Liliana Mazure sobre la expropiación de la Confitería El Molino: "A los espacios públicos los ciudadanos los sienten como propios"

Por Leila Lobos

Justo enfrente del Congreso Nacional se encuentra un monumento histórico nacional: la confitería El Molino. Desde 1997 se encuentra abandonado y en un constante proceso de deterioro.

Un proyecto de ley de Samuel Cabanchik fue el punta pié inicial para comenzar el arduo camino hacia la expropiación y recuperación de la confitería. La diputada nacional por el Frente para la Victoria, Liliana Mazure, habló con Nueva Ciudad sobre la situación actual del proceso de expropiación y recuperación del Molino.

¿En qué estado está ahora la expropiación?

A partir de una reunión de comisiones conjuntas que hubo la semana pasada, en donde por unanimidad, con participación de todos los partidos políticos que se representan en el Congreso se votó la aprobación de la expropiación, restructuración y rearmado del Molino. Ahora tiene que entrar a la Comisión de Presupuesto, que estaba presente en la reunión de la semana anterior y aprobó la expropiación, pero tiene que sacar el dictamen.

Una expropiación no es que el Estado se queda con el inmueble, sino que se debe paga lo que el Tribunal de Casaciones de la Nación dictamine. Este tribunal es el mismo que nos dijo cuánto teníamos que pagar por el Gaumont y, también, por todos los bienes de YPF para el pago que se hizo a Repsol. Y todo esto tiene que ser aprobado por ley de Congreso. Es decir, que esto debe ser aprobado en el recinto: la expropiación y restauración del molino. Suponemos que pasará en esta semana, eso depende de cuándo sale el dictamen en la Comisión de Presupuesto.

Y una vez que la expropiación quede firme, ¿cuál es el próximo paso?

Una vez que eso se expropie, va a haber que restaurarlo. Ahí entendemos que van a participar todas las instituciones que tengan que hacerlo. El otro día en la reunión había 30 personas con unos casquitos blancos, que yo pregunté quiénes eran y son los restauradores del Congreso de la Nación.

¿Son los mismos que restaurarían El Molino?

Suponemos que sí. Eso después se irá viendo, hay que tener en cuenta cómo se constituyen los equipos de trabajo y las empresas que liciten. Esa parte me excede un poquito porque tiene que ver más con lo administrativo.

Entonces, El Molino pasaría a ser de la Nación…

Los fondos provienen de Nación, del Gobierno Nacional, pero la administración de todo lo que allí suceda va a ser del Congreso de la Nación, lo cual es fantástico porque ahí están representados todos los partidos políticos.

¿Cuánto tiempo aproximadamente pasará para la apertura del Molino?

Yo tengo la experiencia del Gaumont, donde nosotros lo compramos en enero del 2013 y habíamos previsto el llamado a licitación, lo empezamos a hacer antes. Este proceso lleva 3 o 4 meses, hasta que vos haces el llamado, das los días necesario para los pliegos, alguien siempre impugna. Es complejo. Entonces nosotros lo habíamos previsto antes, pero vos para hacer el llamado a licitación tenés que tener la partida presupuestaria reservada.

¿Cómo esta El Molino hoy?

No hemos visto El Molino por dentro pero parece que no esta tan mal como el exterior. Lo que pasa es que cuando empezás a refaccionar, aparecen lo que es cañerías e instalaciones eléctricas, que es complejo. Nosotros con el Gaumont descubrimos que había que cambiar el techo entero el día que empezamos a revisar realmente qué es lo que pasaba. Y hubo que cambiar la estructura íntegra. Supongo que en El Molino el último piso debe estar mal, son cosas que si no las mantenes permanentemente es un problema. Además la confitería tiene tres subsuelos, que es donde estaba la pastelería y la panadería, que también se van a rehabilitar como lo que eran originalmente.




¿Qué importancia tiene recuperar una confitería como El Molino?

Es importantísimo. Yo no era tan consciente de la importancia de todo esto hasta que recuperamos el Gaumont. Todavía hoy, y creo que va a seguir por un tiempo, la gente agradece, me paran por la calle, me reconocen para agradecer esa recuperación. Creo que tiene que ver con lo que los edificios significan para los habitantes de una ciudad. Para los ciudadanos significan parte de su vida, los recuerdos y la pertenencia del territorio. Y me parece que los espacios públicos o los espacios comunes los ciudadanos los sienten propios. Y se transforman en eso que extrañas. Uno cuando esta todo el tiempo metido y todo el día caminando y va y viene y ve siempre el mismo edificio, va a una sala de cine o va a tomar un café a un bar no se da cuenta de cómo ese lugar le pertenece y le empieza a pertenecer en su vida cotidiana, solo cuando lo extrañas tomas conciencia.

Yo estuve exiliada en México seis años y extrañaba la Ciudad de Buenos Aires. No extraña mi casa, sino la ciudad. Los edificios, las calles, las sensaciones, los olores. Es muy particular y creo que este es el sentido de la recuperación de estos lugares, de edificios que no son solamente una cantidad de ladrillos. Conservan la energía de todos los que pasan por ahí todos los días o los que hicieron uso de ese espacio. Lo del Gaumont fue muy notable. Cuando entras, sentís que ahí adentro hay una energía que es la de todos, la de la construcción colectiva. Eso es maravilloso y creo que esto es lo que sucede con El Molino.


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