Avanzar a los ponchazos

Hoy el gobierno ha decidido reemplazar la Secretaría de Inteligencia con un proyecto “apurado con errores de forma y de fondo”, tal como escribió Horacio Verbitsky. Del lado de la oposición asistimos a una defensa cerrada del statu quo y al rechazo incluso a discutir el proyecto en el Congreso.

"La Justicia es como un sistema de Salud en el que la gran mayoria de los enfermos no saben que están enfermos, la mayoría de los que saben que están enfermos no saben que hay un hospital donde se los puede curar, quien sabe que hay un hospital, vive a 70 Km y quien logra llegar, se encuentra con una pared de médicos en la puerta que le exigen un pago antes de poder entrar. Finalmente, quien logra ser atendido, debe esperar 5 años para tener el diagnóstico."
Martín Böhmer, abogado e investigador del CIPPEC
Es poco frecuente exigirle al kirchnerismo que se enfrente con algún sector. Lo normal, lo que forma parte del sentido común o al menos de un cierto sentido común mediatizado, es la denuncia de la matriz confrontativa del oficialismo. La crispación es, para esa visión, un sistema de gobierno y no el resultado de decisiones de gobierno. Sin importar los resultados de esa confrontación, desde la oposición se denuncia al oficialismo por desconocer las virtudes del fructífero diálogo y el necesario consenso. Si queremos dejar de ser este país poco serio en el que nos obstinamos a elegir populistas, debemos dejar de lado la confrontación y preferir las continuidades a las rupturas.

Hace años que la oposición ha dejado de lado la propuesta de un proyecto político alternativo para enunciar principios instrumentales, pregonando la necesidad de políticas de Estado y acuerdos de largo plazo que sobrevivan a los acotados límites de uno o dos períodos presidenciales. Lo asombroso es que no haría falta determinar cuáles deberían ser esas políticas con coronita, impermeables a los cambios electorales. La virtud estaría en la continuidad en el tiempo de los acuerdos y no en el contenido de esos acuerdos.

El inconveniente es que las políticas de Estado nunca se pueden definir a priori. La Convertibilidad, por ejemplo, fue una política de Estado durante tres períodos presidenciales hasta que dejó de serlo, sin que las mayorías soñaran con su continuidad.

Frenar los juicios por los crímenes de la Dictadura fue otra política de Estado que sobrevivió a cinco períodos presidenciales (desde la ley de Punto Final y Obediencia Debida de 1986/87 y los Indultos de 1989/90, hasta su anulación a partir del 2003). Sin embargo pocos criticaron su no continuidad. La SIDE fue también una política de Estado, con las cualidades que la oposición más admira: continuidad en el tiempo y autonomía del poder político. Sobrevivió a todos los gobiernos democráticos a partir de la vuelta de la democracia, incluyendo a los gobiernos kirchneristas.

En el 2003 Néstor Kirchner desclasificó archivos de la SIDE que permitieron desarmar el enorme encubrimiento estatal sobre el atentado a la AMIA, lo que desembocó en la elevación a juicio oral no sólo del juez Galeano sino de los fiscales, del ex Secretario de Inteligencia de Menem y del propio Menem. Pero no siguió con la reforma de la SIDE como se había comprometido a hacer.

Hoy el gobierno ha decidido reemplazar la Secretaría de Inteligencia con un proyecto “apurado con errores de forma y de fondo”, tal como escribió Horacio Verbitsky. Del lado de la oposición asistimos a una defensa cerrada del statu quo y al rechazo incluso a discutir el proyecto en el Congreso.

Desde la Asociación de Magistrados, la oposición se comprometió a respetar la “independencia de la Justicia”, esa misma Justicia cuyo funcionamiento denuncia Martín Böhmer y que desde el fin de la Dictadura ha operado con la misma independencia con la que los espías de la SIDE operaron a jueces y fiscales.

Es como si la oposición propusiera entregar la gestión de los hospitales a la Asociación de Médicos, la política agropecuaria a la Sociedad Rural o la política educativa a los sindicatos docentes. Es probable que eso disminuiría la confrontación pero tendríamos un peor país.

La SIDE no es un invento del kirchnerismo, pero su continuidad fue fruto al menos de su debilidad. Contrariamente al sentido común opositor, no creo en las virtudes intrínsecas de la continuidad ni en la calamidad en abstracto de la confrontación. Hubiera preferido más crispación, generada mucho antes.

La disyuntiva, como en tantos otros casos de conflictos entre el gobierno y la oposición, es avanzar mal y a los ponchazos o no avanzar, pero haciéndolo bien y sin confrontación. 


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