Lucas Heredia y Julián Venegas: “La canción es la herramienta musical más revolucoinaria”

Por Sebastián Scigliano
A la rareza de conformar un dúo de cantautores, le agregaron la de ser de dos ciudades distintas, a 400 kilómetros de distancia. Sin embargo, Lucas Heredia desde Córdoba y Julían Venegas desde Rosario se las arreglaron para darle forma no solo a un proyecto en común, sino también a un disco cálido y delicado, Puentes invisibles, que viene a mostrar este sábado en el teatro Caras y Caretas. “No es que tenemos que venir a Buenos Aires para ser algo afuera, sino que venimos desde afuera a mostrar eso que somos en Buenos Aires”, dicen.

¿Cómo nación la idea de armar un duo de cantautores?
Lucas Heredia: Nos conocimos en el Encuentro nacional de cantautores de Alta Gracias, en Córdoba, en 2011. Ahí se cruzan cantautores de Argentina y varios países más. Compartimos la grilla y eso nos permitió conocer al otro artista, en ese lugar en el que no hay muchos filtros, escuchándolo cantar en vivo, viendo cómo se relaciona con el público, y hubo una conexión, una coincidencia en la selección de los tenas, en el hecho de ser cantantes y guitarristas, usar el instrumento como una herramienta para defender la canción. Se hizo un “ida y vuelta” entre Córdoba y Rosario, pero ya desde la primera vez en Córdoba fue una producción en conjunto, ninguno de los dos se bajaba del escenario. No era tocar un tema y un tema, sino compartir. Cuando uno logra una sintonía tan rápido, lograr congeniar rápidamente sobre los arreglos de las canciones, ver que crecían, y que fluía de manera virtuosa, está muy bueno. Eso fue sin duda el disparador para producir después un disco más seriamente.

¿Cómo es hacer un dúo así, a la distancia?
Julián Venegas: Al haber tantas coincidencias, no sólo estéticas, sino también de gustos musicales, y en la manera de trabajar, y también el gusto por la compañía del otro, no costaba, realmente. Era una buena noticia tener que encontrarnos. El motor fundamental para solucionar la distancia son esas ganas de trabajar con el otro y saber que estás haciendo algo nuevo, que estábamos renovando repertorio que ya teníamos, resignificando, y con la certeza de querer hacer un disco.

LH: En ese momento estaba haciendo mi segundo disco, con un enamoramiento con la guitarra acústica, y fui a Rosario con esa guitarra; Julián consiguió también una y lo que pasó cuando escuchamos las dos guitarras juntas, haciendo arreglos, si se quiere, de guitarra clásica, a mí me llamó mucho la atención el color que logramos, y supe que había algo interesante para laburar. La canción respira más; la cuerda de metal tira una frecuencia muy aguda, tiene un buen grave, pero deja mucho espacio en el medio, es muy aérea, y queda mucho espacio para que uno cante. Por eso las canciones crecieron mucho. La palabra está mucho más clara y se puede cantar con más margen. Cuando hicimos dos o tres arreglos y escuchamos como sonaba, nos entusiasmamos. Además, porque para el cantautor lo fundamental es cómo poner la palabra en lo que estás diciendo. Pero eso de poder trabajar también como guitarristas, que también lo somos, fue un desafío, el de sintetizar canciones con esas dos guitarras y esas dos voces.

¿Tenía alguna referencia previa de proyectos parecidos? Se me ocurre el dúo de Juan Quintero y Edgardo Cardozo, pero no muchos más.
JV: Conocemos el antecedente de Cardozo y Quintero, claro, pero no lo tomamos como referencia. Ese trabajo es más folclórico, si se quiere, y está hecho con guitarra criolla.

LH: el disco tiene varias cosas. Nos enamoramos del folclore, también, e intentamos resolver la canción pensando en eso, y dialogando con nuestros pasados. Él viene de blues, y yo del jazz y del rock, y la sonoridad de nuestras canciones tiene que ver con ese diálogo que se establece. Hay un poco de pop, un poco de seis por ocho, pero que no es folclórico, y hasta shay aires de huayno, por ahí también.

