La fobia al poder

El mal absoluto y la agenda política de nicho garantizan en primer lugar la condición de oposición y luego condenan a sus entusiastas a la indignación de estudio de televisión.

En noviembre de 2005 se llevó a cabo la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata. Fue la del famoso “ALCA, ¡al carajo!” de Chávez y del encendido discurso de Néstor Kirchner frente a George W. Bush.



Entre quienes fueron a Mar del Plata en el “Tren del ALBA”, junto a Chávez, Evo Morales, Kusturica y Maradona, se encontraba el diputado oficialista Miguel Bonasso, organizador del viaje, quien, exultante, declaró que “el tren era saludado por la gente” y que “le recordaba los ´70, cuando estaba en el peronismo”.

Bonasso siguió siendo chavista aunque poco después dejó de ser oficialista, a raíz del veto presidencial a la Ley de Glaciares. Junto a Pino Solanas creó un verdadero ornitorrinco de la política: el chavismo antiK.

También junto a Pino detectó nuestro mal, que contrariamente a lo que podríamos pensar no es la inequidad sino la megaminería, y escribió un libro hoy injustamente olvidado, denunciando a la Barrick Gold y su complicidad con el kirchnerismo. Luego de algunos chispazos apoyados por los medios opositores, su estrella política fue mermando hacia la indignación de estudio de televisión.

Pino tuvo más suerte: su incansable combate contra la minería a cielo abierto fue consagrado con una banca de senador por la CABA gracias a una alianza efímera pero en ese aspecto eficaz: el multimarca UNEN. Los acuerdos de sus ex socios con el PRO la hicieron volar por el aire, dejando a Pino en la soledad de sus indignaciones. Con un gesto conmovedor anunció a través de las redes sociales que no se presentaría a ningún cargo ejecutivo este año.

Donda y Tumini, de Libres del Sur, siguieron un trayecto en algunos aspectos comparable al de Bonasso. El apoyo inicial, y las expectativas que les generó el kirchnerismo, fue seguido por un período de desilusión al descubrir con asombro que Néstor Kirchner era peronista. El derrotero opositor los llevó al mismo multimarca de Pino, junto a la Mentalista Carrió, Sanz y Prat Gay, éste último transformado en un paladín de los valores de la izquierda. La partida de todos ellos hacia el PRO dejó a los Libres del Sur algo aislados, haciendo campaña esta vez junto a Stolbizer. A la megaminería ya denunciada por Pino y Bonasso, Donda agregó la preocupación por la persecución oficial a los pueblos originarios, además de un agenda algo autorreferencial sobre escotes y machismo social.

A diferencia de los otros, Stolbizer nunca fue oficialista. Forma parte del progresismo panradical, por llamarlo de alguna manera. Su discurso político siempre estuvo centrado en la decencia y la honestidad públicas, fustigando la corrupción oficial y el enriquecimiento patrimonial de los Kirchner más que sus iniciativas políticas.

El acuerdo de la UCR y la CC con el PRO y la evaporación de Proyecto Sur, pudo ser una gran oportunidad para que Stolbizer captara el voto del progresismo opositor, huérfano de candidatos. Sin embargo, en plena campaña presidencial, optó por relanzar su denuncia sobre Hotesur (S.A., perteneciente a CFK) a raíz del apartamiento del juez a cargo por la Cámara Federal. Transformada en auxiliar de justicia, compite con Laurita Alonso y Pato Bullrich en la denuncia de jueces buenos y jueces K.

Más allá de los orígenes diferentes, tanto Bonasso como Stolbizer, Donda o Pino son opositores que critican al gobierno “por izquierda”. Lo particular de esa crítica es que suele ser de nicho, focalizada en la megaminería, el sospechoso patrimonio presidencial, la falta de decencia gubernamental o los Qom. De ahí que la mayor parte de las iniciativas kirchneristas (desde el fin de las AFJP, la AUH, el relanzamiento de los juicios por crímenes contra los DDHH, el matrimonio gay, la expropiación de YPF o los millones de jubilados incluidos en el sistema) no sirvan para calificar al gobierno, pese a estar en línea con sus agendas progresistas, como sí lo califica su aparente connivencia con el mal absoluto definido por cada uno de ellos.

El mal absoluto y la agenda política de nicho garantizan en primer lugar la condición de oposición y luego condenan a sus entusiastas a la indignación de estudio de televisión. Otra de las tantas formas de la fobia al poder.


COMENTARIOS