mezcla de manual de estilo y Libro Rojo del macrismo, que, con simpatía y liviandad, explica su voluntad de lograr la felicidad del vecino prescindiendo de ideología.

Más allá de la dificultad de imaginar un partido sin ideología -es decir, sin ideas articuladas entre sí y sin una visión de la realidad un poco más compleja que lindo / feo- el manual es coherente con el relato del PRO. Utilizo Relato para retomar no sólo un término muy en boga sino, en rigor de verdad, para resaltar el relato duranbarbista del No-Relato, corolario de la ideología de la no ideología.

Según el No-Relato, la felicidad se obtendría con diálogo y buena onda; buscando, entre todos, las soluciones adecuadas; enriqueciéndonos con las diferencias y eludiendo como al ébola la confrontación que incentiva el gobierno nacional.

El PRO aprende de sus errores: la idea de La felicidad está al alcance de la mano del vecino pareciera superar a la de ciudadano, condenado a no encontrarla, perdido entre la intolerancia y la desidia.

La sonrisa Colgate de Mariú Vidal reemplazó al fascismo explícito de Posse y las patotas de la UCEP, al menos en los titulares. Una serie de confortables carriles exclusivos para colectivos ocultaron los 70 km de subtes nunca construidos. Las plazas renovadas y la alegría masiva de los recitales dejaron en segundo plano hospitales y escuelas a la intemperie. La inoperancia, la imposibilidad de hacer, parece transformada en virtud.

El discurso del PRO mide la política por su componente instrumental. Ese entusiasmo por la Heidipolitik –doctrina que exalta las formas por sobre las iniciativas políticas y sus resultados- es compartido por gran parte de la oposición, pero el PRO tiene la dificultad suplementaria de tener que, además de enunciar principios tan virtuosos como inaplicables, administrar un distrito.

El No-Relato ayuda a que un Jefe de Gobierno con 120 vetos en su haber pueda elogiar las virtudes del consenso sin sonrojarse; mientras que sus ministros se dan el lujo de condenar el capitalismo de amigos al tiempo que adjudican obras a Nicolás Caputo, cofundador del PRO, amigo personal de Macri y su asesor hasta el 2008.

El PRO es la construcción conservadora más exitosa de los últimos años porque, a diferencia de los intentos anteriores, logró dejar de lado un tenaz antiperonismo. Junto a los simpáticos cursos de entusiasmo de Alejandro Rozitchner, el PRO tiene a Cristian Ritondo asegurando el sur de la Ciudad. El No-Relato permite articular a una Michetti -pasionaria de las Señoras Bien- con el PhD en Rosca Diego Santilli y, a ambos, con un conservador lúcido como Federico Pinedo.

Algunos marcarán que el No-Relato se beneficia de un generoso apoyo mediático. Es cierto, pero ese apoyo no difiere demasiado del que recibieron todas las anteriores esperanzas blancas -desde Sobisch, hasta De Narváez, pasando por López Murphy o Cavallo- que, sin embargo, fracasaron.

Desde los recitales masivos (antes Violetta, en unos días Ricky Martin), hasta el mobiliario urbano del Metrobus. Desde las cajitas amarillas con bolsitas para la caca del perro entregadas en los edificios hasta las Estaciones Saludables -también amarillas- de las plazas. Desde las pantallas con videos de Horacito Rodriguez Larreta en loop en estaciones de subte y salas de espera de hospitales hasta la Usina de las Artes, el PRO vive comunicándose con su electorado desde hace 7 años, en campaña permanente.

A diferencia de Elisa La Mentalista Carrió o Pino, senador por TN, Macri es dueño de sus votos. Conoce a su electorado, sabe cómo hablarle, tiene un liderazgo indiscutido en su partido y consigue el milagro de independizarse de su limitada gestión, logrando posicionarse como candidato incluso a nivel nacional. No es seguro que esto alcance fuera de la General Paz, pero hoy está claro que es el dueño político de la Ciudad de Buenos Aires.

El desafío de las fuerzas políticas que busquen superar el No-Relato del vecino feliz comienza por comprenderlo en lugar de despreciarlo, por dejar de lado el prejuicio del elector del PRO como un tipo con campera Cardon que veranea en La Barra y añora la Dictadura, y por recrear un relato que ponga en el centro al ciudadano, con sus luces y sombras.

Sebastián Fernández dice de si mismo: Nací en 1964, soy arquitecto, me apasiona la política, no entiendo nada de fútbol y desde el 2010 escribo en el blog Mesa de Autoayuda K.


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