¿Qué, para ustedes,  es una canción?
LH: yo termino de trabajar la canción, como forma que elijo, desde la poesía. De hecho es una forma poética, también. La canción es una espada filosa, una cápsula de sonido con una potencia y una penetración popular impresionante, por la forma en la que se piensa, por la síntesis que propone, con el estribillo como un lugar para aclarar. Cada una es un lugar en el que vos podés sintetizar un paisaje sonoro, con un desarrollo, desde la mirada de un sujeto. Para mí es la herramienta musical más revolucionaria que existe. La canción es esa semilla popular, que junta la sabiduría popular con el lenguaje musical, que se encuentran y se genera una bomba que no tiene límite. Es un lugar donde está lo más virtuoso de nuestra sensibilidad popular. Es como lo que hace la poesía, que le gana a la trampa del lenguaje lo que el lenguaje no puede decir. La canción le gana a la música lo que, a voces, está esperando ser dicho. Es un terreno fértil en el que aparece el rostro de ese inconsciente colectivo.

JV: Es la poesía potenciada musicalmente, dándole el lugar que se merece a la palabra. Para mí la canción es el arte que más se relaciona con la persona común, cotidiana. Es la manera más fácil que la persona cotidiana tiene para participar en el arte.

¿ Y cómo es hacer canciones con otro?
LH: nosotros estamos en el momento previo a hacer una canción, en un lugar más respetuoso, si se quiere, que es conocer la canción del otro y hacerla crecer. Julián es el primer compañero con el logo esa sintonía, que te deja hablar mientras vos estás cantando, y que el arreglo que propone siempre respeta eso. Eso depende mucho de la afinidad y del criterio, estético y ético. Estamos avanzando en dar un pasito más, que es componer juntos, pero recién nos estamos asomando a eso.

JV: la confianza es fundamental, tener confianza en que lo que el otro haga va a hacer crecer la propuesta de uno.

¿Cuál es la respuesta, el espacio de escucha que vienen encontrando para su propuesta?
JV: es muy bueno. Logramos el efecto inverso de lo que generalmente se escucha. Uno prende la radio, y aparece una piña en el parlante hacia el que escucha. En nuestro caso hay una intención de que la persona se acerque al parlante. En vivo pasa lo mismo: notamos que al público le gusta lo que hacemos cuando tiene la necesidad de acercarse a escuchar. Con su silencio o con su aplauso.

LH: hay una buena recepción, fundamentalmente porque no es una música que deje afuera, sino que busca interpelar, generar un lugar para escuchar. Queríamos que aquel que está escuchando tenga que ponerse en ese lugar para recibir lo que está pasando. Y yo creo que se debe volver ahí. La canción existió siempre, pero creo que una de las características de esta nueva escena es que se busca que el otro sea parte de eso. Hay una complicidad, y eso me parece que le da más sentido a la canción. No queremos competir contra ese estereotipo sonoro que suena en muchas radios, cuyo objetivo es que vos lo consumas tal cual está sonando, sin nada tuyo.

Y ese efecto, ¿es algo buscado o sucede solo?
JV: aparece, pero también es el resultado de un permanente cuestionamiento, de una búsqueda de identidad, de escarbar, que hace que las propuestas nuestras sean estas. Después, el acercamiento de público es secundario, se da, en mi caso por lo menos.
LH: yo creo que cuando vos elegís decir las cosas de este modo, estás diciendo que ponés algo arriba de la mesa a ver qué pasa. Pero lo ponés en un lugar común, no de vidriera. En ese lugar común, si encima uno elije poner las cosas como le salgan, inevitablemente ponés al otro en un lugar de acercamiento. Porque si vos proponés, poéticamente, desde un lugar de urgencia, no estás pensando en cómo dejarle al otro chanchita la pelota, sino que le decís que necesitás que se acerque un poco más. Sin querer, hay una intención de que eso pase, aunque uno lo piense después.

¿Creen efectivamente que se está configurando una escena con esas características?
LH: las escenas se configuran de manera independiente de quién la reciba. Es un movimiento de gente que se siente identificado con una situación histórica y cultural de la que se siente parte, como uno se siente parte de su ciudad. Que exista o no espacio para eso en los medio o los teatros, es una cuestión de tiempo, en todo caso, y de cómo eso se expanda hacia afuera y de que tenga algo genuino. Seguramente la escena la vamos a ver dentro de 15, 20 años. Sí creo que hay una comunión con el hecho de respetar la palabra, de que se entienda lo que se está diciendo, en el que la comunicación sea lo más filosa posible, por eso esto de sacar elementos, de despojar, de dejar de competir con la maquinaria. Ahí sí creo que hay un montón de cantautores que están en ese lugar, de poder resolver con una guitarra y listo. Y podés hacer una lista: desde Lisando Aristimuño, hasta Lucio Mantel, Loli Molina, Gabo Ferro. Y la escena empieza a suceder cuando empieza a expandirse un poquito más y hay una masa, una cierta cantidad de gente que hace que esta música sea parte de su propia vida. Yo creo que está pasando eso. Y ahí el artista termina de tener sentido, termina de sensibilizarse y tener la fibra calibrada a la altura de las circunstancias, para saber a quién le está hablando y qué parte es de todo eso. Una parte de eso es decisión de uno, y otra es abrir la antena y ver qué te pasa.

JV: también hay que decir que ha habido una constancia en todos estos años de iniciativas culturales que se han sostenido, que han permitido la existencia de un montón de centros culturales en todo el país, o los encuentros como el Encuentro nacional de cantautores, o el de música, o el de percusión, que lograron constancia durante muchos años, y que no había pasado en el país, y que hacen que se generen escenarios, que propicien estas propuestas. Escenarios y públicos que incluso obliguen a las ciudades a modificar sus reglamentaciones para poder contemplarlos. Gente que hace canciones siempre hubo, no sé si hubo una constancia como ahora de esos espacios que permiten que se muestren esas canciones. Estamos en un momento en el que florecen muchas propuestas, entre otras cosas, porque hay espacios en los que se pueden mostrar, y que haya espacios implica que haya públicos. Eso es lo que termina formando, en definitiva, esa escena.

LH: si hay una escena, para mí es la escena independiente, porque tiene que ver con una cuestión ideológica y estética, que es decir “yo soy un militante de lo que digo, y entonces me banco esto”. Y eso ha crecido tanto que ha hecho, en buena medida, que tengan que existir políticas que lo contengan. La esencia independiente y esa definición del artista de sí mismo, eso configura una escena, porque ahí están los dos elementos que son necesarios, el lenguaje y la definición de cómo se muestra. Creo que hemos vuelto a ser, además de compositores, militantes de lo que decimos y de la forma en que lo decimos. Ahí está la vuelta tuerca. Y creo que la canción es el puente más rápido y más visible, en todo caso, de ese proceso, porque también hace un puente con una cultura histórica de la humanidad, que desde los juglares hasta ahora, se dedica a contar cosas.

¿Qué expectativa tiene con su llegada a Buenos Aires?
JV: sabemos que es una ciudad inmensa, super poblada de propuestas, pero ya participar de esa agenda, para nosotros es importante. No creemos que sea un camino obligatorio, pero sí importante, a diferencia de otros años en los que venir a Buenos Aires era casi una condición sine qua non para forjarse un camino. Aparecer en esa agenda nos va a abrir puertas. Claro que si va gente a escucharnos, mucho mejor. Con que vaya gente que le interese lo que hacemos, y que vaya a escucharnos del modo en el que hablamos recién, estamos conformes.

LH: la escena de Buenos Aires expresa esa diversidad, pero yo veo la cosa con un cambio: no es que tenemos que venir a Buenos Aires para ser algo afuera, sino que venimos desde afuera a mostrar eso que somos en Buenos Aires. Afortunadamente, vivimos un momento en el país en el que podemos quedarnos en nuestras casas, crear, producir y grabar en nuestras ciudades. Una de las cosas fundamentales es poder venir a mostrar esto, desde nuestros lugares. En Córdoba estamos acostumbrados a que venga el porteño a decirnos lo que tenemos que hacer. Nosotros no, venimos a conservar lo que somos, y lo traemos acá.


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